Murara: “Si se siguen indexando los salarios habrá más pérdida de empleo y menos empresas productivas”

Gabriel Murara, presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay y director de Tiscor S.A.


Por Oscar Cestau | @OCestau

Inflación, tipo de cambio, pérdida de competitividad y control del gasto aparecen como los grandes reclamos del sector empresarial en Uruguay, sin importar sector ni rubro. La industria, inmersa en esta problemática, vive momentos difíciles según Gabriel Murara, titular de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU). “De 60 sectores que tenemos, 55 están complicados”, dice.

Establece que el gobierno debe bajar el gasto, pero deja bien en claro que la solución no viene por un recorte de los planes sociales. “Antes hay tela para cortar por todos lados”, expresa al respecto, y brinda algunas opciones.

Alerta que si se siguen dando más aumentos se va a profundizar el cierre de empresas y la pérdida de empleo.

A su vez, pone reparos a un posible TLC entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), y al apresuramiento para cerrar las negociaciones. “No queremos que ninguno de los gobiernos de los países que conforman el Mercosur se apresure a firmar algo para después tener la chapa de que tiene un acuerdo con la UE”, remarca.

Su familia proviene de Trento, en el norte de Italia. Creció y vivió gran parte de su vida en Pocitos. Hasta los tres años, lo hizo en 26 de Marzo y La Gazeta. Luego, su padre construyó una casa en 26 de Marzo entre Luis Alberto de Herrera y la Rambla, y ahí vivió hasta 1977. Desarrolló su juventud, frente al espacio denominado Fermín Ferreira, donde hoy se erigen Montevideo Shopping y World Trade Center. Estudió en el Colegio San Juan Bautista, salvo un período en que concurrió a la Sagrada Familia, y al Juan XXIII, donde hizo bachillerato de Notariado. Entró a Facultad en 1974, pero a poco de empezar abandonó y se fue a la empresa familiar, vinculada al rubro del acero, la que fue fundada por su abuelo en 1927. Representa la tercera generación dentro de la compañía.

Está vinculado a la CIU desde 1992. Fue vocal, consejero, integrante de la comisión fiscal, protesorero, vicepresidente y, desde hace unos meses, presidente, tras la renuncia de Washington Corallo. Es, además, presidente de la Cámara Siderúrgica del Uruguay y fundador de la Asociación de Grandes Consumidores de Energía Industrial. Fue, durante siete años, director del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) en representación de la CIU.

¿Cómo evalúa el actual momento de la industria? Una primera lectura del tema muestra una caída pronunciada de la producción industrial.

Este momento que vive la industria se viene observando desde hace cinco o seis años. En ese tiempo hemos visto cómo los costos aumentan y, a la vez, que año a año perdemos competitividad. Todo eso estaba disimulado por un gran consumo y un buen nivel de precios en el mundo. A partir de 2013, cuando los precios de los commodities empezaron a caer, acá se profundizó la pérdida de competitividad porque tuvimos varios años en que el dólar a fin de año terminaba a 20 pesos, a pesar de que la inflación era 5%, 6%, 7% u 8%; siempre fuera del rango meta. Los anuncios que se hacían de que íbamos a tener una inflación de entre 3% y 7% no se cumplían y, a la vez, se aumentaba el gasto. Todo eso, en conjunto, fue encareciendo la producción. Entonces llegamos a este momento en que se ha perdido la rentabilidad de las empresas por menos volumen de producción, por mayores costos y por aumentos de tarifas, salarios y demás. Hoy estamos en uno de los momentos más críticos de la industria en muchos años, tanto en pérdida de empleo como de empresas.

Sigue latente el riesgo de cierre de empresas…

Sigue, y se profundiza. Si uno compara el tipo de cambio en diciembre de 2016, con un dólar a 29.24, a enero o febrero de 2018, donde cerraste a 28.50, y le sumás que en el ínterin hubo suba de salarios, de energía eléctrica, de fueloil, resulta que estás produciendo mucho más caro en dólares que 12 o 13 meses atrás. Y los precios no se han recuperado en el mundo para cubrir eso. Eso explica, en cierta forma, la situación de la industria.

