“El 80% de los jóvenes de nuestro país está siendo formado por un sistema de otra época”

Ignacio Munyo, director del Centro de Estudio de la Realidad Económica y Social (Ceres)

Aunque el país es visto como “una joya única en América latina” por su calidad institucional, lo que favorece la atracción de inversores, cuando “bajan a tierra empiezan a aparecer los problemas”, valoró el economista en entrevista con CRÓNICAS, criticando que en el Estado hay “oficinas trancadoras de inversión”. Destacó que el sector exportador tiene un “efecto multiplicador” sobre la cadena productiva, y que se debe “dejar funcionar la tracción” de la economía para lograr un mejor desempeño. 

Por Ariana Vezoli | @ArianaVezoli

A dos años de asumir la dirección de Ceres, institución que integró en distintos momentos de su vida, el economista busca formar una institución abierta, transparente, que dialogue con todos los actores relevantes de la sociedad. Tanto del sistema político como el empresarial, pero también con el sector sindical, líderes civiles, militares, religiosos. “Para nosotros es un insumo central a la hora de opinar sobre políticas públicas. En el fondo, nuestra misión es estar permanentemente analizando lo que está pasando en el mundo, en la región y en el Uruguay. Poder generar documentos, informes, conferencias, seminarios, con el único objetivo de mejorar la calidad del debate público, para que mejore la calidad de vida en el Uruguay”, describió.

Al asumir, Munyo tuvo la tarea de generar un equipo “desde cero, en medio de la pandemia”. Este hito es algo de lo que se mostró orgulloso, ya que hoy el equipo cuenta con más de 25 personas distribuidas en investigación y comunicación y pasantes permanentes en cada área.

“Era una institución que contaba con el apoyo de 38 empresas y hoy tiene 136, eso permite también financiar el funcionamiento, tener un mayor equipo y, por ende, tener más producción”, confesó el experto.

Además, se han formado dos comités de asesores, uno internacional y otro nacional que se reúne regularmente para consultar temas de investigación.

Así también, la institución ha firmado más de 25 acuerdos académicos de cooperación e investigación con think tanks de todo el mundo. 

-Respecto a la automatización de los puestos de trabajo, ¿qué efecto puede tener este proceso en Uruguay? ¿Qué sectores son los más vulnerables?

-Es una preocupación permanente. Desde que nos metimos en el tema, hace seis o siete años, nunca pudimos sacárnoslo más de la cabeza. Es un desafío que está en todos los foros globales, porque estamos en un proceso constante de automatización que se aceleró con la pandemia, y que tiene consecuencias de mediano y largo plazo. Por más que los números de desempleo y empleo hayan mejorado, vamos a seguir viendo estas  tensiones. Capaz se generen más puestos de los que se destruye con automatización, pero son distintos. Lo que hacía la persona en el puesto que se automatiza no tiene nada que ver con el que se genera, que exige destrezas y capacidades distintas. Eso hace que deba prepararse, adaptarse y reinventarse.

No conozco una empresa que cierre y deje a los trabajadores capacitándose para reinsertarse en otra en un futuro.

Eso exige también un apoyo del Estado, asumiendo la responsabilidad. Es clave la recapacitación. Instituciones como Inefop tienen un rol vital; tiene fondos, una misión concreta y debe estar a la altura de la relevancia de la tarea que tiene que cumplir hoy y hacia adelante.

Esta tiene que ser un instrumento que genuinamente brinde a las personas las herramientas para reinventarse laboralmente, sobre todo aquellas que han quedado fuera del mercado de trabajo y son jóvenes todavía.

-Por el hilo de la capacitación, usted fue muy crítico con el nivel educativo del país e hizo hincapié en la necesidad de una reforma. ¿Cuáles cree que son las claves para que el sistema funcione? ¿Existen países a nivel global que se puedan usar como modelo?

