Por Fernando Vargas (*)
¿Qué hace falta para reactivar el sector?
Diversos países de la región se preparan para salir del confinamiento e iniciar un gradual relanzamiento de la actividad económica. En ese escenario, la prioridad es garantizar la salud de los trabajadores y sus familias. En materia económica, políticas orientadas exclusivamente a la oferta no serán suficientes para garantizar la transición hacia la nueva normalidad. Éstas deberán ser complementadas con políticas de fortalecimiento de la demanda y para dinamizar los mercados internos, además de atenuar la pérdida de empleos y de capacidades productivas de las empresas, particularmente entre las pequeñas y medianas. Ejemplos de intervenciones posibles se ofrecen a continuación:
Por el lado de la oferta
Financiamiento contra cíclico para la innovación: La innovación podría ayudar a las empresas a desarrollar nuevos modelos de negocio e implementar cambios organizacionales para absorber los choques a corto plazo y garantizar su viabilidad y crecimiento a largo plazo. En una región que se caracteriza por bajos niveles de apoyo público a la innovación, se refuerza la necesidad de fortalecer un portafolio de instrumentos de fomento que combine la provisión de matching-grants, con créditos blandos y garantías ‘tecnológicas’ que aminoren los riesgos de mercado asociado a desarrollos tecnológicos.
Fomentar la digitalización: Las medidas sanitarias derivadas de la pandemia imponen restricciones a las transacciones económicas que requieren cercanía física entre personas. La capacidad de realizar transacciones y operaciones digitales con clientes y proveedores, así como dentro de la empresa, atenúa estas restricciones. Para atender a la mayoría de las empresas se debe intervenir vía programas masivos y estandarizados que permitan mejorar la capacidad digital empresarial, incluyendo métodos de formación virtual para la incorporación de aplicaciones digitales iniciales (ligadas, por ejemplo, a transacciones y medios de pago electrónicos), programas de extensionismo tecnológico que apoyen la digitalización de los procesos de producción, y formación masiva de trabajadores en habilidades digitales (Navarro & Cathles 2019). El reto de la digitalización es diferenciado según el nivel de sofisticación tecnológica de las empresas. Empresas manufactureras maduras tecnológicamente, y en países con mayor desarrollo industrial como Argentina, Brasil y México, se puede apuntalar la recuperación mediante la incorporación de tecnologías más sofisticadas, asociadas a Industria 4.0.
Por el lado de la demanda
Promover la demanda interna será fundamental ante la incertidumbre en torno a la recuperación de la demanda global, particularmente en sectores como turismo, transporte, y la afectación en cadenas globales de suministro. Reactivar la capacidad industrial sobre bases de mayor equidad puede beneficiarse de las nuevas prioridades del Estado en torno al manejo de la crisis de salud y la creación de condiciones para que algunas actividades manufactureras se vean favorecidas por las medidas para la recuperación. Los sectores productores de alimentos, textiles, químicos, y dispositivos médicos tendrán espacio para satisfacer la nueva demanda local. El Estado puede incentivar el desarrollo de productos o modelos de negocio nuevos para el mercado, vía Compras Públicas de Innovación (Crespi 2017).
Políticas activas son necesarias también para revertir deficiencias estructurales en materia de distribución de la riqueza. Onudi (2017) demuestra que fortalecer el poder adquisitivo entre los segmentos de ingreso medio es un poderoso factor de impulso a la demanda interna por nuevos productos, innovación y en última instancia, diversificación, empleo y desarrollo industrial.
Creación de resiliencia a largo plazo
América Latina y el Caribe enfrenta el reto de reestablecer rápidamente la actividad económica, salvaguardar la salud de la población y sentar las bases para transformar la actividad productiva con criterios más explícitos de resiliencia a largo plazo (Santiago et al 2020). La diversificación de mercados de exportación, la articulación de encadenamientos productivos mediante inversiones en infraestructura, en conocimiento y su aplicación en actividades productivas debe incluir la creación de resiliencia frente a eventos extremos.
Covid-19 es un ejemplo en materia de salud, sin olvidar los efectos devastadores derivados del cambio climático en la región, uno de cuyos ejemplos más marcados es el fenómeno del Niño y el acrecentamiento de sus efectos asociados -sequías (Colombia, Venezuela, México y América Central), lluvias torrenciales e inundaciones (Argentina, Perú y Chile), o el aumento en la frecuencia e intensidad de incendios forestales (Brasil) (Ferreiro 2015).
Es posible generar y en su caso, expandir mecanismos de cooperación que permitan a los países de la región presentar un frente común ante contingencias de salud y medioambientales con impactos económicos, de migración y seguridad interregional. En este sentido, conviene seguir de cerca y aprender de dos iniciativas en curso.
Primeramente, el “Plan de Contingencia Regional frente al Coronavirus” a través del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), cuyo objetivo es complementar acciones de salud en el nivel nacional, sirviendo además como marco para la coordinación de acciones en materia de economía, seguridad y comunicación dentro de la región centroamericana (SICA 2020). Por otro lado, dada la limitada capacidad científica y tecnológica de la región respecto a otras regiones en desarrollo, es muy oportuno el llamado hecho recientemente por el BID-INTAL a presentar trabajos de investigación encaminados a producir diagnósticos rápidos y propuestas de intervención específicas en áreas como comercio e integración regional y global de América Latina y el Caribe post-Covid-19 (BID-INTAL 2020).
Iniciativas de este tipo son consistentes con esfuerzos para movilizar capacidades tecnológicas y productivas para atender la emergencia de Covid-19 (Santiago et al 2020). Deberían ser fuente de inspiración para otras iniciativas de cooperación regional tendientes a convertir la pandemia en un punto de inflexión hacia un desarrollo más acelerado, equitativo y sustentable en el largo plazo.
(*) Especialista en Competitividad, Tecnología e Innovación, Banco Interamericano de Desarrollo