La economista, y actual presidenta de Acadeco, en un mano a mano con CRÓNICAS, analizó diferentes escenarios de la actualidad uruguaya. Desde su vasta experiencia y amplio conocimiento del funcionamiento interno de las Afap, insistió en la necesidad de incursionar en reformas estructurales para el país como la educativa o la de la seguridad social. Además, destacó la gestión económica que se ha llevado adelante durante la pandemia y cómo esto posiciona a Uruguay ante el mundo.
Por Ariana Vezoli | @ArianaVezoli
Respecto a su presente, ¿cómo está funcionando la Acadeco? ¿Qué particularidades puede destacar?
Es un ámbito de discusión de temas económicos. La academia en sí, salvo en contadas ocasiones, no toma posición sobre los temas, sino que expone en mesa redonda distintas visiones. Por ejemplo, sobre seguridad social vamos a hacer una mesa. Tiempo atrás, en la pandemia, hicimos conferencias sobre las proyecciones epidemiológicas y la economía. La academia tiene académicos que fueron exministros, todos los expresidentes de la República son académicos de honor, excepto (José) Mujica que aún no aceptó.
Luego está Pharos, que lo fundamos en 2015, y se dedica a tomar temas y hacer propuestas de política pública. Hablamos de empresas públicas, tratados de libre comercio, Uruguay y la OCDE, competitividad departamental, fiscalidad y ciclo presupuestal, entre otros. Ahora justamente está en imprenta un trabajo sobre energías.
Además, comenzamos un estudio sobre más y mejor trabajo para todos. Porque no solo se trata de tener empleo formal, precisamos calidad, porque si no la solución de los muchachos es el pasaporte, y eso es lo más triste que le puede pasar a un país.
¿Cómo ve la economía global, que ahora es golpeada por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania?
Siempre se tiende a mirar cómo le va a ir a uno, cómo nos repercute. La invasión de Rusia a Ucrania, como la pandemia o la crisis de las (hipotecas) subprime, impactaron negativamente en el mundo y en el país; y las consecuencias, todavía las estamos viendo. No tanto lo de las hipotecas, pero sí lo del covid y la guerra, y sus repercusiones en las inflaciones de distintos países o la suba internacional de las tasas de interés. Todavía estamos muy inmersos en los impactos como para calibrar cuánto van a durar y qué efectos permanentes van a tener. Por lo pronto, los efectos transitorios no son buenos. El efecto inflacionario y la suba de tasas de interés repercutirá en economías como la nuestra con encarecimiento del crédito. Por tanto, los efectos de corto plazo no son buenos; vamos a ver cómo se reacomoda el mundo cuando esto pase. Esperemos que suceda pronto.
¿Qué aspectos de la economía local se pueden ver más afectados?
El shock que sufrió el empleo durante la pandemia fue muy fuerte. Recién ahora podemos decir que, por el lado de la industria y de las exportaciones se está recuperando, con un crecimiento bastante vigoroso; no así en el turismo.
En el ámbito de Comercio y Servicios, sector más empleador del Uruguay, hay un crecimiento, pero muy modesto, de alrededor del 2%. O sea que el pulmón empleador del país todavía está con problemas a más de dos años de la pandemia. Algo destacable es que el crecimiento de la actividad se ha dado más hacia grandes empresas que hacia pymes, y estas últimas son grandes empleadoras también. Vemos que el empleo está creciendo y el desempleo está cayendo, tomando niveles de 2019.
Por otra parte, los recientes efectos de la inflación internacional tampoco han sido buenos para Uruguay. Tenemos una inflación que ronda el 9%; casi todas las expectativas empresariales y de técnicos rondan esa cifra. Esto es muy por encima del techo establecido por el BCU y eso genera problemas. Porque la inflación es como un impuesto por tener dinero uruguayo. Ese es el impuesto regresivo que castiga a los más pobres, que no tienen manera de escapar del peso.
En síntesis, tanto por la actividad del empleo y de la inflación no han sido buenas noticias lo que recibimos desde la pandemia como ahora con la guerra entre Rusia y Ucrania.
La suba internacional de precios terminó por beneficiar a algunos sectores que venden mercadería al exterior. Además, los números del déficit mejoraron, pero los salarios no han parado de caer ¿Cómo evalúa la gestión económica en estos dos años y poco que lleva el gobierno?
