Mario Bergara, presidente del Banco Central del Uruguay
Tabaré Vázquez se refirió hace pocos días a la necesidad de renovación que tiene el Frente Amplio (FA). En línea con ese planteo, el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Mario Bergara, dijo en una larga charla con CRÓNICAS que posiblemente considere formar parte de ese proceso de cambio, dado que tiene experiencia para aportar. La condición es que exista un escenario acorde a lo que requiere la nueva visión del mundo definido por la volatilidad y la incertidumbre. Por otra parte, el economista hizo énfasis en la importancia de reducir el déficit, y afirmó que no comparte la propuesta de gravar más al capital que se ha hecho desde el partido de gobierno.
El menú El jerarca degustó carpaccio de muzzarella como entrada, y para beber prefirió agua mineral con gas. De plato principal optó por risotto de camarones. A la hora del postre, se inclinó por flan casero con dulce de leche, que acompañó con café.
Por Oscar Cestau | @OCestau y Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-El gobierno ha hecho una apuesta importante por la Inclusión Financiera, pero la realidad es que todavía no logra alcanzar a toda la población. ¿El equipo económico es consciente de lo que falta por hacer?
-El gobierno tuvo una postura activa en promover que toda la población acceda a los servicios financieros, que era un rezago muy importante que había en el funcionamiento del sistema financiero en Uruguay. La Ley de Inclusión Financiera tiene como objetivos la universalización del acceso a los servicios financieros, una modernización en el sistema de pagos más basada en medios electrónicos que en instrumentos físicos, para lo cual se utilizaron herramientas de carácter tributario y de promoción.
Yo creo que en poco tiempo –menos de dos años y medio-, aunque hay aspectos de implementación que todavía están a mitad de camino, la evolución ha sido muy buena. La utilización de medios electrónicos está teniendo un impacto muy importante, la magnitud de las transacciones realizadas con tarjetas de débito se ha multiplicado por 10, y eso ha implicado una negociación del gobierno con las instituciones para una rebaja sustancial en los aranceles que cobran las tarjetas.
-Sin embargo, para algunos comerciantes esa rebaja no ha sido suficiente.
-La negociación en este proceso de ampliación de utilización de los medios electrónicos llevó a una reducción sustancial de los aranceles. Hoy los aranceles con tarjeta de débito están entre el 1% y el 2,2%, con un cronograma que rápidamente va a llevar ese techo al 1,5%.
Creemos que el proceso de Inclusión se está desarrollando de manera rápida, incluso en el terreno cultural, porque esto también ha tenido problemas de información y de cultura. Por ejemplo, la gente no sabía que al tener la tarjeta del cajero automático también tenía una tarjeta de débito.
Por supuesto que es más fácil avanzar en ciudades más densas como Montevideo, y más complicado en las zonas de menor población, pero el gobierno ha sido consciente de eso y muchos aspectos de la implementación que se van haciendo obligatorios en el país, se prorrogan para aquellas ciudades de menor densidad.
“Tenemos que tener claro para el próximo período, para qué queremos el gobierno, o sea, para implementar qué agenda, y eso trae como corolario la renovación de personas”
-¿Los uruguayos estábamos preparados para ese cambio?
-Evidentemente sí, porque se han dado incentivos e información, y el cambio está siendo muy rápido, por tanto la base para avanzar estaba. Además, a nivel del sistema de pagos, usar medios electrónicos tiene todas las ventajas posibles: es más eficiente, más informativo, menos costoso, menos riesgoso, más seguro.
Acuñar monedas e imprimir billetes es costoso, al igual que toda la logística que requiere mover efectivo en todo el país con todas las medidas de seguridad que cada vez son más fuertes y más costosas. Pasar a medios electrónicos sin dudas abarata.
-¿Se buscará ir hacia la eliminación del efectivo?
-Sí. En algunos países desarrollados hay comercios donde a diferencia de lo que pasa acá, que te preguntan si aceptan o no tarjetas, lo que no aceptan es efectivo; sucede en Suecia por ejemplo. Yo creo que vamos camino a eso como tendencia estructural.
-Habría más control de la economía.
