Jorge Gandini, presidente de la Cámara de Diputados, legislador del Partido Nacional
En momentos en que varias figuras que pertenecían al sector de Jorge Larrañaga buscan su propia proyección nacional, algunos dirigentes advierten que eso solo serviría para fortalecer al grupo mayoritario, liderado por Luis Lacalle Pou. Es el caso de Jorge Gandini, quien de todas formas es cauteloso porque todavía no hay una nueva candidatura concreta. El flamante presidente de Diputados se refirió a la situación de descreimiento que padecen los políticos, y aseguró que el gran responsable de esto es el Frente Amplio (FA), que “hizo un enorme daño con la decepción que generó”.
El menú El diputado degustó raviolón relleno de salmón con salsa de guisantes y caviar, que acompañó con agua mineral. De postre, prefirió crème brûlée.
Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo
-¿Con qué se encontró al asumir como presidente de la Cámara de Diputados?
-Me encontré con que la demanda de trabajo es bastante más intensa de la que yo creía. Hay que gestionar la actividad parlamentaria, administrar las solicitudes de los legisladores y de la gente, y el funcionamiento de un organismo que tiene casi 400 empleados. Además hay que realizar una tarea de representación agregada a la que ya tiene el legislador, porque se debe representar el Cuerpo, por lo cual es necesario estar presente en una cantidad de instancias que no son opcionales. Obviamente que son enriquecedoras y generan aprendizaje, pero agregan tareas, y como no he dejado mi actividad partidaria, siento que tenía un trabajo que me ocupaba 12 horas diarias y me conseguí otro más.
-¿Genera una dificultad extra presidir la Cámara siendo de la oposición?
-Sí, claro, porque yo tengo pensamientos sobre algunas cosas que no necesariamente pueden ser compartidos por el resto, y tengo que ser muy cuidadoso porque en algunas acciones los represento a todos. En la conducción del debate tengo que ser muy ecuánime, ahora, eso no me quita mi identidad ni mi opinión.
Por ejemplo, si yo digo lo que pienso sobre lo que está pasando en Venezuela, probablemente no sea acompañado por la mayoría de la Cámara. En casos como ese, la opinión del presidente de Diputados no va a coincidir con la opinión de la Cámara. ¿Puede entrar en conflicto? Puede. ¿Debo evitarlo? No, porque mi opinión no la debo ocultar. Ahora, cuando me toque representar a la Cámara, deberé ser coherente con lo que opina la mayoría.
-En su discurso de asunción puso énfasis en el cuestionamiento al sistema político por parte de la gente: “Una parte de nuestros representados no está conforme. Algunos incluso parecen enojados con todos por igual”, sostuvo. ¿A qué atribuye ese estado de ánimo?
-Hay un estado de opinión adverso y negativo de una parte de la población en relación a los políticos, que es atribuible a una multiplicidad de causas. Algunas situaciones que han ocurrido en Uruguay y en la región han agotado la paciencia de mucha gente, que se ha indignado con conductas políticas que han estado lejos de la expectativa popular. Eso ha aumentado la exigencia social sobre el comportamiento de los políticos, y los malos ejemplos han afectado a todo el sistema.
-A propósito de este tema, una reciente encuesta de Factum da cuenta de que los partidos políticos son las instituciones que más desconfianza generan en la gente, lo que se ha convertido en un fenómeno estructural. ¿No son los mismos partidos los responsables de esto?
-Los partidos han cometido errores, es verdad. También es cierto que el FA llegó al gobierno prometiendo que iba a cambiar todo lo que los partidos tradicionales no habían podido resolver: iba a haber más justicia, más equidad, los pobres iban a ser menos pobres, los que no tenían vivienda la iban a tener, los precios iban a ser liberados, la violencia iba a disminuir, las mujeres iban a tener mejores salarios. Incluso se llegó a trasmitir la idea de que se podía trabajar menos y ganar más. Era una cantidad de sueños que se construyeron para ganar.
