Ricardo Cabrera, presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi)
La hoja de ruta de este año se presentó como ambiciosa, sin embargo ya lleva varios objetivos cumplidos a pesar de los difíciles tiempos. Apostar al turismo local como nunca en la historia reciente y la incorporación de tecnología son dos de los pilares que mantienen al sector vitivinícola proyectándose con fuerza.
¿Cómo vislumbra el futuro inmediato? ¿Qué desafíos tiene por delante el sector en tiempos de pandemia?
Tenemos muchos desafíos por delante y eso nos entusiasma mucho porque en seis meses y en medio de una pandemia hemos diseñado una hoja de ruta ambiciosa pero realista, que ya estamos cumpliendo.
En primer lugar, nuestro proyecto insignia, que es la construcción de la sede propia de Inavi, que se levantará en un terreno comprado en el año 2013, en la Ruta 48 y Ruta 5, en los accesos a Las Piedras. Será un edificio de 1.600 metros cuadrados en dos plantas, con una bodega experimental y un laboratorio modelo y todas las comodidades para una sede de acuerdo al instituto que tenemos. Estamos muy orgullosos de esto y ni bien termine la feria de la construcción, comenzaremos la obra. Es un proyecto bandera para dejar a Inavi un valor patrimonial a futuro.
Por otra parte, otro de los grandes desafíos tiene que ver con la reconversión vitícola. Hoy tenemos 1.800 hectáreas de viñedos que están en decadencia productiva, y con este plan de largo aliento buscamos que la producción esté en consonancia con la realidad de los mercados, nacional e internacional, para que se produzca lo que demandan los consumidores.
En contrapartida, ¿cuáles son las amenazas que ve Inavi en el horizonte en un escenario mundial, regional y local complicado?
Obviamente, la pandemia frenó algunos proyectos, pero podemos decir que no fue el sector más golpeado. Iniciamos este año con una vendimia histórica y uvas de calidad excepcional, aumentamos el consumo interno y no perdimos exportaciones aún sin eventos internacionales. Más allá de los efectos globales que son adversos para todos, estamos satisfechos con el desempeño que hemos tenido en este año tan particular.
Quizás las amenazas o, mejor dicho, las dificultades, tienen que ver con los temas de competitividad o tipo de cambio que no están en relación directa a la pandemia. El tema arancelario es fundamental para competir en igualdad de condiciones.
¿Cuáles son las mayores transformaciones que se están dando en el sector?
La incorporación de tecnología, tanto en viñedos y bodegas como en el propio instituto, donde estamos incorporando un nuevo sistema isotópico para nuestro laboratorio, que permitirá seguir mejorando nuestros controles de genuinidad de los vinos uruguayos.
La vitivinicultura uruguaya logró georreferenciar la totalidad de sus viñedos y avanza en la trazabilidad de la uva, es decir, conocer cada detalle desde la planta a la botella. ¿Cuál es el impacto que esto tiene para los vinos uruguayos?
La georreferenciación era un gran debe que teníamos. Ahora, y a partir de la integración de un nuevo software, podremos llegar al viñedo vía satélite y ver hasta la nervadura de la hoja. Para ello estamos trabajando codo a codo con INIA, Facultad de Agronomía y grupos CREA. Se trata nada más ni nada menos que de tener la trazabilidad de la uva hasta la botella de vino que llega al consumidor. Y ello nos da la posibilidad de abrirnos más al mundo.
¿Cuál es el balance que hace del consumo interno en 2020 y qué comportamiento tuvieron las exportaciones?
El consumo interno en 2020 se incrementó un 13% con respecto a 2019, y hasta el mes de octubre las exportaciones ya superaban ampliamente los cinco millones de litros.
El turismo enológico, o del vino, se ha convertido en una nueva modalidad de recorrer el Uruguay. ¿Cuál ha sido la receptividad por parte de los uruguayos a esa opción y qué expectativas hay al respecto?
El turismo enológico es una unidad de negocio en sí misma, más allá de la productiva. Un gran número de bodegas, que va en crecimiento, han encontrado en el turismo una actividad sumamente valorada por el turista extranjero. Fue una reinvención para un grupo de bodegas que estaban a punto de cambiar de rubro y, sin embargo, apostaron al enoturismo y fue positivo.
Con la pandemia, el desafío fue mostrar esa experiencia al turista uruguayo, que quizás no tenía tanto conocimiento sobre el tema, y los resultados fueron magníficos. Desde Inavi, con nuestro departamento de Enoturismo, estamos trabajando en línea directa con el Ministerio de Turismo y la Asociación de Turismo Enológico del Uruguay para seguir potenciando un sector que tiene todavía mucho para crecer.
El año que viene vamos a trabajar en una campaña de consumo responsable para que nuestros consumidores conozcan que, con un consumo moderado, los beneficios del vino son enormes. Y continuar los planes de capacitación de nuestro personal, trasladarlo también hacia fuera y mostrar lo que hace el instituto a bodegas y productores.