Más de una vez usted identificó la competitividad como uno de los principales problemas que enfrenta el sector industrial. El comercio en el país es acotado, lo que significa que hay que apuntar a la búsqueda de mercados para colocar la producción. Pero hay otras formas. El tipo de cambio es tan solo uno, y ahí es difícil que el gobierno cambie su política. Incluso el Banco Central del Uruguay (BCU) tiene récord de compra de dólares para mantener el tipo de cambio. Para la CIU, ¿de qué otra forma se podría mejorar la competitividad?

El gobierno tiene varios deberes para hacer. La inflación es uno. Yo llevo una estadística desde el 2005, y en el período que va desde diciembre de ese año a diciembre de 2017 la inflación es 150%; la suba de energía 140%; de fueloil más de 150%; el aumento de salarios -si tomamos el Índice Medio de Salarios- es un 308%, y si tomamos el de la industria, el incremento del salario es 360%. Todo, repito, contra 150% de inflación. Si la inflación hubiera estado dentro del promedio del rango meta, no tendría que haber sido más del 90%; pero no se cumplió. Si hubiera sido así, los salarios no habrían crecido tanto, los costos de combustible y energía tampoco. Y el dólar en ese tiempo, en los últimos 13 años, solo se movió 13%. Frente a una situación de estancamiento como la que tenemos, cualquier punto que perdimos hoy hubiera servido.

“Una cosa que se escucha mucho es que el dólar está barato en el mundo. ¿Brasil no integra el mundo? En el mismo período, mientras nosotros devaluamos 13%, Brasil devaluó 42%. Y Argentina ni hablemos”.

Esos son problemas que los ha generado el gobierno, porque la industria, en el ínterin, ha invertido mucho para mejorar la productividad y seguir manteniendo calidad en producto. El problema es que uno invierte, gasta 10, 15 o 20 millones de dólares en una empresa, y a lo mejor baja 7% u 8% del costo, porque no es que hace milagros, pero viene una inflación muy alta y un tipo de cambio que no se ajusta a nada, y se pierde la productividad ganada.

Una cosa que se escucha mucho es que el dólar está barato en el mundo. ¿Brasil no integra el mundo? En el mismo período, mientras nosotros devaluamos 13%, Brasil devaluó 42%. Y Argentina ni hablemos… El dólar estaba a 3 pesos y hoy vale 20, aunque ahí hay que hacer una cuenta mucho más fina con la inflación, entonces no sirve mucho como ejemplo, es cierto. Ese tema de que el dólar en el mundo está más débil no es tan así, porque se ve que hay países a los que eso no los toca.

El titular de la CIU insiste en que hay que achicar el gasto y sustenta su postura con números. “El país no puede seguir endeudándose en 2.000 millones de dólares por año, como lo hace. El BCU compra dólares para que no baje, también emite en pesos, y paga 9-9.5% de tasa. ¿Esa diferencia de intereses a dónde va? Al déficit fiscal. Si bien el BCU compra dólares para que suba, después está haciendo un movimiento que va al déficit fiscal, lo que hace que de alguna manera, el dólar baje. Acá hay que achicar el gasto… Astori dijo hace poco que es muy difícil hacerlo. Haciendo referencia a los números que dio Eduardo Blasina (aludiendo a los datos brindados en la reunión de los autoconvocados en Durazno), el Estado funcionaba con 3.500-4.000 millones de dólares y hoy necesita 17.000 millones. Entonces, de la misma manera que lo subieron, que lo bajen”, reflexionó.

¿El sector empresarial apunta a los planes sociales?

Yo no estoy poniendo la mira en los planes sociales. Antes de los planes sociales hay tela para cortar por todos lados. Fernando Vilar (en el mensaje dado en cadena nacional) dijo que la flota del Estado representaba el 0.61 del parque automotriz uruguayo… Para mí eso no es relevante, sino que lo que importa es que multiplicamos por cuatro los autos oficiales, y que cada auto necesita su chofer, servicios, cubiertas… Es decir, todo lo que viene de la mano con el auto. No es significativo, son 20 millones de dólares, pero debería darse una señal. Como eso, están los cargos de confianza. Hay mucho por hacer antes de llegar a los planes sociales. Astori prometió para el 2019 un 2.5% de déficit…. No es fácil llegar si estabas con 3.5% y ahora estás en 3.7%; por tanto, la meta está muy comprometida. Tiene que haber una posición muy firme del gobierno en bajar el gasto. Si yo fuera candidato para el 2019 de cualquiera de los partidos estaría preocupado con este tema. ¿Qué me vas a entregar dentro de dos años? ¿Un país con 4.000 millones de dólares más de endeudamiento? Los futuros candidatos tendrían que mirar ese tema. Si no bajamos el gasto, no tenemos solución.

