Remarca que el crecimiento es menor que el estadístico que brinda el gobierno y explica el mecanismo que utiliza para establecer que los números no reflejan la realidad y que la economía está “virtualmente” estancada. A su vez, no ve mucho interés por parte de la actual administración de impulsar este año las modificaciones que el país necesita, y solo espera que esta haga lo posible para no profundizar el deterioro fiscal.
Si bien la economía uruguaya creció un 1.6% durante el año 2018, acumulando su decimosexto año de crecimiento consecutivo, desde el punto de vista técnico el país se encuentra en recesión al acumular dos trimestres consecutivos de caída de la actividad. Todo esto sin perder en cuenta el contexto regional y que el país afronta un año electoral. ¿Cuáles son los desafíos en materia económica que tiene el Uruguay en ese escenario?
Más allá de la cuestión de los dos trimestres consecutivos de caída del PBI como indicativos del ingreso de la economía en una fase recesiva, me parece pertinente hacer algunas puntualizaciones. Las mediciones estadísticas sobre la evolución del PBI se hacen con las ponderaciones sectoriales de la matriz productiva del año 2005. En consecuencia, el enorme abaratamiento que se produjo desde entonces en las telecomunicaciones lleva a que se sobreestime el crecimiento del PBI real. Esto es, el crecimiento real es menor que el estadístico.
Si se eliminara del cálculo el sector de Transporte, Almacenamiento y Comunicaciones, se advierte que el crecimiento del PBI fue promedialmente del 0.1% en cada año del último quinquenio.
Virtualmente estamos estancados. De hecho, sectores como la Agropecuaria y la Industria Manufacturera experimentan caída en su producto sectorial en los últimos años. Esto guarda relación con lo que ocurre en materia de inversión y de empleo.
En el último quinquenio el empleo cayó, se perdieron unos 47.000 puestos de trabajo. Por su parte, la inversión bruta de capital fijo cayó en el 2018 por quinto año consecutivo.
Representó el 16.5 % aproximadamente del PBI del año pasado. Con caída de empleo y de la inversión es imposible recoger tasas de crecimiento del PBI, como efectivamente ocurrió.
Los indicadores de anticipo corroboran que la economía sigue actualmente estancada.
Ceden las exportaciones y también las importaciones (afectadas en su valor por el aumento del precio de petróleo) y el consumo privado como motor de la demanda sigue perdiendo fuerza.
Claramente, los frentes más complicados para la administración en un contexto donde la actividad no crece son el empleo, el deterioro acumulado de la competitividad y el mayor déficit fiscal.
Y la región, en particular la situación argentina, no está ayudando tampoco para facilitar el accionar de las políticas públicas.
Aún queda un año para el cambio de gobierno. ¿Qué puede hacer la actual administración para dejar el país en las mejores condiciones posible? ¿O hay que esperar al 2020 para ver, por ejemplo, una reforma del BPS, o cambios en la educación, las empresas públicas, una adecuación de la normativa laboral a los nuevos tiempos, o una regla fiscal, entre otros temas que son vitales para el país?
No soy optimista al respecto. Confío en que la administración haga lo posible para no profundizar el deterioro fiscal. Pero no es esperable reformas en ningún plano, en ninguno de los aspectos que se indican.
¿Cuáles son las fortalezas que tiene el país para transitar este período?
Si bien hay deterioro fiscal, la deuda del sector público es manejable. La deuda neta ronda el 32% en relación al PBI. Si la ajustamos por las obligaciones en moneda extranjera con el sector financiero -esto es, deduciendo los encajes bancarios-, debe representar algo por encima del 40% s/ PBI.
El cronograma de las obligaciones está muy bien estructurado y diría que allí tenemos la principal fortaleza para hacer frente cualquier eventualidad.
¿Cuáles son las principales amenazas y de dónde provienen?
La principal amenaza proviene del frente fiscal. Estamos ya con un déficit fiscal global equivalente al 4.5% del PBI. El año pasado, se registró como ingreso extraordinario el remanente del Fondo de Estabilización Energética. Ya no hay saldo para verter a la Tesorería en el 2019.
En consecuencia, ajustada la base de comparación, el déficit actualmente sería algo mayor: entre 4.6 y 4.7% del PBI.
Según el INE, los sueldos en el sector público se ajustaron en un porcentaje similar al IPC del 2018, pero en virtud de los aumentos previstos en la Rendición de Cuentas, finalmente resultaron en un incremento promedio del 9.8% desde el comienzo del año en curso. Con una inflación prevista del 7.5% para el año, implica un aumento real. En el gasto en sueldos y también en pasividades.
El gasto en pasividades del BPS continúa creciendo; hoy ronda el 8.8% del PBI. Recordemos que además está el gasto asociado al Fonasa, que con todos los colectivos incorporados, su gasto total debe rondar seis puntos porcentuales del PBI. Si a ello le agregamos el mayor ritmo de ejecución en la obra pública en la Administración Central, no se advierte cómo puede mantenerse el gasto público; debería aumentar. La situación de estancamiento naturalmente afecta los ingresos tributarios. En fase ascendente del ciclo tienden a aumentar algo más que la tasa de expansión, pero con actividad resentida tienden a descender.
Ya lo vemos en la recaudación del IVA; tomando promedios de 12 meses móviles, está cayendo desde comienzos de año.
En otros términos, el déficit en mi opinión debería aumentar. Y ello sin dudas es un serio problema.
Es claramente una situación que no es sustentable de cara al futuro.
Se deben adoptar correctivos con celeridad; la deuda con estos niveles de déficit no es sustentable.
¿Qué aspectos hay que corregir para volver a la senda de un crecimiento sólido?
En la segunda pregunta, ustedes presentaron un buen menú de reformas indispensables para llevar a cabo. La economía uruguaya está operando casi en la frontera de sus posibilidades.
Para crecer hay que correr esa frontera y para que ello sea posible, se debe pensar en llevar a cabo ese tipo de reformas. En el menor tiempo posible.