Creo que Uruguay se ha destacado por ser de los países que más rápido ha podido despegar después de la crisis de la pandemia. Si bien es cierto que algunos sectores pueden estar creciendo, también hay un mundo más complicado, mucho más recesivo, y eso impacta tarde o temprano. Sobre el salario, pienso que no hay peor que el salario cero o quien tiene que trabajar en la informalidad. Se priorizó el empleo ante el salario. La inflación le está pegando, entonces todo esfuerzo para reducir el gasto o dar señales monetarias de que estamos en la senda de ajuste de inflación son bienvenidos. Para decirlo más claro, prefiero que el ajuste haya sido en un salario real que no creció tanto a que hubiera sido por un desempleo mayor.
Otro punto importante fue el anuncio de un subsidio por tres meses a quien emplee a gente que está desocupada (ver nota página 9). Hay que tener cuidado con ese tipo de intervenciones en el mercado de trabajo, porque son para determinadas edades y puede ocurrir que se desplace gente de otras edades. Lo que anunció el ministro (de Trabajo, Pablo) Mieres, se complementa con otras medidas de reducción del desempleo de otras edades, por lo que habría que ver cómo están rigiendo estos planes.
Hubo muchos reclamos por la pérdida salarial en el marco del 1º de mayo ¿Si el Gobierno no atiende estos reclamos puede estar condenándose para las elecciones de 2024?
Sobre lo político no entiendo tanto. Pero cuando hay un problema como el que se da con esta crisis internacional tan duradera creo que hay que priorizar el empleo, su calidad, y no caer en tentaciones fáciles. Por ejemplo, la propuesta de reducir el IVA. Bajar el IVA en forma generalizada no es bueno porque todos consumen productos con IVA. Lo hacen las clases más y menos pudientes, entonces no tiene mucho sentido.
Justamente, uno de los anuncios fue que la rebaja del IVA se focalizará en quienes son beneficiarios de programas sociales, en las personas más carenciadas. Me parece bien que se enfoque en la población objetivo que se quiere subsidiar porque, de lo contrario, es desperdiciar subsidio en quien no lo necesita.
Reducir el IVA de forma general no conduce a nada. No hay que subsidiar los productos, hay que subsidiar a las personas que están con problemas.
¿Qué pasa con las familias que no integran planes sociales pero que tienen bajos ingresos?
Eso es parte de la política, es decir, afinar bien el cálculo para que quien reciba el subsidio sea quien realmente lo precisa. Es fundamental porque puede quedar dentro gente que no lo necesita y fuera quienes sí. Estos instrumentos son todos perfectibles, habrá que ir ajustándolos. Pero lo que no se puede hacer es una reducción al barrer porque eso seguro que impacta hacia gente que realmente no lo necesita.
El riesgo cuando hay una crisis así es confundirse o tomar medidas que no necesariamente apuntan a un crecimiento duradero a mediano y largo plazo. En ese sentido, creo que hay que levantar la cabeza y mirar al Uruguay más allá. ¿Cuáles son las reformas estructurales famosas? Tan famosas que gobierno tras gobierno se han dicho y no se han hecho.
¿Qué reformas cree necesarias para un mejor Uruguay?
En principio, avanzar en la inserción internacional. Este gobierno ha dicho que quiere firmar acuerdos de libre comercio, y es posible. Tenemos que mostrar voluntad de adherir al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP+11), y al tratado internacional de patentes y avanzar en materia de educación. Son reformas que no admiten espera, porque son generaciones perdidas. La educación está cada vez más lejos de la realidad y de lo que el país precisa, de aquello que nos enorgulleció en el pasado. Hoy tenemos indicadores que dan vergüenza. Hay que avanzar en el tema fiscal. Se ha visto que se puede reducir el gasto sin aumentar impuestos y sin afectar sustancialmente los programas de apoyo. Hay que hacerse preguntas provocativas: ¿necesitamos todos los ministerios que tenemos?
La reforma de la seguridad social, sin dudas, y también la competitividad. Uruguay es un país caro, con regulaciones obsoletas y un mercado laboral que no es funcional a la competitividad ni al bienestar de la población sino al de algunas personas ocupadas.