El ejecutivo tiene varios deberes para hacer en materia económica. Ahora, ¿qué pasa con el sector empresarial? ¿Tiene deberes? Desde el gobierno se dice que el sector empresarial debe capacitarse, apostar a las nuevas tecnologías y ver hacia dónde va el mundo.

Ahí hay que separar lo que es verso y lo que es realidad. No hay dudas de que los empresarios se tienen que capacitar muchísimo también, pero uno tiene que tener un espejo, y tener la certeza de que si hace cosas es para algo. En materia de productividad, en el arroz somos los mejores del mundo, y a pesar de eso hace tres años que los arroceros pierden plata. Eso porque tenemos un problema de costos estructural en el país. Los empresarios tenemos muchos deberes para hacer, pero si vemos un caso como el arroz, más otros que en Uruguay tienen buena productividad y a pesar de eso no llegan a ganar plata, tenemos que analizar que tenemos un problema más grave que solo capacitarse. Por más que se modifique la Ley de Inversiones, no va a despertar el interés por invertir, porque la ley se retroalimenta con la rentabilidad.

¿Cuáles ve como los sectores más complicados?

De 60 que tenemos, 55 están complicados. La pintura, el plástico, la curtiembre, metalúrgicos… son muchos.

“Tiene que haber una posición muy firme del gobierno en bajar el gasto. Si yo fuera candidato para el 2019 de cualquiera de los partidos estaría preocupado con este tema”.

Lo más duro es que como no dan los números, un montón se transforman y pasan de productor a importador. Sherwin Williams es un ejemplo, Fábrica Nacional de Papel es otro; esas empresas cerraron la producción pero no la empresa. Desde acá uno no puede dominar cuántas están en ese camino o no.

¿Cuál cree sería un valor ideal del dólar que no perjudique ni a exportadores ni a importadores y que, en definitiva, le sirva a ambas partes?

Hay varios cálculos de muchos economistas. Para emparejar con Brasil, por ejemplo, tendría que estar 25% por encima de lo que está hoy. Hace unos días se me acercó un importador muy importante y me dijo que el tipo de cambio había que mejorarlo porque nos está matando a todos. Y lo dijo, reitero, siendo importador. “A mí no me sirve que la gente tenga menos recursos por el tipo de cambio o que se pierdan empleos como se están perdiendo”, me dijo.

Un documento del Instituto Cuesta Duarte, dado a conocer este mes, dice textualmente: “De cara a la séptima ronda de negociación salarial que se avecina, y con independencia de la evolución concreta de la inflación, proponemos la vuelta a un sistema de indexación salarial y una pauta que incluya el componente asegurado de inflación más un crecimiento real cuyas características deberán ser definidas a nivel sectorial». ¿Qué lectura hace del tema?

La industria manufacturera no está en condiciones de hablar de eso. Y no lo está por argumentos ciertos que tiene, como ser, por ejemplo, la recuperación tan importante que ha tenido en estos años y porque está en una meseta de crecimiento hace ya tres años; hoy estamos produciendo lo mismo que hace 10 años. Estamos con el uso de la capacidad instalada en uno de los valores más bajos de la historia: alrededor del 62-63%. La industria hoy no debería salir de un tema de inflación como techo, y tal vez haya algún sector que no pueda dar ni eso. Si se siguen indexando los salarios, va a pasar lo mismo que en estos últimos tres años: más pérdida de empleo y menos empresas productivas.

El documento nada habla de productividad.

No. La productividad es muy difícil medirla así como se pretende. La productividad es un factor que hay que medir empresa por empresa porque los equipos son diferentes, como lo es también el funcionamiento de cada una de ellas. Si un día se hablara de algún factor de productividad, tendría que ser algo que se pueda medir empresa por empresa y no por sector. No es lo mismo una multinacional que una pyme, y están en el mismo sector de ajuste de salario.