Pero después de dos períodos y medio de gobierno esas cosas siguieron pasando y algunas peor que antes. La decepción de la gente fue más grande porque la última reserva moral de la sociedad, aquella que llegaba para corregir los desvíos de los partidos tradicionales que habían gobernado durante tantos años y se habían apartado de sus mandatos históricos, hizo las peores cosas. La educación empeoró, los impuestos aumentaron, la inseguridad creció, y un vicepresidente de la República abusó de la confianza que se le brindó y usó recursos públicos para su propio beneficio, defraudó y el FA lo defendió.
¿Eso en qué terminó? ¿En que la gente se enojó con el FA? No. La gente que buscó al partido de gobierno como el último refugio y no lo encontró, llegó a la conclusión de que son todos iguales y no es que se equivocó con el FA y vuelve a ser blanca o colorada, sino que ya no cree en ninguno. El FA hizo un enorme daño con la decepción que generó.
-¿Quiere decir que el FA es el responsable de que todos los partidos políticos tengan una imagen relativamente negativa?
-El tema es que llegó prometiendo cosas que no pudo cumplir y generó la mayor frustración de un sector de la población, que al final emparejó para abajo a todos por igual y ya no cree en nadie.
-Sin embargo, el FA sigue siendo el que tiene mayores posibilidades de ganar la próxima elección.
-No sé por qué decís eso, no lo veo. Las encuestas dicen que por primera vez está empatado con los blancos o algún puntito abajo.
-Pero muchos analistas aseguran que llegado el momento de la elección, la mayoría de los indecisos se volcaría al FA. De hecho, el politólogo Óscar Bottinelli explicó a CRÓNICAS que el 34% de intención de voto de la coalición no es real, sino que tendría un piso de 41-42%.
“El FA le hizo un enorme daño a la imagen de todos los partidos políticos con la decepción que generó”.
-Es asombroso que Bottinelli arriesgue esas opiniones a dos años de las elecciones cuando le erraron una semana antes [de la votación pasada] y por mucho. O sea, más que una encuesta, parece tener una bola de cristal. Yo creo que preguntarle ahora a más de la mitad de los uruguayos a quién va a votar en la próxima elección es como preguntarle qué regalo le va a hacer en la próxima Navidad a su hijo.
La gente cada vez está más lejos de los partidos y busca líderes, y los pisos electorales sólidos de los partidos políticos son cada vez más chicos. Yo no me animaría a aventurar quién gana la próxima elección. Lo que sí está claro es que el FA es el partido que más ha caído y la gente piensa que es el más corrupto del país. No quiere decir que esa caída vaya a ser sustituida por un partido tradicional, sino que lo que hay es el abismo, es decir, la gente se decepcionó del FA y está muy enojada, y el enojo es una manera de pasarnos factura y decirnos: “reaccionen”.
-¿El Partido Nacional (PN) es una buena alternativa en ese sentido?
-El PN tiene que vencer ese desafío. Antes el FA tenía un piso electoral igual al de toda la oposición sumada y hoy compite mano a mano con el PN. Lo que hay que hacer es unir a todos los demás para la segunda vuelta, y sobre todo cautivar a esa masa importante de ciudadanos que no creen en nada.
-¿Cree que Larrañaga sería capaz de lograr ese objetivo?
-Una de las claves para ganar una elección es la cercanía, es decir, la gente asocia confianza con cercanía, confía en aquel al que siente más cercano, a quien conoce más, lo valora mejor. Es allí donde el FA desarrolló sus mejores cualidades electorales, con la cercanía entre el votante y el partido o el candidato –cosa que desarrolló muy bien [el expresidente José] Mujica-. Y yo creo que Larrañaga es el que inspira más confianza porque genera más cercanía con los ciudadanos, eso que tiene que ver con el sentirse parecido, cómodo, en el mismo lugar; tiene una virtud importante en ese sentido.
-¿Es la mejor opción que tiene hoy el PN para ganar el gobierno?
-Yo trabajo por la candidatura de Larrañaga, estoy convencido de que es la mejor opción. De todos modos, creo que el que debe llegar al gobierno es el partido, es decir, un equipo donde estén todos, pero el liderazgo de Larrañaga puede ser más adecuado.
