Presidente del Banco de Previsión Social (BPS)
El régimen de seguridad social se destaca a nivel regional e internacional por sus fortalezas, tales como el nivel de cobertura, aunque urge hacer frente a ciertos desafíos. Los riesgos están relacionados con la evolución de la población, el acuerdo intergeneracional, la tecnología y el mundo del trabajo. Además, dado que los efectos de la reforma no se verán en el corto plazo, es necesario tomar medidas cuanto antes.
-¿Cómo se encuentra el país en materia de seguridad social? ¿Qué evaluación hace de los efectos de la reforma del 96?
-La seguridad social uruguaya presenta una serie de fortalezas que se han ido consolidando a través del tiempo, aunque se identifican algunos desafíos que deben enfrentarse.
Antes de la reforma de 1996 nos encontrábamos con diversas disfuncionalidades —financieras, sociales y administrativas— que hacían imperiosa una reforma. Analizadas las posibilidades, se optó por una reforma estructural, pasando a un sistema multipilar, que contemplaba la función asistencial adicional a un sistema de cobertura general obligatoria y a otro de ahorro individual. De esta forma se contrae el sistema administrado por el BPS, disminuyendo los egresos contributivos y no contributivos, y cambiando la estructura financiera del sistema.
Esta constitución de un régimen mixto fue una solución alineada con el concepto que la ciudadanía tiene respecto a la seguridad social y el papel del Estado en la misma, y fue un buen punto de partida para las necesarias reformas que hoy el sistema debe encargar.
-¿Cuáles son las fortalezas del sistema y cuáles las amenazas a futuro?
-Aunque el Uruguay presenta niveles de cobertura muy buenos a nivel regional e internacional, se enfrenta a una serie de riesgos relacionados con la evolución de la población, el acuerdo intergeneracional, la tecnología y el mundo del trabajo. Los procesos de envejecimiento, los nuevos conceptos de familia, de arreglos familiares y el rol de la mujer en el mercado laboral, presentan nuevos desafíos a los que la seguridad social debe adaptarse.
Podemos mencionar dos fortalezas: nivel de cobertura —más del 95% en mayores de 65 años, y del 80% de la población activa— y combate a la pobreza a nivel de adulto mayor —apenas un 2% en mayores de 65 años—.
Como principales amenazas, nos enfrentamos al envejecimiento poblacional como consecuencia de la baja mortalidad conjuntamente con una disminución de la tasa de fecundidad —lo que nos impacta en la cantidad de adultos mayores respecto a aquellos en edad de trabajar y una baja en la Población Económicamente Activa—, la sostenibilidad del sistema debido al alto nivel del gasto con tendencia a seguir creciendo, y en el régimen de ahorro individual el desinterés de empresas privadas a participar en el mercado de rentas previsionales, lo que ha llevado a un monopolio de hecho del Banco de Seguros del Estado como único participante.
-¿Qué factores explican la urgencia de reformar el sistema previsional?
-Debemos tener en cuenta las amenazas mencionadas, y pensar que cualquier reforma de seguridad social no tiene impacto pleno en forma inmediata. Los cambios se ven en el largo plazo, por lo que cuanto más tarde se realicen las reformas, más tarde se verán los resultados esperados. Es un acto de responsabilidad con las generaciones futuras.
Adicionalmente a los factores indicados, en el caso de las cajas paraestatales —bancaria, de profesionales universitarios y de notarios—, sus proyecciones financiero-actuariales han mostrado desequilibrios financieros en el corto y mediano plazo, que indican la necesidad de una revisión y ajuste de los mismos.
-¿Es inevitable el aumento de la edad de jubilación? ¿Preocupa cómo esto pueda ser recibido por la sociedad?
-La reforma de la seguridad social debe ser mirada de manera integral, todas las medidas planteadas son parte de una propuesta global. Se propone realizar la suba de la edad de jubilación de manera muy progresiva y a largo plazo, y con algunas excepciones. Tiene relación directa con las mejoras en la tasa de mortalidad y por ende el aumento en la esperanza de vida, y también con los cambios en el mercado laboral.
Cuando se fijaron en el año 1996 las edades mínimas de retiro, igualándolas a 60 años para ambos sexos, la esperanza de vida a dicha edad era de 20 años en promedio, mientras que para 2040 será cercana a los 25 años, lo que nos lleva a que resulte lógico ajustar las edades de jubilación.
Asimismo, en la actualidad, el ingreso al mercado laboral se realiza mucho más tarde que en épocas anteriores, por lo cual la salida del mismo también se está dilatando.