-Sin duda. Todo lo que está en soporte digital puede ser utilizado como información, mejora los mecanismos de fiscalización, reduce los costos, hace más eficientes las transacciones, o sea, tiene todas las ventajas, y además yo creo que estructuralmente vamos a un mundo sin efectivo.
-Tras lo ocurrido con el Cambio Nelson, el senador Álvaro Delgado, quien el mes pasado lo convocó a la Comisión de Hacienda del Senado, sostuvo que el BCU debe tener más instrumentos para inspeccionar las casas de cambio. ¿Coincide? ¿Puede el BCU hacerse cargo de estos controles?
-El BCU es responsable de la regulación y la supervisión de todo el sistema financiero, y aunque dupliquemos o tripliquemos los recursos, siempre van a ser escasos. El BCU hoy tiene un universo de unas 500 empresas bajo su órbita de supervisión, por lo tanto tiene que priorizar las áreas más relevantes del sistema y mantener una regulación menos inclusiva en áreas que son más laterales y que no tienen impacto sistémico.
-¿Cuál es la base del control sobre las casas de cambio?
-En la medida en que no hacen intermediación financiera, hay una gama de regulación prudencial que no se les aplica, y básicamente el foco de la regulación son los mecanismos de prevención de lavado. En materia de fiscalización siempre hay mecanismos para mejorar, pero en general estas son cosas que emergen a base de denuncias, a no ser que uno sea el gran hermano que esté metido en la oficina.
Cuando hay mucha gente incluso en lugares importantes en Maldonado diciendo: “acá todo el mundo sabía que esto se hacía”, y nunca hubo una sola denuncia en el BCU, eso da una pauta de que hay trabajo para hacer en el terreno cultural y de las responsabilidades de los ciudadanos y de las personas de la órbita legislativa, municipal, de funcionarios públicos, y ni qué hablar de los propios trabajadores de las instituciones financieras.
De todas maneras creo que la dimensión que se le ha dado mediáticamente al tema del Cambio Nelson, tiene más que ver con el hecho de que involucra personajes de la órbita política, que con el terreno financiero.
-¿Pueden estar ocurriendo situaciones similares a través de aplicaciones digitales?
-El mundo está cambiando de manera radical a partir de la tecnología en lo que son las relaciones humanas, sociales, laborales, y el sistema financiero no es ajeno a eso. Las plataformas tecnológicas cuestionan cada vez más las formas tradicionales de hacer finanzas, y generan desafíos en materia de fiscalización, tanto de regulación financiera como de los tributos y la seguridad social.
Nosotros buscamos entender primero qué operación hace cada plataforma y, en la medida en que haya intermediación financiera, deberíamos prohibirla hasta que eventualmente eso se transforme en un banco. Sabemos que eso va a ser cada vez más difícil de limitar dado que las cosas dejan de estar en un lugar físico y empiezan a estar en el éter distribuidas en múltiples pedacitos, pero de todas maneras siempre va a haber agentes responsables del funcionamiento.
“Los impuestos al capital son consistentes con el enfoque de promoción de inversión imprescindible para crecer”
-¿Estamos atrasados en esa regulación?
-No, no. Le está pasando a todo el mundo, es una problemática que se conversa entre los reguladores a nivel internacional, es decir, cuán disruptivo es el desafío de las fintech.
-¿La regulación de estas plataformas está en la agenda del BCU?
Sí, está en la agenda pero es un desafío que no tiene fácil solución.
-¿Puede facilitar el lavado de activos?
-Obviamente dificulta el control. Todo lo que pasa por un cable es más difícil de controlar que lo que se lleva en un avión o en un auto.
-Y Uruguay ¿cómo está en materia de lavado?
-En estándares internacionales está bien posicionado, el tema es que esto es algo que desafía a todo el mundo. Uruguay en materia de lavado tiene una muy buena evaluación hecha por el Gafilat (Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica), que es el que plantea las recomendaciones para la prevención del lavado.
Ahora las recomendaciones son más duras, Uruguay va a tener una nueva evaluación del Gafilat en 2019, y buena parte de los cambios jurídicos que se están dando en materia de secreto bancario, de potestades fiscalizadoras, responden a la necesidad de estar a la altura de las nuevas recomendaciones para volver a tener una buena evaluación, que en este terreno es lo mismo que el investment grade en el ámbito financiero; es un sello de credibilidad, de reputación, que es lo que Uruguay tiene que vender al mundo.
