Gerardo Caetano, historiador, politólogo, investigador del Instituto de Ciencia Política de la UdelaR.
El Frente Amplio (FA) llegó por primera vez al gobierno con una clara agenda: apuntó a recuperar el país tras la crisis del 2002, y llevó adelante una serie de reformas. Pero inesperadas circunstancias hicieron que, luego de cumplir con la primera agenda, se quedara “sin libreto, incluso para la bonanza”. Así lo explicó a CRÓNICAS el politólogo Gerardo Caetano, y opinó que la coalición todavía debe “demostrar que puede renovar un impulso transformador”.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-A diferencia del primer gobierno de Tabaré Vázquez, donde él era el jefe unitario del FA, en su segundo mandato el panorama cambió: José Mujica tenía su propio liderazgo. ¿Esa novedad repercutió de alguna forma en la gestión del actual presidente?
-Siempre hay que evaluar el cambio de los contextos. Después de 10 años de gestión de la izquierda, se generó cierto desgaste. Los contextos económicos internacionales no son los mismos, y gobernar después de Mujica, incluso para un líder tan popular como ha sido Vázquez, no es lo mismo. Son figuras muy distintas, no solamente en su perfil, sino en su manera de concebir la política y el gobierno.
También hubo una diferencia que tiene que ver con la dichosa agenda. El FA tenía un libreto muy claro de recuperación del Uruguay, que había vivido el impacto de la crisis del 2002, y lo practicó con mucho éxito en el primer gobierno. Era un libreto de recuperación nacional, pero también incluía algunas reformas –la fiscal, la de la salud, las leyes laborales-. Todo eso llevó a que el primer gobierno de Vázquez fuera con una agenda muy clara.
-Nadie cuestionaba que hubiera agenda como lo hacen hoy.
-Exactamente. El tema es que la izquierda nunca pensó que iba a tener un contexto económico de 10 años con condicionantes internacionales muy favorables en algunos aspectos. Y la idea de gobernar con mayoría legislativa durante tres períodos tampoco estaba. Entonces, una vez que cumplió la primera agenda, que era la recuperación nacional, se quedó sin libreto, incluso para la bonanza.
-¿Quiere decir que no supieron aprovechar esa bonanza?
-O por lo menos la aprovecharon parcialmente. Yo no creo para nada que sea sustentable la idea de la “década perdida”, creo que incluso es un error para la oposición, porque nadie puede creer eso cuando el país durante 15 años creció en forma ininterrumpida, con un incremento del salario real promedio del 55%, con una baja de la pobreza del 40% a un dígito, entre otros logros.
Uno puede discutir el gran fracaso de la reforma educativa, o que la apuesta del país científico no se ha verificado –hubo avances, pero seguimos con una inversión pública y privada muy baja en investigación en ciencia y tecnología-, y esas son cosas que erosionan la sustentabilidad de los logros sociales. Si tú podés bajar la pobreza y casi hasta la desaparición la indigencia, pero no construís una sociedad del aprendizaje, de la innovación, en pocos años esos avances sociales pueden caer.
-¿A qué adjudica que con la bonanza que hubo no hayan podido hacerlo?
-En materia de educación, durante el gobierno de Mujica hubo una gran contradicción dentro de los elencos y con los sindicatos, pero en esta tercera administración había rumbo, lo que pasa es que había más de uno, y el gobierno optó. Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir implicaban un rumbo, que fue el que Vázquez mostró durante la campaña, pero luego no fue sostenido.
Yo formo parte de EDUY21. Allí hay gente de todos los partidos que consensúa el programa de lo que hay que hacer en un 90%, con técnicos de primer nivel de proyección internacional. Es una situación muy excepcional: un país que tiene 50 años de problemas educativos, que sin embargo tiene un fuerte consenso entre los técnicos que pertenecen a todos los partidos, y al mismo tiempo, no termina de construir una genuina “política de Estado” en el tema más importante. Nunca la educación fue tan decisiva para consolidar la igualdad social como lo es hoy. Y eso es muy fuerte, en particular cuando la educación, que fue el gran canal de integración social para el país, se está convirtiendo en el gran factor de desintegración y desigualdad.
