Aunque el FMI reconoce la dificultad política de esta nueva configuración institucional de la zona euro, interpreta que es “una necesidad económica”. “Sin un cierto grado de unión fiscal, la región seguirá estando expuesta a riesgos existenciales que las autoridades harían mal en descartar”, advierte.
La idea no es nueva y hace tiempo que anda en la vuelta. Particularmente luego del estallido de la crisis de deuda en la zona euro en el año 2010 (concentrada en países que habían mentido respecto al estado de sus cuentas públicas) se hizo fuerte la idea de crear un Ministerio de Economía de la Unión Europea (UE) que tuviera poder de acción sobre las economías que conformaban el bloque. La cara más visible de esta propuesta era Alemania, que por entonces debía afrontar la responsabilidad de encontrar la dirección de la salida de la crisis. Sin embargo, otros países –con Francia a la cabeza- eran más reacios a esta posibilidad, ya que entendían que estaban cediendo soberanía a la UE en la que Alemania tenía gran poder de decisión.
El FMI también se ha mostrado partidario de crear una nueva institucionalidad en la unión monetaria europea, y ahora vuelve a insistir con la idea, según un artículo publicado por los expertos del organismo Helge Berger, Giovanni Dell’Ariccia y Maurice Obstfeld. A su entender “la zona del euro está experimentando una vigorosa recuperación, pero la arquitectura sobre la que se asienta la unión monetaria de Europa sigue estando incompleta y deja a la región vulnerable a futuras crisis financieras”.
Los funcionarios reconocen que “se han dado pasos importantes” para corregir alguna de las deficiencias que tenía la región, como la implementación de servicios de préstamos condicionales y aspectos básicos para lograr una unión bancaria. Sin embargo, advierten que la zona del euro tiene que ir armando los elementos de una política fiscal común, lo que incluye una distribución más amplia del riesgo fiscal a fin de preservar la integración y la estabilidad financiera y económica. “Sin un cierto grado de unión fiscal, la región seguirá estando expuesta a riesgos existenciales que las autoridades harían mal en descartar”, sostiene el artículo.
Unidos venceremos
El FMI se refiere a la “Unión Económica y Monetaria (UEM) de Europa”, evaluando que si ésta fuera como cualquier otra zona monetaria importante, como Estados Unidos, los Estados miembros afrontarían juntos los shocks económicos y financieros. “Habrían dotado de facultades a un gobierno central o contarían con instituciones que actuarían de manera mancomunada para abordar la situación de las entidades financieras en dificultades, garantizar los depósitos bancarios y brindar alivio fiscal a los Estados miembros que atraviesen recesiones particularmente profundas”, fundamenta.
Sin embargo, sostiene que “la UEM no es un ente político, y sus miembros retienen mucha de su autonomía”, lo que “los deja expuestos a graves shocks idiosincrásicos -económicos o financieros-, sobre todo en los casos en que los niveles de endeudamiento público ya son elevados y cuando los gobiernos no disponen de mucho margen para responder con políticas fiscales”. Asimismo, agrega que los bancos de la zona del euro son propietarios de cuantiosas sumas de deuda interna soberana o pública, lo cual deja la puerta abierta a un círculo vicioso en que los problemas soberanos y financieros se agravan mutuamente. “Como lo demostró la reciente crisis financiera, esta dinámica puede dar lugar a una propagación de graves efectos de contagio negativos a otros países dentro y fuera de la UEM”, advierten los autores.
Debido a ello, un primer paso que deberían tomar en la UE es completar “a la brevedad” la unión bancaria. El FMI destaca los rápidos avances logrados tras la crisis de deuda como la adopción del Mecanismo Europeo de Estabilidad, el establecimiento de instituciones centrales de supervisión financiera y reestructuración bancaria. Sin embargo, aclara que la zona euro sigue funcionando sin políticas unificadas que respalden un sistema eficaz de garantía de depósitos para toda la zona y sin un mecanismo común de apoyo para el Fondo Único de Resolución.
No es lo único
“Pero la unión bancaria, si bien es vital, no es suficiente”, sostienen los autores. A su entender, la UEM también requiere una unión fiscal para aliviar los shocks macroeconómicos específicos de cada país. Mientras que las uniones monetarias establecidas cuentan con mecanismos automáticos de distribución del riesgo, que protegen frente a riesgos relacionados con el ciclo económico, los mercados privados no ofrecen cobertura suficiente para hacer frente a caídas del consumo durante una crisis económica. Si bien una opción es aumentar el gasto público, ello trae aparejados aumentos de impuestos y reducciones del gasto más adelante y tal vez no sea una opción cuando la deuda pública ya es muy elevada. “La opción ideal es establecer un sistema mediante el cual los Estados miembros se cubran mutuamente compartiendo el riesgo fiscal”, estima el FMI.
“Sin elementos más tangibles de una unión fiscal, la zona del euro seguirá siendo fundamentalmente vulnerable a los shocks”
Para lograrlo y al mismo tiempo evitar las transferencias permanentes de fondo, hay propuestas a favor de establecer un sistema de seguro de desempleo a nivel de toda la UEM para estabilizar directamente los ingresos privados. Sin embargo, un mecanismo fiscal central específico -que recaudaría las contribuciones anuales de los miembros a cambio de transferencias vinculadas a shocks nacionales cuando ocurran- ofrecería algunos de los mismos beneficios sin exigir la armonización del seguro de desempleo.
En principio, la participación en este mecanismo también podría estar condicionada al cumplimiento de reglas fiscales o reformas estructurales para ayudar a reducir la probabilidad de que la distribución del riesgo diera lugar a transferencias unilaterales a largo plazo. De acuerdo a los autores, algunos problemas que todavía persisten, como los préstamos en mora, deberán abordarse por separado.
Nada es imposible
Si bien el FMI reconoce la dificultad política de esta nueva configuración institucional de la zona euro, interpreta que es “una necesidad económica”. “Para progresar es necesario un profundo debate público, en un momento en el que incluso no todos los Estados miembros comparten el objetivo de la integración europea, (…). Sin embargo, la realidad económica tiene medios para hacerse valer, al margen de las mareas políticas del momento. A fin de cuentas, sin elementos más tangibles de una unión fiscal, la zona del euro seguirá siendo fundamentalmente vulnerable a los shocks”, concluye el artículo.