-De todas maneras, ha habido cierta resistencia por parte de algunos sectores profesionales, que se han opuesto a formar parte de los sujetos obligados a reportar operaciones sospechosas.
-Este es un tema donde la intimidad y el interés social entran en conflicto, y no es fácil dirimir dónde uno pone la vara que los separa. Esto también implica el cambio de algunas prácticas en el terreno profesional, implica formación, información, un cambio cultural, pero está claro que hay profesionales que tienen que reportar operaciones sospechosas, y hasta el momento eso ha sido bastante limitado. Yo creo que este impulso con la nueva normativa, la negociación y la capacitación, va a ayudar a que los profesionales participen más activamente.
-¿Hay riesgo de perder el grado inversor?
-No creo. Uruguay está muy bien visto por las calificadoras de riesgo, por los organismos multilaterales, por los inversores, lo cual se muestra además en las condiciones en las que puede recabar fondos a nivel internacional. Aun en circunstancias donde la economía global se desaceleró y la región cayó –lleva cinco años sin crecer y cayendo-, Uruguay tuvo la capacidad de sostenerse creciendo, sin recesión, sin crisis, y mostró que había construido una plataforma para navegar en esos problemas.
El país está muy bien posicionado, la perspectiva de crecer a tasas más decentes y de seguir exportando es buena. Hoy el investment grade no está en riesgo, lo cual no significa que no haya que cuidarlo como un tesoro. Hace un tiempo se manifestaba que los dos factores de mayor vulnerabilidad del terreno macroeconómico eran la inflación y la situación fiscal. La situación inflacionaria ha mejorado sustancialmente…
-De hecho, por primera vez en siete años la inflación entró en el rango meta. ¿Será posible consolidar esa caída?
-Ojalá. Trabajamos para eso. Depende de factores internacionales y también de la conducta de los agentes. Yo siempre digo que la inflación no es una variable que se defina entre cuatro paredes en el edificio del BCU, sino que es el fruto de miles y miles de decisiones descentralizadas de oferta y demanda, de compra y de venta de los agentes, y por lo tanto depende también de las expectativas que tiene la gente que ofrece y forma precios y la gente que demanda y compra.
Hoy la inflación está más encaminada y creo que el foco principal de preocupación está en el terreno fiscal. Los cambios tributarios que hubo a principios de año apuntan en la dirección correcta de recomponer un poco la situación fiscal, y hay un objetivo del gobierno de reducir el déficit para el 2019.
La discusión sobre el gasto público y la Rendición de Cuentas va a ser algo que todo el mundo va a estar mirando con atención, porque ahí se juega en buena medida la credibilidad de esa trayectoria de reducción del déficit que es imprescindible, porque tener un déficit fiscal del orden del 4% en un tiempo considerable significa endeudarnos de manera significativa todos los años, por lo tanto eso tiene que cortarse.
-¿Cree alcanzable esa meta, fijada por el gobierno en el 2,5% de déficit fiscal?
-Va a depender mucho de qué surja de los procesos de Rendición de Cuentas de este año y del año que viene. No tiene sentido especular con eso, sobre todo cuando comienza un proceso de negociación, pero creo que hay conciencia a nivel del gobierno y de la fuerza política de que hay que ser cautelosos y de que mantener un déficit fiscal de la magnitud del que tenemos hoy no es sostenible.
“Tener un déficit fiscal del orden del 4% en un tiempo considerable significa endeudarnos de manera significativa todos los años, eso tiene que cortarse”
–El politólogo Oscar Bottinelli dijo a CRÓNICAS que el FA ha sufrido una pérdida del electorado, sobre todo en las capas medias, lo que se podría revertir con un cambio radical en materia tributaria hacia ese sector. ¿Qué opinión le merece?
-Sobre el análisis politológico no voy a opinar. Sobre el tema de un cambio radical en materia tributaria no sé muy bien a qué se refiere. Las capas medias son un concepto bastante amplio. En el IRPF, por ejemplo, el 90% de la gente que está en el decil más alto de ingresos se considera capas medias.