Siempre queda la sensación de que el tema productividad es muy difícil ponerlo sobre la mesa tanto por parte de los trabajadores como de los empresarios.

Yo creo que no estamos preparados.

¿Ni empresarios ni trabajadores?

Ninguno. Aclaro que es una opinión propia. Creo que no tenemos realizado un estudio profundo que me diga cómo hacerlo. Por sector, seguro que no. Por empresa, se puede dar. Si yo produzco en la fábrica dos toneladas por hora y paso a producir un 2% más, ahí quizás lo puedo hacer, pero tiene que estar ligado a la producción por hora, a la merma de esa producción por hora, y al costo salarial del momento; porque la productividad es un costo que tiene que tomar todos esos valores. No es decir que antes producía 2.000 kilos y ahora produzco 2.200… Hay que ver cuánto insumió ese 10% más en costo horario, y el costo de la merma cuánto fue, porque a lo mejor para pasar más barras se tiraron más en el camino, y eso representa una merma y, por ende, un costo. Entonces lo que uno cree que ganó por productividad lo está perdiendo por costo de insumo. Por eso digo que, en general, las empresas no están preparadas. No olvidemos que acá el 85% de las empresas son pymes. Capaz que empresas multinacionales lo tienen y funciona bien, pero en general me da la sensación de que no estamos preparados. Fernando Pereira (presidente del PIT-CNT) decía algo y tiene mucha razón: hay que dar mucha información para eso. Yo coincido con eso. No podés pretender tener ciertos parámetros si no das información.

Se acerca una nueva ronda de negociación salarial, que en los papeles aparece como complicada. ¿Prevé un clima conflictivo para el 2018?

Si se da un clima conflictivo vamos a perder todos: el país, las empresas y los trabajadores. Para que haya un clima conflictivo tiene que haber razones ciertas. Cuando nosotros decimos que no estamos en condiciones de dar más recuperación, es porque estamos viendo que en 13 años pasamos de 150% de inflación a 360% de suba del salario, o sea que hicimos una buena recuperación. Hace tres años que venimos mal, entonces por los próximos dos años hay que manejarse de otra manera. Es un tema de hablarlo y argumentarlo. Después, si no se quieren escuchar los argumentos, si se quiere un clima conflictivo, será así. Si se dan más y más aumentos, se va a profundizar el cierre de empresas y la pérdida de empleo. Esto no es una amenaza, sino que es en base a la realidad de lo que viene pasando.

¿Hay diálogo entre la CIU y la central sindical?

Con esta mesa nueva no hemos tenido ninguna reunión, más de la que se llevó a cabo en el Consejo Superior Tripartito donde se establecieron los primeros lineamientos. La verdad es que no se puede empezar a negociar nada hasta que no venzan los convenios. Se pueden empezar a tirar lineamientos, ideas, pero no ha habido un acercamiento puntual. Nosotros asumimos en diciembre y nos estamos reacomodando.

¿Hay interés de la CIU en reunirse?

Yo no tengo ningún problema. Creo que nos deben ellos la visita (se ríe). Bajo la presidencia de Javier Carrau estuvimos reunidos en el PIT-CNT. Fue un día en que jugaba Peñarol, entonces para mí era un sufrimiento estar perdiéndome el partido (se ríe). Lo terminamos viendo ya cuando nos íbamos en un hall de la sede sindical en un televisor que había ahí.

Está latente el reclamo ante la OIT. ¿Está en carpeta de las distintas cámaras volver sobre el tema?