Por último, el cambio que hizo Uruguay en su matriz energética es un aspecto muy positivo -que ya tiene años-. Pero es una lástima que eso no haya repercutido en una baja de costos para la población o las empresas. ¿Por qué? Por las necesidades fiscales. Toda esta posible caja que se podría hacer con la energía renovable tiene que solventar el gasto público.
La reforma de la seguridad social está cada vez más presente en el debate ¿Qué camino cree que es el indicado para comenzar el cambio? ¿Se debe incluir a todas las cajas paraestatales?
Sería muy atrevida si opinara habiendo un trabajo magnífico que hizo la Comisión de Expertos de la Seguridad Social. Se hizo relevamiento local e internacional y se trajo a expertos internacionales para dar su visión. Por ahí vienen algunas puntas de lo que hay que hacer.
Hay que identificar los regímenes, que no haya trabajadores que según en qué caja estén es como si vivieran en un país diferente. Si vamos a los números, de todos los recursos que cobra la seguridad social, el 75% sigue yendo al BPS; sólo el 25% va a las cuentas individuales de los trabajadores. Habría que fortalecer ese pilar para que cada uno pueda ser realmente dueño de su futura jubilación. En la cuenta individual usted va a tener el retiro que le corresponda a lo que tiene ahorrado.
El tema intergeneracional que se estaría contemplado en el BPS es relativo. Para hacerlo en serio tiene que ser con las generaciones actuales que trabajan, pero también con las generaciones que vienen. Si no reformamos la seguridad social estamos dejando un volcán a punto de estallar.
Además, acompasar la edad de retiro con la esperanza de vida. Pero es mucho más vasto que eso… hay que cuidar mucho las jubilaciones por incapacidad, que se habían remontado en los últimos años, así como la unidad de cuentas y las rentas vitalicias.
¿Qué pasaría con las Afap?
Eso dependerá de la Asociación Nacional de Afap. En general, el mundo va hacia sistemas que contemplan la capitalización individual. El mundo no es Uruguay. Y esa capitalización individual tan chiquita que tenemos es algo que debería fortalecerse; lejos de desaparecer
Considerando el costo político que esta reforma puede traer, ¿cree que puede llegar a ocurrir en este gobierno o se volverá a postergar?
Sobre este tipo de reformas siempre se dice ‘ahora no es el momento’, pero en algún momento tiene que ser el momento. Porque los años pasan y me desespera que si uno agarra un documento de hace 20 años esta entrevista se podría replicar exactamente igual. Es un país que nada en una piscina de dulce de leche. Tenemos que tomar medidas, morir sin actuar es la peor de las muertes. No sé si será en este gobierno, ojalá que sí.
En Argentina ha crecido mediática y políticamente la figura de Javier Milei ¿Le hace bien al liberalismo económico una figura de ese perfil?
En una democracia es sano que existan todos los espectros. Tiene un estilo muy particular, que desde Uruguay se mira con asombro. Pero está bien que en todos los sistemas haya opiniones y divergencias, me parece sano.
Lo que sí es importante es que cuando se está hablando de economía se discuta a nivel técnico y no más superficial. Si tuvo tal o cual expresión, que a veces chocan, hay que analizar la parte técnica. No creo que sea dañino, hay que tomarlo como más extremo. Después la gente se posicionará en donde le parezca que es más conveniente.
Por buen camino
Al consultarle su opinión sobre las medidas anunciadas el pasado martes, Benavente consideró que dos de ellas tienen una relevancia prevalente.
Por un lado, la reducción en la intervención del LATU en las importaciones, ya que este costo se le traslada al importador y, por ende, a los precios. “Yo redoblaría la apuesta a productos que vienen con sello de la Unión Europea o EEUU. Estos no tienen porqué tener además la verificación del LATU; ni general, ni aleatoria”, aseguró.
Por otro lado, festejó la reducción de aranceles a la harina y el aceite y sugirió que deben quedarse ya que le hacen bien al comercio y a la economía. “La política comercial es de largo plazo porque dice, nada menos, cómo se deben asignar los recursos en la economía. Entonces, no está bueno que la estemos cambiando por cosas circunstanciales”, analizó.