-Tenemos un sistema educativo que está desactualizado y es disfuncional. No logra buenas habilidades, más allá de algunas elites. El 80% de los jóvenes de nuestro país está siendo formado por un sistema de otra época. 

Hay muchas generaciones que han sido formadas por un sistema que no prepara adecuadamente para lo que se exige en el mercado de trabajo competitivo a nivel mundial. Ahí hay una responsabilidad que asumir como sociedad. Tenemos esperanza, porque hay en marcha una reforma del sistema educativo. El actual gobierno se ha comprometido en el plan de políticas educativas. Por ejemplo, la autonomía de los directores de instituciones para adaptarlas a su contexto, redactar programas, tomar decisiones descentralizadas. Se han generado cambios importantes en el gobierno de la educación con la Ley de Urgente Consideración (LUC), para darle mayor poder de decisión al ministro de Educación. Y también el compromiso de titulación y formación docente, que es la clave en todo esto.

En estos meses se ha planteado un nuevo marco curricular para redefinir todos los programas de la educación Primaria y Secundaria a nivel nacional. Adaptarlos y modernizarlos en cómo y qué se enseña, para implementarlo a partir del año que viene. Se aprobó por dos votos en cinco, los dos miembros del Codicen más cercanos a los sindicatos docentes votaron en contra.

Se vienen momentos complejos, pero creo que son necesarios porque, en el fondo, el sistema está mal.

Ahí sí que estamos hablando del famoso cambio del ADN de la educación, silencioso por ahora. Pero en la medida que se implemente va a empezar a hacer ruido.

Es necesario enseñar competencias y no materias, habilidades que el mercado futuro del trabajo va a demandar, dar herramientas útiles. Hoy hay una alternativa sobre la mesa; lo que me gustaría tener para todo el que critica, es un plan b.

-Afirmó que es necesario aumentar la inversión para un mayor desarrollo económico. ¿Cuáles son los obstáculos que nos dejan atrás en comparación con otros países?

-En todos los paneles que participamos, cuando uno dice que es uruguayo, el mundo te mira con buenos ojos. Uruguay ha logrado un posicionamiento excepcional, es una joya única en América Latina por nuestra calidad institucional, que ha trascendido presidentes de todos los partidos. Eso vale mucho para un inversor que piensa en mediano y largo plazo, es una certeza de que uno pueda confiar. Pero cuando bajan a tierra, empiezan a aparecer problemas. Y eso también se explica por aspectos del propio Estado. Consultamos a todos los estudios que se dedican a tratar con inversores que llegan, hicimos un amplio muestreo con el organigrama del Estado completo, y bautizamos «oficinas trancadoras de inversión». Estamos siendo demasiado restrictivos para algunas inversiones, que se terminan cansando y se van.

Planteamos tratar de ser un poco más flexibles en lo que se pueda, porque las oportunidades no son para siempre. Esta ventana que hoy tiene Uruguay hay que aprovecharla. Hagamos nosotros los deberes para facilitarle la vida a quienes quieren invertir y vivir en nuestro país. Por más que en el discurso oficial es prioridad atraer la inversión e inmigrantes a vivir, cuando se baja al segundo o tercer escalón de la burocracia se trancan por razones que muchas veces cuesta creer. Los países que crecen sostenidamente tienen niveles de inversión bastante más altos que los nuestros. Uruguay no se puede dar el lujo de rechazar las inversiones.

-¿Es la reforma de la seguridad social la madre de todas las reformas que el país tiene que encarar para no seguir profundizando el déficit?
-Es un tema que puso sobre la mesa con fuerza explícitamente el gobierno anterior. El ministro Astori salió a decir que necesitábamos una reforma pero pateó la pelota para adelante. Este gobierno la recibe y se lo toma en serio. Ahora las personas viven cinco años más que cuando se hizo la última reforma y hoy eso se paga con impuestos. Porque las contribuciones no financian ni la mitad del gasto que crece, y seguirá haciéndolo, por suerte. Pero genera un costo fiscal muy grande que es percibido por las calificadoras hace tiempo. No nos mejoran la nota porque, a pesar de valorar el esfuerzo que se ha hecho, tenemos pendiente esa reforma que nos va a dar sostenibilidad.