El tema está latente. Lo que pasa es que la buena fe de las cámaras, de alguna manera, desaceleró un poco el tema en Ginebra. Dependemos de que la OIT lo ponga o no entre los 25 casos más importantes. Independientemente de eso, acá el que está en falta es el Poder Ejecutivo. Ese mismo Poder Ejecutivo, con mayoría parlamentaria en las últimas tres administraciones, tiene la obligación de mandar el proyecto de ley con las correcciones que pidió la OIT a esa ley. Yo estaba en la mesa de la Cámara cuando empezó el tema. De la ley que se estaba hablando de sacar, nosotros señalamos ante la OIT en ese momento 13 puntos que estaban mal, y el organismo reconoció. Por eso fue que antes de que saliera la ley, le dijimos al gobierno que la misma estaba mal y que la íbamos a recurrir ante la OIT. Pero se sacó igual. Nosotros hicimos la presentación y el tema sigue su curso. Acá quien tiene la llave para que el país no siga en falta internacionalmente es el Poder Ejecutivo, independientemente de que la OIT lo ponga entre los casos más importantes. Guy Ryder dejó bien en claro el año pasado que los empleadores pueden entrar a las empresas, y que la gente tiene que tener el derecho a trabajar.

“Si hoy no se tiene en el horizonte un camino donde se vea que se va a ser más competitivo, que se va recuperar rentabilidad, es muy difícil que la gente invierta tomando riesgo”.

¿Cómo evalúa las medidas anunciadas por el gobierno para incentivar la inversión y el empleo?

Es un cambio positivo por varios aspectos. Lo primero es que el gobierno está reconociendo que hay un problema en inversión y en el empleo. Estos cambios ponderan mucho el empleo. Es bueno tener herramientas que puedan mejorar la inversión. El tema es que da la sensación de que no alcanza, porque todas estas herramientas funcionan si uno gana plata. Si hoy no se tiene en el horizonte un camino donde se vea que se va a ser más competitivo, que se va recuperar rentabilidad, es muy difícil que la gente invierta tomando riesgo. Posiblemente inviertan por necesidad porque ya tenían que hacerlo. La herramienta es buena, pero no arregla el problema de fondo que tenemos hoy en materia de competitividad.

La robotización y automatización del trabajo es un fenómeno que avanza a gran velocidad. Eso le genera desafíos al mercado laboral. Unos puestos desaparecen, y se crean otros que requieren de mayor especialización. ¿Cómo ve a Uruguay en ese contexto?

Dentro de la renovación que ha habido del parque industrial desde el 2010-2011, con inversiones importantes hasta el 2014-2015, ya se tomó en cuenta la automatización y la robotización. El tema es que el avance tecnológico es tan importante que tal vez lo que uno invirtió hace tres años, hoy se pueda mejorar a nivel de computación o mecánica, pero la industria ya viene en un proceso de automatización hace un buen tiempo. Eso tiene sus pros y sus contras para el mercado laboral. Se necesita menos gente, pero la gente que se precisa tiene que ser más capacitada. Ese es uno de los temas en los que Uruguay tiene que apuntar muy fuerte. No soy especialista en educación, pero por algunos indicadores da la sensación de que no estamos bien. Ahí el país tiene que mejorar. El Plan Ceibal es una muy buena herramienta y hay que seguir explotándola. Eso, sumado a la buena conectividad que tiene el país, es un buen indicio para seguir enseñándole a los chicos y a los medianos, y ahora a los grandes, y capacitarse más en el tema de automatización.

¿Cómo es la relación con el Ministerio de Industria y sus autoridades?

Tengo la suerte de conocer a la ministra desde hace ya unos años. Primero hicimos un viaje en conjunto con la CUTI, cuando ella era presidenta de Antel. Yo estaba en la delegación oficial, así que compartí muchas actividades con ella. Luego, cuando asumió en la cartera de Industria y yo estaba en el LATU, también tuvimos una relación fluida. Y ahora, cuando surgen problemas yo le mando un mensaje de WhatsApp, lo vemos, lo corregimos… Hay un contacto directo con la ministra, sin ningún tipo de problemas, y cuando hay un tema específico en un punto, ella ha puesto a los mejores técnicos de las diferentes áreas a tratarlo. O sea, además de tener un contacto directo, abre la cancha para que el tema siga. Con otros ministros eso no ocurría ni se daban los ámbitos de trabajo. Con esta ministra es totalmente diferente.

¿Cómo ven desde la CIU los reclamos del agro y este movimiento que se formó de autoconvocados? Las cámaras empresariales apoyaron la movida porque consideran que hay reclamos que les son comunes. ¿Cuál va a ser el papel de la Cámara?

