Por Raúl Viñas (*) | @Uruguay2035
Tradicionalmente es el renacer de la naturaleza, de las cometas y los días ventosos. La temporada comenzó este año con muy poca lluvia, especialmente para el sur del país, siendo que en el Aeropuerto de Carrasco no se registró ni una gota en todo el mes de setiembre.
La situación si bien no es “normal”, no sería novedosa ni especialmente complicada, salvo por el hecho de que los índices de precipitación muestran que la condición de un déficit hídrico, definido como falta o escasez de agua, se ha mantenido especialmente para la región sur y suroeste del Uruguay desde mayo de este año. Podemos completar el panorama analizando que una situación similar de déficit hídrico acompañó el comienzo de la primavera de los años 2021 y 2020, manteniéndose en los dos casos el déficit hasta diciembre.
Eso es preocupante porque el verano con sus días largos, intensa radiación solar y altas temperaturas es para nosotros climatológicamente un trimestre de déficit hídrico, cuya incidencia se agrava cuando la humedad de los suelos ya es baja durante la primavera como está pasando nuevamente ahora.
Mientras esto sucede aquí, las noticias desde Australia hablan de récords de lluvias y problemas generados por el exceso de las precipitaciones. Así se habla allí de la posibilidad de inundaciones que superen las de 2010, de las más destructivas en la historia del país. Eso porque el exceso de precipitaciones en varias regiones de ese país-continente ya viene desde 2020 y los suelos se encuentran a niveles de casi saturación, por lo que no están en condiciones de absorber mucha más agua y así la que precipite terminará llegando rápidamente a los ríos y arroyos incrementando su caudal y posibilitando la ocurrencia de inundaciones.
Australia nos importa o debiera importar, porque por su clima y posición geográfica es un competidor natural del agro uruguayo, ya que tiene en el sureste un sistema agropecuario con similares producciones, las que oferta en el mercado mundial, especialmente los rubros agrícolas, casi al mismo momento que el Uruguay.
Tanto por consideraciones económicas como ambientales conviene tratar de entender las razones para que la situación de las lluvias sea tan diferente aquí y en Australia.
La respuesta la debemos buscar en la geografía, en la circulación de la atmósfera y principalmente la circulación de los océanos en estas áreas. Desde el punto de vista geográfico, Australia junto a África, América del Sur y la Antártida son las únicas masas continentales del hemisferio sur. De ellas son las tres primeras las que forman un obstáculo a la circulación atmosférica desde el oeste característica de esas latitudes. Eso sumado a la presencia predominante de los océanos en el hemisferio con corrientes de agua fría al occidente de los continentes genera áreas de desiertos costeros al occidente, con zonas de mayores precipitaciones al este en las tres masas continentales.
Así tenemos en Australia el desierto del Noroeste, en África el de Namibia y en nuestro continente el desierto de Atacama al norte de Chile y sur de Perú. Al oriente de esos continentes la circulación atmosférica permite precipitaciones asociadas al pasaje de masas de aire y genera zonas con relativa abundancia de agua al sureste de Australia, en la región de Mozambique en África y en la región de nuestro país y aledaños en América del Sur.
En esas zonas subtropicales o templadas con precipitaciones anuales medias que superan los 1.200 litros de agua por metro cuadrado anualmente, se desarrollan actividades agropecuarias similares, especialmente en Australia y nuestra región.
Esos más de tres litros diarios en promedio en cada metro cuadrado, son más de 30 toneladas de agua por hectárea, por lo que Uruguay recibe diariamente casi 500 millones de toneladas de agua, el equivalente a la carga de 6.000 petroleros tipo Panamax por día.
Pero no llueve todos los días y el volumen de las precipitaciones varía para un punto de un año a otro generando déficits y excesos. Ahí intervienen los cambios de la circulación oceánica y atmosférica que son especialmente importantes en el más grande de los océanos del planeta que es el Océano Pacífico.
Ya desde antes de la irrupción de los europeos en el continente americano, los habitantes de las costas sudamericanas sobre el Pacífico tenían conocimiento de cambios importantes y relativamente frecuentes en el comportamiento de las aguas frente a esas costas que influían en sus actividades pesqueras y que generaban cambios en el régimen de lluvias.
Esas variaciones que se evidenciaban principalmente hacia fin del año fueron bautizadas por los españoles como “El Niño” en referencia a la conmemoración del nacimiento de Jesús que se celebra en la Navidad. No fue sino hasta la segunda década del siglo XX cuando el físico inglés Gilbert Walker relacionó los cambios conocidos en la costa sudamericana del Pacífico con fenómenos que se producían coincidentemente en Australia y Nueva Guinea generando el conocimiento de lo que se ha denominado como “El Niño Oscilación Sur” o ENOS, y en inglés “El Nino Southern Oscillation” o ENSO.
En los años de “El Niño” la circulación ecuatorial atmosférica sobre el Océano Pacífico disminuye o se frena concentrando agua más caliente en la costa sudamericana, lo que incrementa la posibilidad de evaporación y la captación de humedad por parte de las masas de aire que después pasan sobre nuestro país.
Nuevos estudios en las décadas siguientes determinaron más interconexiones y la ocurrencia de un proceso inverso al que se denominó “La Niña”, durante el cual la circulación ecuatorial se acelera llevando el agua más caliente al Pacífico Occidental y permitiendo la elevación a la superficie de aguas frías cargadas de nutrientes en la costa de Sudamérica. Esas aguas más frías reducen la evaporación y la carga de humedad de las masas de aire que llega a nuestras latitudes.
Así nuestro país se encuentra con respecto a Australia en el lado opuesto de un gigantesco subibaja cuya oscilación se manifiesta principalmente en las precipitaciones que se registran en ambas regiones. Básicamente, las condiciones de “El Niño” se manifiestan para nuestra región con un incremento en las precipitaciones y lo contrario se da en “La Niña”.
Nos encontramos ahora por tercer año consecutivo en condiciones de “La Niña” en el Pacífico. Es la primera vez en este siglo que se dan tres años seguidos de “La Niña” y eso explica las bajas precipitaciones de los últimos años en nuestro país, principalmente entre setiembre y diciembre de 2020 y 2021. Las perspectivas climáticas para el próximo trimestre indican que esas condiciones se mantendrán al menos hasta fin de año, por lo que afectarán al sistema productivo y su competitividad con Australia y otras regiones.
Esto muestra claramente cómo todos integramos un gran sistema interconectado e interdependiente a nivel global donde además de las fuerzas naturales son las acciones o falta de ellas por parte de todos las que terminan afectándolo y por ende a todos nosotros.
(*) Magister en Ciencias Meteorológicas. Docente en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de la Empresa. Integrante del Movus (Movimiento por un Uruguay Sustentable).