Hoy la decisión es política. Hay que ver si el Parlamento está dispuesto a hacerlo cuando ya haya pasado la mitad del gobierno. Esto no es menor, porque usualmente reduce la popularidad. Habrá que ver si el riesgo de una reforma impopular prima sobre una necesidad del país. No es obvio que esta reforma sea la receta para que la coalición pierda la próxima elección. Porque en el fondo, Uruguay necesita destinar más recursos públicos a otros rubros.

-Teniendo en cuenta los problemas del país, ¿debería haber mayor aporte de los sectores mejor posicionados, es decir, agroexportadores?
-El sector agroexportador se ha beneficiado de forma externa con una suba de precios récord inesperada. Hemos estudiado, y el efecto multiplicador, cuando uno analiza la cadena productiva, genera un derrame en otros sectores que termina moviendo la economía. Hay que dejar funcionar la tracción, fundamentalmente en el interior que está teniendo una recuperación que siempre está atada a la incertidumbre de precios.

Existen datos que generan preocupación sobre el consumo en algunas zonas, pero otros no son tan negativos -los globales-. Si el famoso derrame está llegando o no, no existe aún evidencia concluyente para negarlo, como se quiere imponer.

Este año la economía va a crecer fuerte, entonces hay que ayudar a que quienes tienen oportunidades afuera las aprovechen. Y no cortarlas como lo hace, por ejemplo, Argentina. La receta de lo que no hay que hacer es ir a manotear recursos de quienes les va bien y redistribuir adentro inadecuadamente, en vez de dejar funcionar la economía.

La redistribución es muy importante, se habla de que en el pasado se hizo y es verdad. Se hizo entre 2004 y 2013, mientras la economía creció. En el momento en que se estancó, también lo hizo la mejora del Índice de Gini y todos los indicadores de mejora. Por lo tanto, es un mito que durante 15 años se mejoró; fue durante la mitad.

Sin embargo, el exportador enfrenta precios sin suba y con un dólar que se ha estancado en niveles bajos y deja a Uruguay caro en relación a sus socios comerciales.

-Hay quienes advierten inconsistencias entre las políticas adoptadas por el Banco Central (BCU) y el Ministerio de Economía (MEF). ¿La disputa realmente es entre precios o un dólar perjudicial a los exportadores?
-Es una discusión que trasciende gobiernos, que hemos tenido varias veces. El dólar es una barrera muy importante para la inflación. Sube el dólar, sube la inflación, y esto tiene mucha influencia sobre la canasta de consumo. Es más, una inflación que se verá afectada en los próximos meses por el adelantamiento de los correctivos de los Consejos de Salarios. 

El gobierno propuso que se adelante parte de ese correctivo, pero esa suba hace que también se incremente la inflación. El que tiene que pagar el salario lo va a traducir en aumento de precios en el producto que está vendiendo. Esto genera una espiral de empresas y salarios que hace que la inflación que vamos a tener mañana sea más alta que si no hubieran existido los correctivos. Entonces uno dice ¿estuvo bien, estuvo mal?, y bueno no hay una respuesta.

Después, que el BCU pueda hacer mucho por un dólar más alto es falso. Las herramientas son muy limitadas, el precio lo pone el mercado. Tenemos un sistema donde el tipo de cambio es flexible. Puede intervenir para evitar que caiga más en algún momento puntual.

No solo vale menos en Uruguay, porque ha habido una enorme expansión monetaria de EEUU y una inflación grande, es un problema global.

-Una misión del FMI en Uruguay concluyó que “un endurecimiento de la política monetaria será clave para volver a anclar las expectativas de inflación”. ¿Coincide?

