El nacimiento de las empresas familiares se da a partir de una idea proveniente de uno o varios miembros de la familia con visión emprendedora. Gersick et al. (2006) presentan dos motivaciones de los fundadores que tienen un impacto duradero sobre sus empresas, que son el deseo de ser propietario y no empleado motivados por la independencia personal y el hecho de tener el control de la propia vida; y el deseo de encontrar la oportunidad y aprovecharla.
A pesar de la relevancia y de muchos estudios sobre empresas familiares, la definición de empresa familiar es bien delicada y aún genera algunos debates (Grzeszczeszyn & Machado, 2008; Lescura et al. 2009; Sousa & Amaral, 2008). Una de las dificultades para definir lo que es una empresa familiar está relacionada con la complejidad de la superposición de los factores empresarial y familiar en la organización.
Frente a esta dificultad en la definición de empresa familiar se destacan tres vertientes conceptuales. La primera es el hecho de que la propiedad de la empresa es de una familia; la segunda es que la gestión de la empresa está en manos de los familiares; y la tercera vertiente se basa en la cuestión de la sucesión familiar (Leone, 2005). La primera está en el nivel de la propiedad, donde el control de la empresa se encuentra a cargo de una familia que supervisa la mayor parte del capital; la segunda está en el nivel de la gestión y los lugares jerárquicos de la empresa son ocupados por los miembros de la familia; y la tercera vertiente se encuentra en el nivel de la sucesión, donde la segunda generación familiar asume los lugares dejados vacantes por los parientes y así sucesivamente (Grzeszczeszyn & Machado, 2008).
Para Donneley (1964), pionero en este campo de estudio, las empresas familiares serían aquellas perfectamente identificadas con una familia que existen por al menos dos generaciones, cuya característica es que esa relación implica una influencia recíproca en la política general de la organización y en los intereses y objetivos de la familia. Para el autor no hay sucesión si no hay empresa familiar. En una perspectiva más actual y con un enfoque económico, Kelm & Schorr (2011) dicen que una empresa familiar es una organización que busca el lucro a través del capital empleado por la familia propietaria, por lo tanto, las empresas familiares reúnen relaciones familiares y laborales, y resultan en universos complejos que deben ser entendidos con miradas que alternen la visión del todo y la percepción sobre el funcionamiento de las partes. Para este artículo se adoptó la definición de Donneley (1964) de empresa familiar, en la cual es preciso que existan dos generaciones de la familia en el control de la empresa, caso contrario no será caracterizada como empresa familiar.
Una preocupación indicada por Oliveira (2006) es el tiempo de vida de estas empresas. Él dice que la vida media de las empresas brasileñas es de 12 años y la de las empresas familiares es de nueve años. Según el autor, el 30% de ellas pasa al mando de la segunda generación y solo el 5% al mando de la tercera. En el mundo solo el 20% de las empresas familiares permanece más de 60 años bajo el control de la misma familia, y representan un tercio de las 500 mayores empresas del mundo. Complementando, Gersick et al. (2006) afirman que el 40% de las empresas familiares fracasan en el primer año de vida, el 60% en menos de dos años y el 90% hasta el final del décimo año.
Entre las principales ventajas de las empresas familiares se pueden destacar la lealtad entre los miembros de la familia y la disposición de los consanguíneos para sacrificarse en tiempos de crisis (Davis, 1983; Kets de Vries, 1993); los objetivos comunes, valores y significados compartidos (Longenecker, Moore & Petty, 1997); la perspectiva a largo plazo; el celo por la reputación de la empresa que en ciertas situaciones se confunde y se superpone con la reputación de su fundador; y la facilidad para mantener el foco en su core business (actividad principal) (Kets de Vries, 1993; Allio, 2004). Entre las principales desventajas cabe destacar los efectos negativos de la superposición de las entidades familia y empresa, la dificultad de separar las acciones familiares de las decisiones profesionales, la supervaloración de las relaciones afectivas, las relaciones autoritarias y paternalistas y el nepotismo (Peiser & Wooten, 1983).
Fuente: Rivanda Meira Teixeira, Felipe Carvalhal.