En medio de un panorama internacional y regional convulsionado, CRÓNICAS conversó con dos economistas que analizaron la actual coyuntura económica, cómo incide la alta inflación, la suba de tasas y el conflicto en Ucrania. Pablo Moya advirtió que en términos generales es un contexto de “riesgo de recesión en general” con alta inflación, que si bien tiene “baja probabilidad, no deja de ser un escenario posible”. Alicia Corcoll sostuvo que a nivel internacional todavía queda por delante un esfuerzo adicional de la política monetaria para llegar a tasas de interés que “aseguren” que la inflación pueda ceder hacia los niveles deseados de cada país.
Por: Antonella Echenique | @Echenique_Anto
El contexto internacional atraviesa un momento delicado y de mucha incertidumbre. Si bien se encuentra en un entorno de alta inflación y preocupa la guerra de Ucrania, diversos aspectos podrían configurar aún más dudas sobre el futuro.
En ese marco, el economista Pablo Moya, de la consultora económico-financiera Oikos, sostuvo que la situación es de “riesgo de recesión en general con alta inflación”. Valoró que es un escenario que “está latente, que tiene baja probabilidad, pero no deja de ser un escenario posible”. Además, opinó que si alguna de las variables mejora, sería la actividad y no la inflación.
Si bien esta se entendía al comienzo como un fenómeno transitorio, su estimación es que tardaría hasta mediados del año próximo para encauzarse en “estándares normales”.
Con respecto a la guerra de Ucrania, dijo que es difícil de poder estimar una resolución de los impactos económicos porque “puede continuar el conflicto y no tener efectos tan negativos, como está pasando actualmente con los precios altos en el petróleo, gas, insumos industriales y demás”.
En sintonía, Alicia Corcoll, economista y gerenta de Exante, dijo que, más allá de este escenario, “en los países desarrollados las presiones (inflacionarias) están siendo más extendidas a nivel de los distintos rubros que componen la canasta de consumo”. Explicó que “venimos de un año donde se habían conjugado una serie de presiones atípicas sobre los precios (aumento de los precios de alimentos y de los costos logísticos), pero en las últimas mediciones la inflación se viene enraizando”. A modo de ejemplo, dijo que en Estados Unidos se observa que la inflación en los servicios y en los componentes más inerciales está tomando fuerza (ver nota página 9).
Bancos centrales
En ese sentido, Corcoll mencionó que los bancos centrales de los diferentes países han seguido subiendo las tasas de interés, y están transmitiendo y profundizando la señal de que se van a requerir ajustes adicionales en los próximos meses. “Todavía queda por delante un esfuerzo adicional de la política monetaria para llegar a tasas de interés que aseguren que la inflación pueda ceder hacia los niveles deseados en cada país”, puntualizó.
Para el caso de Estados Unidos, indicó que si la tasa de referencia de la Reserva Ferderal (Fed) termina en el nivel esperado a fines del año que viene (4,5%), estaría ante el ciclo de suba de tasas más agresivo, desde el que llevó adelante Paul Volcker a principios de los 80. Agregó que a horizontes de cinco o 10 años, las expectativas están cerca del objetivo de inflación con el que trabaja la Fed. “Esto se interpreta como que los mercados parecen confiar en que los bancos centrales van a hacer bien su trabajo, manteniendo una política monetaria lo suficientemente dura como para hacer que la inflación converja a los niveles deseados, aunque eso signifique que la actividad económica pueda resentirse”, determinó.
De todos modos, expresó que hay un “riesgo latente” de que se esté subestimando la magnitud del esfuerzo monetario requerido, debido a que en lo que va de este año el signo de revisión de las expectativas ha sido sistemáticamente al alza.
Estanflación
Para Moya, a nivel mundial en el corto plazo es más probable un estancamiento que una recesión con alta inflación. En el caso de Uruguay no sería a corto plazo y el crecimiento para este año y el próximo estaría por arriba del potencial de la economía, pero con una inflación por arriba de lo natural.
Desde otra perspectiva, Corcoll considera que existe la posibilidad de que la inflación a nivel global pueda traer una “sorpresa positiva” por la caída de los precios de los commodities, el abaratamiento de los costos logísticos -que habían tocado picos el año pasado-, y la respuesta agresiva y simultánea de los bancos centrales. No obstante, “el riesgo parece estar sesgado hacia un escenario de persistencia inflacionaria, estancamiento y recesión en muchos países”, agregó. En el caso de Uruguay, los modelos indican que habrá un “aflojamiento” relevante en los precios en los próximos meses, pero Exante proyecta que permanecerá por encima del rango meta también el próximo año, ubicándose en torno al 7% a fines de 2023.
En cuanto al nivel de actividad, evaluó que el endurecimiento monetario está consolidando un escenario en el que las grandes economías van a crecer muy poco en 2022 y 2023. En ese sentido, mencionó que “la situación base de organismos internacionales no es de recesión abierta, sino de poco crecimiento y con caídas del PIB en algunos trimestres”.
Por ejemplo, para el año que viene el FMI proyecta un crecimiento de solo 1% en Estados Unidos y de solo 0,5% para la Eurozona. Para China se espera un crecimiento superior de 4,4%, pero que para los parámetros chinos precovid implica una tasa sumamente baja, con lo cual, sin el empuje de todos esos motores, el PIB global va a crecer bastante menos que su media histórica el próximo año.
La región
En cuanto a las perspectivas para Argentina y Brasil, Moya analizó que Latinoamérica está marcada por los cambios de gobierno, que imponen modificaciones o rumbos económicos atípicos, y esto puede “cambiar” la dirección de lo que se estima en el corto o mediano plazo. Respecto a Brasil, dijo que depende de quién gane las elecciones presidenciales, porque ambos tienen visiones distintas y eso podría tener efectos económicos opuestos. En el caso de Argentina, resaltó que “si continúa con un crecimiento mirando hacia adentro y no estimulando el abrirse al mundo, tendrá un aumento diferencial que si lo hace mirando al resto del mundo”.
Para Corcoll, en Brasil se visualizan cifras “positivas”, debido a que se maneja un crecimiento de 2% o 3%, aun cuando “la economía no está a tasas demasiado potentes, y apenas se recuperó de los niveles de actividad antes de la recesión del 2015-2016”, remarcó.
En cambio, para Argentina los indicadores en los últimos meses no son malos, pese a que hace algo más de 10 años que el país no logra acumular crecimiento de forma sistemática. Entonces, “se está hablando de tasas con crecimiento acotadas en torno a 1% promedio anual para 2023”, apuntó.
El impacto en Uruguay
Respecto a los impactos sobre la economía uruguaya, Moya destacó que el país tuvo una recuperación rápida en su nivel de actividad, una vez que se abrieron las fronteras. “Pasó de un estado de recesión a crecimiento”, destacó.
En cuanto a la inflación, dijo que el panorama internacional impuso una inflación que se ha mantenido por fuera de los objetivos que había trazado el BCU para el periodo de pandemia y los años posteriores.A su turno, Corcoll subrayó que se ha puesto más complejo por el incremento de las tasas de interés internacionales, el valor del dólar y los precios de los commodities. No obstante, destacó que está mejor preparado que en otros episodios históricos. A modo de ejemplo, indicó que el riesgo país se afectó poco y está en niveles mínimos en términos históricos. Además, conservó sus calificaciones de riesgo crediticio en los últimos años (en lo cual seguramente jugó un rol importante la evolución de las cuentas públicas). En ese sentido, si bien valoró que “su deuda es relativamente alta frente a otros países con grado de inversor, su perfil es mejor al que teníamos en otros episodios de turbulencias externas”.