Pablo Rosselli, economista, master en Economía
El gobierno entrante deberá afrontar algunas dificultades, producto de un bajo crecimiento de la economía. “Si Uruguay no recupera tasas de crecimiento más altas, no será posible generar empleos de calidad, ni habrá condiciones para nuevos aumentos del salario real”, advierte el especialista en la materia.
¿Cuáles son los desafíos en materia económica que tiene Uruguay en lo inmediato –año 2020-, ante un escenario de escaso crecimiento, en medio de una región que tampoco crece y que tiene problemas sociales, y en un mundo donde la guerra comercial entre Estados Unidos y China acelera la desglobalización?
El principal desafío que encontrará el próximo gobierno en el frente económico es recuperar tasas de crecimiento de 3%-4% anual. Desde que terminó el auge de las materias primas a fines de 2014, la economía uruguaya ha estado creciendo a una tasa de aproximadamente 1.5% anual, que además de extremadamente baja es totalmente insuficiente para atender las expectativas de la sociedad uruguaya. Para ser más precisos, si Uruguay no recupera tasas de crecimiento más altas, no será posible generar empleos de calidad, ni habrá condiciones para nuevos aumentos del salario real. Sin más crecimiento económico, tampoco será posible continuar bajando la pobreza y la desigualdad.
Ahora, para recuperar mayores tasas de crecimiento en ausencia de una mejora (que no se prevé) del contexto internacional, el próximo gobierno deberá corregir una serie de desequilibrios macroeconómicos y, al mismo tiempo, deberá llevar adelante una serie de reformas económicas que potencien la inversión y la productividad. En relación a los desequilibrios macroeconómicos, está claro que Uruguay debe reducir considerablemente el déficit fiscal, que se sitúa en niveles insosteniblemente altos. Por otra parte, es necesario corregir gradualmente los precios relativos a través de un incremento del dólar que supere a la inflación doméstica, porque Uruguay se ha quedado extraordinariamente caro en relación a cualquier referencia relevante (Estados Unidos, Europa, Argentina, Brasil). Sin embargo, la corrección de precios relativos se ve muy limitada por los registros de inflación, que no pueden bajar en un marco de indexación plena de los salarios a la inflación pasada. Por eso, el próximo gobierno debería introducir modificaciones en el funcionamiento de los Consejos de Salarios. La realidad es que los salarios actuales resultan elevados en relación a la productividad. La falta de crecimiento económico y el desajuste de los salarios son las dos variables que más pesan en la reticencia de las empresas a contratar más trabajadores y en la tendencia declinante que se observa en el empleo desde 2015.
Por último, junto con el ajuste de los desequilibrios macroeconómicos, el próximo gobierno debería abordar una agenda de reformas que incluya una mayor apertura de la economía, una mejora sustantiva en la regulación de las empresas públicas y de otros sectores de servicios domésticos donde la competencia es insuficiente y donde los costos de esos servicios son demasiado elevados. También es clave mejorar la calidad del gasto público y la asignación de ese gasto, procurando contener el crecimiento de las transferencias para poder destinar más recursos a la seguridad, a la erradicación de asentamientos, a la educación, a ciencia y tecnología y a la innovación. Además será clave procesar cambios importantes en el sistema educativo, donde observamos aprendizajes extremadamente desiguales (los jóvenes de hogares pobres aprenden mucho menos que los jóvenes de hogares ricos) y niveles muy elevados de abandono. Sin querer agotar la agenda de reformas pendientes, la reforma de la seguridad social es otro desafío impostergable.
¿Cómo evalúa las propuestas económicas de las autoridades recientemente electas?
El Partido Nacional fue muy enfático durante la campaña electoral en relación a la necesidad de atacar el déficit fiscal y eso constituye, a nuestro juicio, un claro acierto de diagnóstico. El presidente electo asumió un fuerte compromiso de no subir los impuestos ni las tarifas, que históricamente han sido herramientas clave en cualquier ajuste fiscal. Para honrar esa promesa, el próximo gobierno deberá extremar los esfuerzos por el lado del gasto. Será un desafío enorme cumplir el objetivo fiscal sin apelar a más impuestos o más tarifas. En el transcurso del próximo año los mercados y las calificadoras de riesgo estarán siguiendo con particular atención la evolución de las cuentas públicas.
Con respecto a la necesidad de procesar un ajuste de precios relativos, el gobierno electo tiene claro ese objetivo y apela a que la reducción del déficit fiscal permita avanzar en el objetivo de recuperar competitividad. A nuestro juicio, para recomponer la competitividad en un tiempo razonablemente corto es necesario también actuar sobre el funcionamiento de los Consejos de Salarios.
En materia económica, ¿cuáles son los temas más urgentes a resolver en el corto y mediano plazo?
En el corto plazo, el próximo gobierno deberá comunicar y poner en marcha una estrategia creíble de ajuste fiscal. Los mercados y las agencias calificadoras nos están dando cierto tiempo para corregir la situación fiscal, pero no hay ninguna razón para postergar las medidas de ajuste. A nuestro juicio, también es imperativo lograr una desindexación parcial de los salarios. Eso puede derivar en alguna pérdida moderada de salario real pero la realidad es que los ingresos de los trabajadores ya están cayendo, porque está cayendo el empleo. La política salarial haría muy mal en no reconocer ese dilema: con salarios elevados en relación a la productividad, el ajuste del mercado de trabajo es inevitable y opera por precio o por cantidad. En los últimos cuatro o cinco años lo hemos visto operar por el lado del empleo.
¿Cuáles son las fortalezas que tiene el país para afrontar ese contexto de turbulencias y guerras comerciales que mencionábamos en la primera pregunta?
Uruguay es ampliamente reconocido por la calidad de sus instituciones y por la solidez de su democracia. Es un país de ingreso per cápita alto y niveles de desigualdad bajos para los parámetros regionales. Todos ellos constituyen pilares importantes para una estabilidad política y social. El perfil de la deuda pública, los niveles de reservas internacionales del sector público, el acceso a líneas de financiamiento de los organismos multilaterales, son fortalezas importantes desde un punto de vista financiero.
Sin embargo, no deberíamos descansarnos en esas fortalezas. La economía uruguaya está creciendo a un ritmo inaceptablemente bajo, en medio de importantes desequilibrios macroeconómicos (déficit fiscal, atraso cambiario, inflación relativamente alta) que han derivado en niveles muy reducidos de inversión. Es imperativo volver a crecer a tasas aceptables y para eso se requieren reformas y ajustes macroeconómicos.