-¿No ha habido avances?
-Hay avances indiscutibles en materia educativa, pero son muy insuficientes respecto al desafío que el país tiene.
-Dijo que el gobierno se quedó sin agenda. ¿Tiene que ver con esto?
-Este tercer gobierno heredó algunas cosas complicadas. El reordenamiento que tuvo que hacer Vázquez durante el primer año de este período fue pesado, pero luego, incluso cuando se dio una respuesta positiva a la desaceleración y el país comenzó a volver a crecer, no dio la sensación de que fuera un gobierno con la convicción para desarrollar un programa transformador, que sabe lo que quiere hacer y está dispuesto a correr los riesgos necesarios para llevarlo adelante.
La responsabilidad de consolidar lo logrado es muy importante, pero cuando una sociedad mejora se vuelve más demandante, y el aumento de la demanda genera descontento. Ningún gobierno transformador puede proponer como elemento único mantener lo logrado. El “conservadurismo de lo logrado”, como decía Real de Azúa, puede ser el peor. Siempre hay que incorporar nuevos horizontes y hay que tener la convicción de llevarlos adelante, para lo cual hay que tener propuestas y energía política.
“Al FA le falta demostrar que puede renovar un impulso transformador en un contexto que no es de bonanza”
-¿Eso es lo que le falta a este gobierno?
-Yo creo por ejemplo que la inclusión financiera es una propuesta saludable, pero como rumbo central para un programa de transformación progresista es poco. A un gobierno de izquierda el electorado le pide más. Por supuesto que tiene que gestionar bien y ser muy responsable, pero también tiene que entusiasmar proponiendo transformaciones genuinas y viables.
El contexto histórico que vivimos es de cambio profundo a nivel de la información y la comunicación, de la economía digital, de la robotización, del empleo. El drama de aquí a 10 años no es que en Uruguay no va a haber puestos de trabajo, el problema es que la mayoría de los uruguayos no van a estar capacitados para los nuevos empleos. Esto lo explica muy bien un estudio reciente de la OPP. Una sociedad que no está en el corazón de una transformación educativa y científico-técnica como apuesta central, sobre todo en un país de la escala del Uruguay, va a tener problemas.
-¿EDUY21 puede ser una posible salida a esa dificultad?
-Yo creo que Uruguay tiene temas estratégicos y para llegar a tiempo tiene que anticiparse. La educación es un tema en el que debemos tener políticas de Estado. Tenemos una asociación civil donde están muchos de los mejores técnicos de todos los partidos y que tiene un proyecto estratégico, aprovechemos eso. Ciencia y tecnología es otro tema crucial, en el que hay que apostar en forma mucho más decidida. Hoy hay un Sistema Nacional de Investigadores que tiene más de 1.700 investigadores categorizados de acuerdo a estándares internacionales. Además, los países pequeños exitosos siempre deben apostar a la ciencia, a la calidad de sus recursos.
Esas opciones, junto con otras, hacen una agenda de futuro, y yo no veo ni la convicción ni la construcción exigente de un libreto de profundización de las transformaciones. Uruguay tiene que ser más exigente respecto a sus objetivos, por eso cuando se dice que falta agenda, y no solamente al gobierno, sino también a la oposición, lo que se está planteando es que falta esa convicción y esos grandes proyectos –como el Plan Ceibal o el gran cambio en la matriz energética- que puedan persuadir a fuertes mayorías en el sentido de un rumbo de cambio.
-O sea, a la oposición también le falta.