Cuando surgió este movimiento, la Cámara apoyó, e inclusive sacó un comunicado porque los problemas que afectan al agro son muy similares a los que están afligiendo a la industria. Entonces, nosotros sentíamos la necesidad de compartir ese mensaje con el agro. Después, cada uno va a tener que seguir su camino para tratar de mostrarles a las autoridades que hay un problema de fondo; el agro con sus herramientas y nosotros con las nuestras. Necesitamos que se tomen medidas, porque seguir dialogando y que no se avance no soluciona los problemas de fondo. Lo importante de este movimiento fue el mensaje que se dio, y que, de alguna manera, se llegó al gobierno con el mismo. El gobierno tendría que darse cuenta de que a nivel productivo hay un problema muy grave y profundo.


“El primer borrador salió de acá, de la Comisión de Comercio Exterior de la CIU”   

La discusión sobre un acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur ya lleva varios años. Sin embargo, las negociaciones parecen haber encontrado una voz crítica donde nadie esperaba: las cámaras industriales de los cuatro países que conforman el Mercosur. En ese sentido, elevaron a los negociadores del acuerdo sus discrepancias respecto a llevar adelante un acuerdo tal y como está planteado. ¿Cuáles son las divergencias?

Un asunto importante es que se pudo lograr una declaración unánime a nivel de las cuatro cámaras industriales del Mercosur, lo que no es poca cosa. Lo que se busca es un acuerdo equilibrado y que respete las diferencias de los bloques, porque las hay. Estamos negociando con un bloque que tiene más de medio siglo de historia, que no está mostrando tampoco su mejor oferta. Si hace unos años atrás se había ofrecido más cuota de carne con menos países –integrando la Comunidad Económica en su momento-, y hoy ofrece menos, no está actuando de buena fe. Necesitamos tener un acuerdo transparente, que respete las diferencias históricas de los bloques. A nadie escapa que el Mercosur tiene enormes fallas aún. No tenemos un funcionamiento aceitado. Además, el mismo bloque europeo, cuando España entró a la Comunidad Económica, le dio 20 años para adaptarse. Nosotros necesitamos eso: tiempo. No queremos que ninguno de los gobiernos de los países que conforman el Mercosur se apresure a firmar algo para después tener la chapa de que tiene un acuerdo con la UE. Lo que quisimos decir fue eso.

¿Cómo se gestó ese movimiento de las cámaras empresariales de los cuatro países?

Se dio rápido, en cinco o seis días. La CIU redactó un primer borrador, que se fue puliendo, y a los tres días estaba pronto.

¿Fue a instancias de Uruguay esa movida?

Fue a instancias de la Comisión de Comercio Exterior de la CIU. Los integrantes de la Comisión me sugirieron qué debíamos hacer, a mí me pareció correcto y le dimos para adelante, a pesar que algún medio argentino no lo reflejó así. El primer borrador salió de acá, de la Comisión de Comercio Exterior de la CIU.

Las cámaras no se cierran a un acuerdo…

No. Yo pretendo la inserción internacional, pero creo en los acuerdos comerciales más que en los TLC. Nosotros tenemos que ser realistas y sinceros; hoy no hay TLC con Europa, pero en los supermercados tenemos toda la pasta italiana que quieras, pan rallado español, aceite de oliva… Con un TLC eso va a entrar más barato. Y nosotros vamos a tener chance de venderles carne, soja, leche, arroz; los cincos o seis productos estrella que poseemos. Para mí Uruguay tiene que enfocarse en acuerdos comerciales sobre esos productos. Si paga 300 millones de dólares de arancel, tiene que negociar para que no pague más por esos productos, principalmente. Esa es la punta. Es una idea, no sé si viable o no, pero el TLC con la UE nos va a generar más problemas de producción en este contexto de caída de la productividad que tiene Uruguay.

¿Han hablado con la Cancillería?

Esto que le digo a usted se lo dije a Nin Novoa hace unos días.

Pero además hay otra realidad: ¿La parte política lleva adelante esto del TLC? No parece. Tenemos una ampliación del acuerdo con Chile que no avanza. Los acuerdos comerciales quizás puedan tener mayor aceptación a nivel legislativo.


