Por A. Sanjurjo Toucon
Lady Bird. EE.UU. 2017.
Dir. y guión: Greta Gerwig. Con: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts.
La realizadora y guionista Greta Gerwig, nació en 1983, en Sacramento, California, EE.UU. Pertenece a la Iglesia Unitaria Universalista, procedente del protestantismo y caracterizada por su apertura precursora a los grupos LGBT. Vinculada a movimientos de un cine independiente completamente desligado de la industria, realiza “Lady Bird”, su primera experiencia como realizadora y guionista en solitario, basándose en su diario personal; el que fuera leído por la actriz Saoirse Ronan, para compenetrarse mejor en su composición del personaje protagónico: Christine McPherson, una jovencita próxima a ingresar a la Universidad.
Christine vive en Sacramento, con sus padres, su hermano mayor –un afrodescendiente adoptado- y la novia de este. Es naturalmente rebelde, reniega de su nombre, se hace llamar Lady Bird, y no titubea en desafiar a las monjas del colegio al que asiste. Pertenece al segmento menos pudiente de una clase media y media alta, patriota y religiosa, de cómoda existencia abruptamente desmoronada por la pérdida de empleo del padre, poniendo en peligro el ingreso de Lady Bird a la Universidad, al carecer del dinero requerido por la matrícula.
El diseño del cuadro familiar es certero, breve y elocuente, y será el elemento sobre el que se desplazará Lady Bird, en lo que es un retrato personal y, por extensión, de la sociedad a la que pertenece.
Esta incertidumbre angustiosa respecto a su futuro académico llega a Lady Bird en instantes en que los apetitos sexuales despiertan. Con humor, el film penetra en la intimidad de la joven, en las confesiones intercambiadas con su mejor amiga, y también en las desilusiones erótico sentimentales preámbulo de un mundo adulto atisbado a través de sus propios padres y los de aquellos que le son próximos.
Greta Gerwig recrea esa franja de la sociedad norteamericana de la que proviene, con una óptica agridulce, si se quiere nostálgica, revivida con entrañable minuciosidad, para lo que cuenta con excepcional elenco, viviendo intensamente sus personajes. Con descollante labor de la neoyorkina Saoirse Ronan (1994), una impresionante Lady Bird, Laurie Metcalf en el difícil rol de la madre, y Beanie Feldstein como la amiga, impactante en su naturalismo.
El film muestra y narra con bienvenida fluidez y más allá de su encomiable rigor y su pertenencia a movimientos de vanguardia, es cine tradicional y directo en su formulación. Otra de las tantas y muy acertadas vueltas al realismo.
The Square. Suecia / Alemania / Francia / Dinamarca 2017
Dir. y guión: Ruben Östlund. Con: Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West.
“El Cuadrado es un santuario de confianza y cuidado. En su interior todos compartimos los mismos derechos y obligaciones”. Esta explicación acompañaba la instalación que en 2014 expusiera, en un Museo de Arte Sueco, Ruben Östlund, realizador de “The Square”, film surgido a consecuencia de aquella experiencia. La instalación consistía en un cuadrado insertado en el pavimento, cuyos límites eran establecidos por iluminación artificial.
“The Square” gira en torno al Director de un Museo Sueco de Arte contemporáneo, donde se exponen obras (“instalaciones”) cuyos paradigmas circunstanciales son un conjunto de pequeñas montañas de piedras y el anunciado “Cuadrado”. Un rebuscado y esotérico lenguaje (frecuente ante injustificables creaciones artísticas; el cine incluido) emerge para legitimar estas piezas del llamado “arte conceptual”. La burla generalizada que recogen estas creaciones por parte del gran público, es la misma que el realizador Östlund, efectúa en esta caricatura donde se burla “de todo y de todos”, incluyéndose a sí mismo y su obra.
La insistencia en la inconsistencia de la teoría caprichosa y “snob” en que se sustentan esas “performances”, deviene en un tautológico discurso sobre el arte moderno, que el realizador manifiesta a través del diálogo y los contenidos visuales de “The Square”.
En la segunda mitad, el guión se ramifica, aligera el relato, introduciendo comportamientos sexuales y sociales en los que se reflejan las viejas posiciones surrealistas, con un homenajeado Buñuel correteando entrelíneas (la secuencia de la multitud movida por un lunch, la presencia del mono en la fiesta y el hogar, etc.). de gran impacto humorístico.
Pero Östlund introduce una trampa, tanto para el crítico como para el espectador que valide o cuestione los fundamentos teóricos del arte. Si el seguimiento a los epígonos (aquí cinematográficos) de André Breton, queda justificado, acaso los (absurdos y snob) fundamentos de un arte conceptual contemporáneo no son parangonables en cuanto a su aceptación o rechazo. La víbora muerde su cola.
Este film, que cosechó numerosos galardones (Palma de Oro en Cannes, y otras distinciones que incluyen candidatura al Oscar representando a Suecia), cumple con creces su propósito de irritar (por lo que dice y cómo se dice), de entusiasmar (por lo que dice y cómo se dice), y también en su comienzo de aburrir. Acepte el desafío, no se levante de la butaca; por uno u otro motivo se divertirá con planteos intelectuales.
Cincuenta sombras liberadas (Fifty Shades Freed). EE.UU. 2018
Dir.: James Foley. Con: Dakota Johnson, Jamie Dornan.
A “50 sombras de Gray” (2015), siguió “50 sombras más oscuras” (2017), y ahora “50 sombras liberadas” (2018). Historias presuntamente eróticas, escritas por la londinense E.L. James (1963) quien -de acuerdo a lo visto en los films que las adaptan- está ligeramente atrasada en cuanto se refiere a escandalizar con prácticas sexuales; pudorosamente insertas en peripecia romántico/empresarial en torno a millonario y chica (más pícara de cuanto aparenta) con la que, finalmente, se casa. Horror, la señora James ha retomado el relato en otra novela.