-Así lo creo. Hay un núcleo muy importante de electores que en las últimas elecciones han votado al FA, que hoy están descontentos, pero la oposición no los captura porque no ha terminado de despegar. Una fuerza política que tiene 13 años de gobierno obviamente que sufre mucho desgaste. Y la democracia es alternancia, o sea, parece que todo se da como para que la oposición tenga su oportunidad, pero lo que uno ve es que no termina de confirmarse como una alternativa, todavía no trasmite la convicción de ganar.
-Dijo que hay que aprovechar que tenemos una organización como EDUY21. ¿Podría ser considerada sin un cambio de gobierno?
-La reforma más importante es la educativa. Eso y la apuesta a la ciencia y la tecnología son dos grandes apuestas que el país tiene que llevar adelante, junto con el cambio de la estructura productiva. En algunos temas hay que lograr un gran acuerdo de mayorías, el primero es la educación. Si yo tengo una asociación donde hay núcleos de todos los partidos, todo parece indicar que allí hay un acuerdo muy cercano.
Hay ciertas reformas que no puede hacer solo el FA, pero que tampoco puede hacer la oposición por sí sola, esto es sentido común. Bajo la convicción de que vamos hacia un escenario donde quien gane no va a tener mayoría legislativa, va a ser necesario negociar.
“La inclusión financiera es una propuesta saludable, pero como rumbo de un programa de transformación progresista es poco”
-Igualmente, da la sensación de que la oposición quiere reformar la educación, pero en el FA no parece tan claro.
-¿Sabés lo que ocurre? Yo hablo con dirigentes de la oposición y frenteamplistas, y en privado no hay diferencias sustantivas en lo que demandan. Pero después, en público, hay muy poca gente que tenga el coraje de decir lo que piensa.
-¿Por qué?
-Porque hemos transformado a la política en una campaña permanente. Es obvio que hay mejoras en la educación, pero es también obvio que no están configurando una respuesta sólida a la situación dramática que vemos en algunos rubros. No puede ser que tengamos los números que tenemos de deserción, el rezago de nuestros contenidos curriculares, la degradación de la profesionalidad docente. Yo creo que hay discusiones que ya han sido zanjadas por la historia y por el mundo, lo que hace falta es más coraje, inteligencia y convicción.
-Y no ve eso en el FA.
-Creía que este tercer gobierno del FA había hecho una apuesta muy fuerte en el sentido de una gran reforma educativa, pero lamentablemente no la veo.
“La sociedad uruguaya no tiene la sensación de que estemos ante un gobierno transformador”
-Hace dos años dijo a CRÓNICAS que “el FA tiene que probar lo que todavía no ha probado: que puede gobernar bien en un ciclo que no es de bonanza”. ¿En este tiempo lo ha demostrado?
-A medias. Le falta demostrar que puede renovar un impulso transformador en un contexto que no es de bonanza. O sea, por un lado ha probado que puede mantener la estabilidad económica y el crecimiento gradualmente ascendente en un contexto de desaceleración, pero lo que no logró fue entrar en un segundo impulso transformador.
El Sistema de Cuidados es un buen ejemplo de una segunda generación de reformas, pero tiene que consolidarse y eso lleva su tiempo. Pero educación, ciencia, cambio de la estructura productiva, atención a situaciones muy desafiantes como los salarios y jubilaciones sumergidos, más y mejor distribución del ingreso, renovar la agenda de derechos, todo eso requiere una agenda renovada que avance en una visión genuinamente progresista. Hoy más que nunca, las reformas solo pueden vivir en reforma.
–¿No ve buenas perspectivas para eso?
-No lo suficiente.
-¿Por qué?
-Yo no creo que sea por falta de voluntad; no se ha encontrado la forma. La sociedad uruguaya no tiene la sensación de que estemos ante un gobierno transformador, que renueve el impulso de las reformas. Mantener lo logrado no es poca cosa, sobre todo en los actuales contextos y en América Latina. Pero no puede bastar para un gobierno que se quiere moderno y de izquierdas.