El IRPF es un impuesto muy progresivo, la cuestión tributaria está centrada en los dos últimos deciles. Ahora, si la gente que tiene los ingresos más altos no paga los impuestos, es imposible sostener la infraestructura, la educación, la salud, la seguridad social. Países que no tienen recaudación tributaria no tienen tampoco desarrollos en todos estos terrenos.
Entonces, uno no puede hacer un cambio tributario con una lógica electoral. Hablar de impuestos nunca es sexi para ningún político, uno no gana elecciones discutiendo de impuestos, pero si para ganar elecciones uno tuviera que bajar drásticamente los impuestos, estaría tomando una actitud increíblemente irresponsable porque después hay que sostener el funcionamiento social y del país.
-¿No cree que los impuestos hayan incidido en la pérdida del electorado?
-Yo no creo que sea así. Subir un poco los impuestos nunca es sexi y siempre puede haber molestia en ese sentido, pero de ahí a que sea un factor de decisión de por quién vota la gente, no creo.
-¿Considera que con la bonanza económica el FA hizo lo suficiente o podría haber hecho más?
-Siempre se puede hacer más, pero yo creo que eso de que hubo mucha bonanza y después se cortó, tiene mucho de caricatura. Hubo cosas favorables a nivel internacional, pero también hubo cosas complicadas como la crisis financiera brutal que hubo en el mundo, los precios del petróleo que todos importábamos.
Cuando las aguas bajan y se pasa el rastrillo, uno puede distinguir qué países aprovecharon más o menos la bonanza económica. En América Latina, según estudios hechos por múltiples analistas, incluso por el Fondo Monetario Internacional (FMI), Uruguay y México fueron los dos países que menos beneficios tuvieron de los precios internacionales y demás. Sin embargo, nuestro país se comportó de manera muy similar a los que tuvieron grandes ganancias.
Uruguay hoy está sólido, estable, y muestra una perspectiva de crecimiento. Eso tiene que ver con la bonanza, pero también con las políticas desplegadas, con haber conformado una plataforma para navegar turbulencias. El período de crecimiento se aprovechó enormemente para implementar múltiples reformas relevantes y exitosas, aunque se pudo haber hecho algo más, por supuesto.
-Nosotros visualizamos en 2005 la necesidad de reformar las cajas paraestatales: la Caja Policial, la Caja Bancaria y la Caja Militar. Las reformas de las primeras dos se hicieron, pero la de la Militar aún no. Hoy se revive esa reforma a la luz de la situación fiscal, pero era parte de una agenda de reformas del año 2005, y ojalá la hubiéramos podido hacer en ese momento.
Pero de manera estructural yo diría que Uruguay aprovechó en buena medida la bonanza económica para hacer reformas que se han implementado exitosamente, que han mostrado resultados, porque el país creció en todas sus áreas, y sobre todo en el bienestar y en la equidad de la sociedad.
-¿Qué piensa cuando escucha que se habla de despilfarro?
-Todo es mejorable y obviamente todas las decisiones del gasto público son de índole política, por lo tanto no se definen asépticamente en el terreno técnico. Yo no comparto la visión de que haya habido despilfarro, comparto sí que siempre se puede ganar en eficiencia, y creo que todavía hay mucho por hacer en materia de calidad de la gestión pública y de calidad del gasto público.
“Es razonable pensar que puedo formar parte del proceso de renovación”
-¿Apoya la renovación en el FA?
-Apoyo la renovación en la vida de la gente, porque uno no puede estancarse ni en lo personal, ni en lo colectivo, ni en lo social ni en lo político, y más en un mundo que está cambiando a pasos agigantados. Razonar el mundo de hoy con la cabeza de hace 15 o 20 años solo puede conducir a errores.
Uno para desarrollar la política tiene que tener una visión del mundo que lo ayude a pensar, eso es lo que permite generar una agenda, y después los elencos capaces de implementar esa agenda.
Poniendo como referencia los gobiernos del FA, hace 20 años hubo una renovación de la visión del mundo que llevó a un posicionamiento político del FA, que contribuyó a definir una enorme agenda de reformas que fue implementada exitosamente. Por lo tanto, uno debe concluir que los liderazgos que llevaron adelante ese proceso fueron exitosos.