“Hay que medir la ansiedad”

¿Qué opinión tiene de los beneficios que se les da a inversores extranjeros -como UPM- para que vengan a instalarse al Uruguay? Algunas voces se han alzado, remarcando que el beneficio otorgado crea una diferencia con las empresas que están en el país y que, en cierta forma, bancan el día a día con muchas dificultades.

El país posee una Ley de Zonas Francas que tiene exoneraciones ya de por sí. Sin embargo, otras inversiones sin zona franca que sumadas representan por año inversiones de valores muy importantes, de alrededor de U$S 3.000.000.000 por año o más, sin construcción, no tienen esos beneficios ni los que se negocian muchas veces para la instalación de las primeras.

Lo que hay que medir es la ansiedad, y no abrir tanto el abanico como aparentemente se abrió en este nuevo contrato del que se está hablando de la segunda planta de UPM. Es bueno que vengan, pero tenemos que estar dentro de los parámetros de la legislación existente y no más, porque la excepción es esa. Eso ya marca una diferencia con las empresas que pagan impuestos acá.

De nuevo, creemos que el gobierno modificó recientemente y tímidamente la Ley de Inversiones para promoverlas, con el objetivo de, además de aumentar las inversiones, mejorar el empleo, pero del análisis de la misma no surge que vaya a tener un impacto significativo. Menos aún luego de conocer los nuevos lineamientos de los consejos de salarios, donde el salario sigue creciendo en desmedro de la competitividad y rentabilidad de las empresas. Justamente, la Ley de Inversiones tiene ventajas si hay rentabilidad. Por lo tanto, se deberían equiparar más unas empresas a otras, sobre todo en las de mayor valor agregado, para así mejorar la cadena de valor.


Señas de identidad

Gabriel Murara -62 años- es casado y tiene tres hijos. 

En la charla denota su orgullo por presidir la CIU. “Empecé en la Cámara con 36 años. Durante ese tiempo aprendí mucho, y ese aprendizaje ha servido para mi desarrollo, pero nunca pensé en llegar a este lugar. Todo se fue dando naturalmente. Espero cumplir con la Cámara y con mis compañeros”, reflexionó.

Más allá de los preceptos empresariales, dice que en los momentos complicados prefiere apoyarse en la familia y su historia. “Cuando se presentan problemas, como los que hay hoy, me acuerdo de mi abuelo, que por 1926 tuvo que dejar todo en Italia y venirse sin nada. Pienso 90 años para atrás cómo empezó esto y me da fuerzas para seguir”, explicó con un dejo de emoción. Hoy, Murara representa la tercera generación en la empresa.

Dice que el empresario uruguayo -hace hincapié en el que está en el sector industrial-, es una persona de mucho esfuerzo y muy cabeza dura. “Para seguir en la industria con los problemas que hay en Uruguay, y que ha habido históricamente, hay que ser muy guapo”, remarcó.

Aficionado a los deportes, practicó tenis, voleibol, pádel y natación. En 2015, una lesión en el tendón rotuliano lo alejó de la actividad, aunque continúa haciendo natación. También le gusta la navegación.

Pero su gran pasión es Peñarol. Hincha vitalicio, el día que le iban a dar la medalla por los 50 años de socio, el pasado 28 de setiembre, no la pudo ir a recibir dado que tuvo que embarcar hacia Europa para representar a la CIU. “Cincuenta años esperando la medalla y me pasa eso”, dijo con cierta amargura. Fue su hijo mayor, otro manya de ley, a representarlo y retirar la presea.

Cuando se lo interroga por algún ídolo del club, abre los brazos y espeta que varios. Y empieza a tirar nombres: “Spencer, Tito Goncálvez, Morena, Bengoechea -el gran artífice del quinquenio-, Diego Aguirre… Son muchos, porque la historia de Peñarol es muy grande”.

¿Un título? “La libertadores del 66. No había televisión… Yo tenía 11 años, estaba en 26 de Marzo y la Rambla, y cuando terminó el partido salimos a la calle como locos, a gritar. Eso fue muy emotivo. El título del 87 también es inolvidable. El partido del ocho contra 11, la Libertadores del 82 contra Cobreloa. Hay un montón”, enfatizó.