-Estamos viendo una suba de la tasa de interés en pesos, instrumento que se usa en el mundo para endurecer la política monetaria, usualmente para frenar el consumo y que se contenga la demanda. En Uruguay funciona menos. Si la tasa de pesos sigue subiendo va a haber un cambio de portafolios, la gente que tiene dólares va a comprar pesos e instrumentos del BCU en esta moneda. Así, el dólar baja y ahí sí contribuye a que haya menos inflación, pero al mismo tiempo está siendo menos competitiva la economía y está encareciendo al Uruguay con respecto al resto del mundo. 

Cuando uno está caro en relación a sus vecinos, como está ahora Uruguay, fundamentalmente con Argentina, pasa lo que pasó: tuvimos una temporada turística que fue bastante peor de lo esperado.

Es un dilema de política monetaria, no hay una solución tan simple, de lo contrario ya se hubiera tomado.

-El presidente ha reiterado que tiene intención de aumentar el mínimo no imponible del IRPF y el IASS. ¿Cómo evalúa esta posible medida?

-Estamos hablando de medidas que van a reducir la recaudación en el corto plazo. Se debería calcular el efecto a mediano y largo plazo. Si una vez que la economía incorpore este cambio, las personas van a consumir más y van a pagar IVA, entonces lo que se deja de recaudar por el IRPF lo vas a recaudar por otro impuesto. En el neto es menos la pérdida de recaudación que inicialmente uno cree. 

Hay que ser consciente de que cuando uno ve solo la recaudación está ante un escenario pesimista. Hay que dar la oportunidad de que se mueva la pelota de la economía y de que crezca. Entiendo esta política, me parece razonable, creo que obviamente va a generar presiones para que aumente el déficit, pero considero que hay otros lugares de donde se puede rascar.


“¡Quiero vale cuatro!”

-Comentó que viaja a Australia a tomar contacto con los actores involucrados en las importantes reformas que hizo ese país en los 90. ¿Cuál es el objetivo del viaje?

-Hace mucho tiempo estamos en contacto con la embajada de Australia en Buenos Aires. Cada vez que vienen al Uruguay, nos reunimos. En una de esas instancias salió el tema de una institución pública australiana que se llama Productivity Commission, formada por integrantes de todos los partidos. Una comisión asesora del gobierno de turno, pero que no cambia con cada elección. Por ejemplo, para reformas estructurales que un gobierno tiene que empezar, pero las retoma otro, o incluso, las consecuencias las verá el siguiente.

De esa manera, Australia pudo procesar una apertura comercial muy importante, una reforma del régimen laboral, de las empresas del Estado y otra educativa, que tienen resultados que trascienden los gobiernos. 

El año pasado, le expliqué a un asesor que Uruguay necesita el tipo de reformas que Australia pudo procesar, entonces para mí es un modelo a entender.

Hace dos meses, llegó un mail oficial del gobierno de australiano, invitándome a viajar a Melbourne, donde está la sede de la Productivity Commission, pero también a Sidney y a Canberra para reunirme con miembros y conocer lo que están haciendo y la historia.

Cuando vino ese truco, yo dije retruco y quiero vale cuatro, que me coordinen reuniones con los miembros de los 90, cuando se procesaron las reformas. Esto para conocer las presiones que tuvieron, la posición de líderes políticos a favor y en contra, las cámaras empresariales, los sindicatos. Me dijeron que sí y se está trabajando para recibirnos a mediados de julio con una intensa agenda.

De lo que hizo Australia, lo más seguro es que haya partes que sean aplicables y otras que no. Eso es parte de nuestra vocación: aprender permanentemente, trascender fronteras, ir a ver algo que funciona bien. No es cuestión de inventar la pólvora, en el mundo hay lugares en que ya se hace. Los problemas son similares y las reformas tienen los mismos tipos de trancas.