Por Conrado Rodríguez (*) | @Dip_ConradoRod
De tanto en tanto la política y los políticos están en el ojo de la tormenta. Desde niño he visto diferentes momentos con mayor o menor grado de ataque hacia la política y sus integrantes.
Cada cinco años siempre aparece alguien que pretende erigirse como el superador de supuestas prácticas nocivas, para señalar con el dedo acusador a los que están, asegurando y augurando que una forma distinta de hacer política es posible.
Comienzan los jingles, las luces de las marquesinas y los eslóganes vacíos. Muchos ciudadanos que pretenden renovar su fe en el sistema, se ven tentados, y terminan prefiriendo al que no conocen pero suena lindo, porque los atrae con alguna idea diferente que entusiasma, con un gran marketing alrededor, que a los que ya conocen.
Proclaman que el que no estuvo es siempre mejor que el que está y no colmó las expectativas.
Gente con autoproclamados valores morales superiores intenta menospreciar a los que sienten la política como un ejercicio cotidiano de encuentro, de ideales, de discusión y sacrificio permanente, como una verdadera herramienta de cambio, al servicio del ciudadano.
La supuesta “nueva política” se abre paso para desplazar a la “vieja”, atada a los peores vicios, y responsable de todos los pesares.
Aquellos que recorren, se embarran, hablan con la gente, los que se dedican los días de semana y también los fines de semana para escuchar, dialogar, para estudiar y proponer, pasan a ser descalificados, para que ya no puedan aportar más.
La “nueva política” intenta marcar los errores de la “vieja”, y mientras los flashes la acompañan, la soberbia se siente cómoda y posa sonriente en su nuevo lugar.
Algunos aprovechan que la política no puede dar todas las respuestas, ni todas las certezas –porque sencillamente no las puede dar-, y señalan que son capaces de salvar al país y de paso el mundo en poco tiempo, como si por arte de magia, con tan solo un chasquido de dedos, las cosas se convierten en lindas, buenas y sanas.
Pero es cuando asumen sus nuevas posiciones que en poco tiempo empiezan los problemas. La realidad primero los condiciona, luego los golpea y les enseña. Administrar en la escasez, gestionar un Gobierno que implica negociación y discusión con el que piensa distinto, logrando acuerdos, pero las más de las veces primando el disenso, que impone tomar decisiones que siempre afectan a unos u otros.
La “nueva política” se desacomoda y comienza a parecerse a la “vieja política”, que necesita hacer concesiones para lograr resultados. Mientras tanto, y en el camino, se descascaran los discursos y caen las promesas.
Es que comienzan a advertir que no todo se puede hacer, y menos aún de la manera como lo soñaban. Los frenos y los contrapesos de la democracia representativa, los intereses contrapuestos, las ideologías en disputa.
Es que la política debe caminar por una fina cornisa para no romper con determinados equilibrios, para no caer de un lado o del otro sin lastimar con su peso. Es claro que los seres humanos pensamos distinto, vemos las cosas desde diferentes ópticas. Lo que para unos es una política de Estado exitosa, para otros puede significar la imposición de un proyecto con un sesgo ideológico determinado, que no los representa.
La esencia de la política es la negociación, es el debate, el encuentro y el desencuentro, la construcción desde los cimientos o también el revestimiento sobre lo ya construido.
Las realizaciones humanas para que tengan vocación de permanencia necesitan un ejercicio diario de diálogo y tolerancia, porque nadie es dueño de la verdad. A esto se tiene que estar dispuesto, para hacer política de verdad.
Son los políticos profesionales, aquellos tan vituperados por la “nueva política”, quienes dedican su vida a lograr el entendimiento por encima de las diferencias, quienes sostienen la bandera de los valores cuando parece decaer el sistema.
Todo esto parece poco y fácil, pero realmente no lo es. Es cuando se acaban los flashes, en el silencio que impone el trabajo, la responsabilidad y la convicción, donde se fortalece el ser político, y con él, las instituciones que representan.
Nada más elocuente para describir este sentir, que las palabras de Don Renán Rodríguez, a la sazón, Presidente de la Corte Electoral, que en 1990 cuando renuncia al organismo, lo hace con una carta que pone una vez más de relieve la esencia de la política: “Todos miran el brillo de las coronas pero nadie mide su peso y su pesar, dice, palabras más o menos, Baltasar Gracián. Cambiemos como corresponde a nuestros tiempos republicanos corona por posiciones públicas y el aserto conserva todo su valor.”
“Los miembros de esta Corte conocieron ese peso y ese pesar. Sin embargo, no mellaron sus ánimos las manifestaciones de la estolidez de las facciones, surgidas de pasiones políticas desatadas. Cuando estuvieron en Corte, hicieron lo que debieron, al margen de que hubiere o no ruido de tumulto.”
“…Todo bullicio pasó y en el ambiente calmo de nuestra sala de trabajo hemos proclamado los resultados de la manifestación de la voluntad popular cuya autenticidad nadie discute”
El bullicio pasa, el silencio reina, y el deber y la responsabilidad se imponen. Y mientras algunos se dan cuenta que era más difícil de lo que pensaban, la “nueva política” mira a la que calificaron de “vieja política”, y se dan cuenta que la política es una sola, con cosas buenas y malas como en todas las actividades, pero que siempre se debe preservar su esencia.
Son los buenos políticos –de todos los Partidos- quienes deben de reivindicar a la política, no para ocultar sus errores, sino para mejorarla y perfeccionarla.
Por esto nunca es bueno calificarla para obtener un beneficio tan fugaz como su poca vocación por mejorarla; para hacerla una actividad de servicio que propenda al bien común, que impulse con vigor el desarrollo de las potencialidades de las personas, para que logren una vida próspera y de realizaciones, para ellos y sus familias.
Seguirán apareciendo los “salvadores” de siempre que quieran subestimarla, y en algunos casos que quieran denostarla, culpabilizándola de sus errores.
Bienvenidos a la política los que quieran aportar para lograr cambios que beneficien a la gente. La política se nutre de todas las áreas del conocimiento, y de todas las ópticas, todas ellas son necesarias.
Apuntalemos siempre al mejoramiento del sistema, pero no olvidemos que la política no es responsable de nuestras propias falencias como seres humanos; en todo caso, que sean aquellos que la denuestan y califican, que asuman alguna vez que no la quisieron porque no fueron capaces de entender su verdadera esencia.
(*) Diputado del Batllismo – Batllistas – Partido Colorado