Por Álvaro Sanjurjo Toucon
Los habitantes de la antigua Banda o Provincia Oriental, hoy devenidos en uruguayos, tuvieron en el fútbol un elemento identificatorio, y esa peculiaridad conformó una tardía unidad nacional, precursora de un sentimiento patrio, construido en torno a una pelota que heroicos supimos dominar. El cine uruguayo registró esa gesta, dentro de una temática inconfundible, el cine de los “celestes”.
El tema está sobre el tapete nuevamente, ahora con motivo del estreno del documental “Sangre de campeones”, de Sebastián Bednarik y Guzmán García (y del inminente Mundial de Rusia).
Vayamos al origen de los hechos. En los años veinte del Siglo XIX, el Imperio del Brasil, invade las Provincias Unidas del Río de la Plata, más concretamente la Provincia o Banda Oriental. La salida a esta usurpación, es producto de una convención celebrada en Río de Janeiro, en la que participaran: el representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina), el Emperador del Brasil, y el artero Lord Ponsonby, emisario de la Corona Británica. Las partes acordaron –aunque Rivadavia calificó a aquello de “pacto deshonroso”- que la Provincia Oriental, sería amputada a su unión con todas las demás a las que siempre perteneciera, en tanto el Emperador del Brasil la declaraba independiente (pero no a toda ella pues se quedó con las Misiones), y los ingleses, una vez más, dividían para reinar. Así, los habitantes de dicha Provincia –tan argentinos como los de las restantes-, sin quererlo ni reclamarlo, debieron apresurarse y redactarse una Constitución (debidamente tutelada por los firmantes del acuerdo). Lord Ponsonby lograba un territorio fácil para los intereses británicos. El historiador Guillermo Vázquez Franco ha ilustrado y documentado este proceso, sintetizado aquí rápidamente, luego de leer a tan autorizada pluma.
Esta es la verdadera, triste y poco heroica historia del nacimiento de la “República Oriental del Uruguay” (o R.O.del.U. que también es una pizzería), denominación a la que fueron totalmente ajenos los más tarde llamados “orientales” o “uruguayos”.
Las luchas intestinas dividieron en mitades al inventado país. Dos grandes caudillos, Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, se disputaron muchas cosas (dícese que entre ellas a la actriz Trinidad Guevara), dando lugar a los partidos Nacional o Blanco, y Colorado. Divisas luego asociadas con “el interior” y “la capital montevideana”, respectivamente. La división de aquella nacionalidad impuesta, se vio acentuada por las figuras de Batlle y Saravia. Ni la irrupción de socialistas, comunistas y anarquistas, borró la frontera divisoria, ya que unos y otros se decían marxistas, bakuninistas, o lo que fuera, sin dejar a un lado su “coloradismo” o “blanquismo” históricos.
Aquella Gran Bretaña representada por Ponsonby, no tuvo que esforzarse mucho para dominar a la nueva nación. Sin complicaciones políticas ni militares, ingleses fueron los frigoríficos, la empresa de aguas corrientes (Montevideo Waterworks), la del gas (The Montevideo Gas Company), buena parte de la banca nacional y extranjera, las empresas de seguros, los tranvías, etc. etc. Y tendrán (hasta hoy) su iglesia y su cementerio. Pero la presencia de la “pérfida Albión”, tendrá su mayor incidencia y dejará su huella más profunda con perdurable fuerza, a través del Ferrocarril. Un ferrocarril que una vez convertido en chatarra se utilizó para pagar la deuda por la carne que el Uruguay (Corned Beef Product of Uruguay) le vendiera a Inglaterra durante la guerra. Pero, dejemos a un lado rieles, vagones y durmientes. Porque los ingleses del ferrocarril tenían algo muchísimo más importante: un club, el CURCC, donde se practicaba un juego de pelota cuyas reglas eran, por supuesto, inglesas. Dicho deporte, llamado “foot-ball”, se extendió rápidamente. Lo hizo entre todas las clases sociales, pero en especial en aquellos sectores populares que lo castellanizaron como “fóbal”.
Consecuente con su eterna división, la ex Banda Oriental, también la tuvo en el “fóbal”: Peñarol, Nacional y los que vendrán detrás.
Sin embargo, el sentimiento unánime de pertenencia de los uruguayos a una nación común, lo logra la presencia y triunfo de los jugadores que luciendo la camiseta “Celeste” (color de la bandera de nuestra patria original), llevaron el nombre de Uruguay a lo más alto del podio olímpico en 1924 y 1928. El Mundial del 30, con su peculiar final, será visto en próxima nota.
Y los inventados, los sometidos por el Imperio del Brasil, pudieron doblegar al mismo emperador, sus súbditos y los descendientes de todos ellos. Fue un 16 de Julio de 1950, en el mismo Río de Janeiro donde poco más de un siglo atrás, no nos dejaran “ni mirar la pelota”.
Amsterdam, Colombes, el Estadio Centenario, Maracaná, el Mariscal Nasazzi, José Leandro Andrade, el inolvidable Obdulio “Negro Jefe” (insolentemente ladeado por muchos de quienes jamás pisaran tan siquiera “un campito”) y todos los jugadores celestes que les acompañaran, lograron unir a los orientales, permitiéndoles, finalmente, hallar la materia que los cohesionara, fraguando un sentimiento de identidad propia, en biunívoca correspondencia de nación y patria.
El país inventado tenía alma, el cine lo testimoniará.
Antes de 1948, las cámaras de cine de los uruguayos registraron eventos futbolísticos, pero no recordamos –probablemente lo haya- film alguno enteramente dedicado al tema fútbol. En ese año, el uruguayo Adolfo Fabregat dirige “Uruguayos Campeones”, largometraje con la actriz Chelita Linares –famosa por su personaje radiofónico de “La Chimba”, creado por Wimpi- y el recordado cantante de tangos Carlitos Roldán.
Nobel Valentini, creador del álbum “Goles y Dobles” y figura de otras actividades ligadas al deporte-, partícipe de “Uruguayos Campeones”, fue el narrador de un improvisado documental sobre el Campeonato de Maracaná. Se trata de “Campeones del Mundo”, estrenada a un mes del triunfo celeste. Si bien carecemos de mayores datos, el sentir la alegría de “ser celeste” llegó hasta la propaganda disimuladamente inserta en el film. Según recuerda el cinéfilo y futbolero Ricardo Rolando, en determinado momento, una pareja sentada a la mesa de un bar, bebe una “Coral” –bebida cola uruguaya que como “proustiana magdalena” nos conduce al dulzor intolerablemente empalagoso de los jarabes para la tos- y una naranjita “La Salteña”, de buen recuerdo. Ambas provenían de CUBSA (Compañía Uruguaya de Bebidas Sin Alcohol).
En 1953, el equipo de Uruguay enfrenta a Inglaterra en el Estadio Centenario. Los inventores del fútbol fueron derrotados 2 a 1, y el partido era parcialmente documentado en “Maestros contra campeones”, mediometraje con ligeros aspectos argumentales. A pocas cuadras del Estadio, se halla la Embajada Británica, sobre la calle Lord Ponsonby.
La derrota uruguaya del Mundial de 1954, no mitigó la devoción. Un documental sobre aquel campeonato, fue exhibido en el cine “Victory” (18 de Julio frente a “El entrevero”). Parte de lo recaudado, se dijo sin especificar porcentaje, estaba destinado a Obdulio Varela, cuya foto era obsequiada a los espectadores.