-Igualmente, su sector ha perdido muchos integrantes y apoyos. ¿Eso no lo debilitó?
-Sí, es así. También es verdad que la mayoría de esos movimientos no se dieron como se dan habitualmente, con cambios hacia el otro sector del partido, sino que se generaron en torno a la búsqueda de nuevos liderazgos y formas de organización política dentro de la misma ala. Pero todo eso está por verse.
-No hay nada concreto.
-Claro. Todos los que han tomado distancia de Larrañaga lo han hecho más para tantear a ver cómo les va que para concretar, porque hasta ahora no vemos a nadie que diga: “yo soy candidato”, ninguno se anima a convertirse en el desafiante porque esa decisión no tiene retorno. Entonces, a mí no me parece que esté todo dicho; hay una búsqueda de espacio legítima en la que Larrañaga sigue siendo la figura emergente.
-¿Hay lugar para una tercera vía?
-Si alguien larga una tercera vía y ésta parte de nuestro lado, lo que hace es consolidar la victoria de Lacalle Pou, entonces no veo que eso sea constructivo o alentador para el sector wilsonista.
-La senadora Verónica Alonso dijo a CRÓNICAS que es necesario un nuevo espacio porque con Lacalle Pou y Larrañaga “no alcanza” para que los blancos ganen las elecciones. De hecho, es lo que ha pasado en las anteriores instancias electorales.
-Si hay cosas que no suceden es porque no hacemos que sucedan, o sea que yo ya perdí el derecho a quejarme. O trabajo para que las cosas cambien, o me hago cargo y construyo cosas nuevas, entonces, si con Larrañaga y Lacalle Pou no alcanza, que aparezca otra cosa, y si no, dejemos de pronosticar que vamos a perder. Ese tipo de análisis es un pronóstico de derrota y yo no me asocio a esas predicciones.
“Bascou está más fuerte que antes en Soriano, que es donde están los que lo votaron”
-El senador Álvaro Delgado dijo a CRÓNICAS que “es tan importante la posibilidad de ganar, que yo trato de minimizar los temas internos”. ¿Es posible minimizarlos, o la gente los percibe de todas formas?
-La gente los percibe y saca sus conclusiones, pero coincido con Álvaro en que no tenemos por qué transformar esos problemas en el centro de nuestro debate, sino que debemos resolverlos. Un partido grande siempre tiene momentos críticos, y se distingue de otros por cómo los resuelve. Gobernar el país implica resolver problemas complejos, por tanto, si nos preparamos para ganar, tenemos que resolver nuestros propios problemas con mucha madurez y altura, y en eso debemos concentrarnos.
“Yo no hubiera hecho lo que hizo Bascou, pero no me siento autorizado para pedirle el cargo a un intendente que votó otra gente, por un tema ético”.
-¿Cómo ve la interna blanca hoy, con todo lo que ha pasado a nivel de las intendencias, y los cuestionamientos a la ética de algunas figuras?
-Lo de los intendentes no afecta para nada.
-¿Lo del intendente de Soriano, Agustín Bascou, tampoco?
-Son dos mundos paralelos. Yo creo que Bascou está más fuerte que antes en Soriano, que es donde están los que lo votaron. Hoy tiene más respaldo social, se ha hecho conocer, está mostrando su obra y genera una muy buena relación personal con la gente. Allí no tiene inconvenientes y los únicos que deberían opinar son los que lo eligieron. Esto tuvo una repercusión diferente en el resto del país por la lectura que se hizo de lo que pasó y el partido procesó el tema, bien o mal, pero lo resolvió.
-Usted fue crítico con la conducta de Bascou, pero de igual manera acompañó la decisión de no suspenderlo, en consonancia con la postura de Larrañaga. ¿Por qué?
-Yo no hubiera hecho lo que hizo Bascou, creo que actuó de modo inconveniente para él mismo, que actuó mal, pero yo no me siento autorizado para pedirle el cargo a un intendente que votó otra gente, por un tema ético. Distinto es si la Justicia se pronuncia de otro modo.