-¿Esos liderazgos hoy no deberían renovarse?
-Es imprescindible una renovación de la visión del mundo. El grado de incertidumbre política global y de impactos de decisiones inmediatas que hay hoy, no existía hace 20 años. La volatilidad, la incertidumbre y la globalización de los movimientos de capitales y las decisiones de inversión, tampoco. El desafío que el cambio tecnológico trae a las relaciones sociales y laborales, tampoco existía.
“Uruguay hoy está sólido, estable, y muestra una perspectiva de crecimiento”
Hoy estamos en un mundo que tiene un componente de incertidumbre, y la necesidad de entenderla, de formarse para navegar en ella, es muy distinta que hace 20 años. Hay temas relevantes en el país como las relaciones laborales, la inserción externa, la estabilidad, que ya no se pueden discutir con los mismos criterios con los que se discutía hace 20 años.
Por eso es imprescindible una renovación de la visión del mundo, eso condiciona el posicionamiento político y las discusiones, y debe a su vez conducir a la formación de una nueva agenda asociada a estos nuevos tiempos, lo que implica también tener los elencos consistentes con esos cambios.
-¿Se refiere a un recambio de figuras?
-No es solo un recambio de figuras. Mirado en la perspectiva electoral, cualquier partido podría tener un candidato más joven, y eso meramente no significa que haya habido ningún proceso de renovación –la edad en sí misma no significa nada-. El proceso implica un cambio de visión y sobre todo la generación de una agenda.
Tenemos que tener claro para el próximo período, para qué queremos el gobierno, o sea, para implementar qué agenda, y eso trae como corolario la renovación de personas, pero aprovechando y honrando el legado exitoso y positivo para el país como fue la conducción del gobierno de los últimos 15 años.
-¿Le gustaría formar parte de esa renovación?
-Yo siento haber participado activamente en estos 12 años de gobierno bajo el liderazgo indiscutible del trípode Vázquez-Mujica-Astori. Entiendo que en este proceso del que estoy hablando tengo una experiencia para aportar, y también las ganas de seguir aportando. Por lo tanto, considero que es razonable pensar que puedo formar parte de ese proceso de renovación.
-¿Eso se podría traducir en una candidatura presidencial?
-Yo no descarto considerar la posibilidad, pero tiene que ser en determinados escenarios. ¿En qué escenarios? Escenarios de renovación. ¿Qué renovación? La del estilo que planteó el presidente Vázquez en la entrevista del otro día [con Gabriel Pereyra]. En ese caso sí lo consideraría.
“Hay riesgo de atraso cambiario y preocupa la pérdida de competitividad”
-El BCU salió el martes a respaldar al dólar y compró 92.5 millones para evitar que baje de los 28 pesos. Y en cuatro meses compró poco más de 1.100 millones por vía directa o indirecta.
-Sí, por la vía directa en el mercado se compró en los últimos días casi 200 millones, pero se han ido adquiriendo casi 1.000 millones, como se ha dicho a nivel mediático, de manera silenciosa. Efectivamente en lo que va del año estamos en órdenes cercanos a los 1.200 millones de dólares adquiridos por el BCU.
-57,6% más que el año pasado.
-Una situación muy diferente. De 2013 para acá no habíamos tenido demasiado… en 2013 había sido brutal el ingreso de capitales que fue absorbido por el BCU, que se traduce en aumentos de reservas internacionales, pero que tiene en buena medida el objetivo de que el tipo de cambio, por razones circunstanciales, no baje.
Esto no quiere decir asegurar un número. El martes fue 28,10, mañana quién sabe. El BCU y el gobierno están asegurando un tipo de cambio y son conscientes de que tienen que absorber un ingreso de capitales que está volviendo al país.
-¿Hay riesgo de atraso cambiario?
-Sí, claro, por eso intervenimos. Si no lo hiciéramos y el dólar bajara, nos desalinearíamos de manera significativa de nuestra capacidad competitiva.
-¿Preocupa entonces que la caída del dólar traiga aparejada una pérdida de competitividad para las exportaciones?
-Sí, como dije anteriormente, por algo intervenimos, porque hay cosas que nos preocupan.
“El advenimiento de Trump ha incorporado gran incertidumbre en el terreno político a nivel internacional”
-Dijo en varias oportunidades que no esperaba el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.
-Yo le erro en todas. Yo pensé que el Brexit no iba a salir y salió, pensé que Trump no iba a ganar y ganó, pensé que el referéndum en Italia iba a ganar y perdió. Ahora espero que gane Macron, y creo que esta va a ser la primera que puedo llegar a acertar.
-¿Qué riesgos presenta la victoria de Trump en materia financiera?
-Hay un contexto internacional en el que Trump opera como combustible, de incertidumbre política, o sea, el mundo de hoy está plagado de incertidumbres, en el terreno financiero ni qué hablar, pero también en el tecnológico, en el laboral.
“El período de crecimiento se aprovechó enormemente para implementar múltiples reformas relevantes y exitosas, aunque se pudo haber hecho más”
La incertidumbre política tiene impactos en los flujos financieros, en las decisiones económicas, en las decisiones de inversión. Hoy estamos en un mundo en el que no sabemos si la semana que viene nos vamos a pelear con Corea del Norte, con los países árabes, con China, con México. Parece como una telenovela, el problema es que el protagonista es ni más ni menos que el presidente de Estados Unidos, y desde allí se está trasladando incertidumbre, cuando es una potencia que debería trasmitir estabilidad.
Trump mandó una reforma tributaria que consiste en bajar impuestos a las corporaciones, por otro lado promueve un aumento significativo de los gastos en materia de defensa y seguridad. Si eso se implementa, Estados Unidos va camino a niveles de déficit fiscal absolutamente monstruosos, lo cual impacta en las perspectivas del valor del dólar porque difícilmente las tasas de interés puedan subir. Sin duda el advenimiento de Trump en la administración americana ha incorporado enormes grados de incertidumbre en el terreno político a nivel internacional.
“La reforma tributaria fue exitosa en todos los objetivos”
-La reforma tributaria fue de las transformaciones más ambiciosas e importantes que implementó el FA desde que llegó al gobierno. ¿Cree que dio los frutos que se esperaba en estos 10 años?
-Definitivamente. Yo creo que la reforma tributaria fue exitosa en todos los objetivos que se planteó de mayor equidad, mayor eficiencia, y fue consistente con los estímulos a la inversión productiva. Junto con otras reformas, contribuyó a resultados en materia de inversión y a la brutal reducción de la evasión de los impuestos.
Creo, además, que está casi fuera de discusión la estructura del sistema tributario. Las cosas sobre impuestos que se discuten son parámetros que están en el margen del asunto y que siempre es razonable discutir, pero en ningún caso hay un cuestionamiento al núcleo del sistema.
-Dentro del FA ya se habla de una segunda reforma tributaria o, por lo menos, de una reforma de segunda generación.
-No creo que lo que esté planteado sea una nueva reforma, en todo caso lo que se discuten son cuestiones en el margen.
-Se ha hablado desde filas frenteamplistas de la posibilidad de gravar más al capital.
-Sí, pero sin cambiar la estructura central del sistema tributario.
-¿Cree oportuno ese planteo?
-No. Las tasas que nosotros manejamos en cuanto a los impuestos al capital son consistentes con el enfoque de promoción de inversión imprescindible para crecer, porque sin inversión no hay producción, empleo, exportaciones, ingresos, ni posibilidad de mejoras sociales.
“El BCU y el gobierno están asegurando un tipo de cambio y son conscientes de que tienen que absorber un ingreso de capitales que está volviendo al país”
En este mundo la inversión elige dónde ir, y la carga tributaria en Uruguay no es baja pensando desde esa perspectiva. Pero tenemos otros atractivos para la inversión, y no me refiero solo a inversión extranjera, sino también doméstica, porque a veces se plantea que esto está solamente pensado para la inversión extranjera y no es cierto, el problema es que los inversores domésticos también tienen la chance de irse a invertir en otro lado.
Yo creo que las tasas que se aplican en general son razonables, pero siempre hay márgenes para discutir y para un rediseño. Igualmente no creo que lo que resulte de ese proceso de discusión implique un cambio sustancial en la estructura actual.