En un mundo en constante movimiento, el término “movilidad sostenible” ha emergido como una respuesta clave ante los desafíos ambientales y sociales que enfrentamos en la actualidad. Este concepto va más allá de simplemente desplazarnos de un lugar a otro, refiere a una visión integral que busca armonizar nuestras necesidades de transporte con el respeto por el medioambiente y el bienestar de las generaciones futuras.
Por Diego Varela (*)
En esta nota, exploraremos qué implica realmente la movilidad sostenible y cómo está redefiniendo la forma en que nos desplazaremos en el futuro.
El concepto de movilidad sostenible (o sustentable) deriva del concepto más amplio de “desarrollo sostenible”, definido como el “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Surge como una extensión de esta idea, sobre todo por la preocupación del impacto medioambiental, con foco específico en los sistemas de transporte y su papel crucial en el marco del desarrollo sustentable. Lo que se busca es establecer un sistema de transporte que no solo aborde las necesidades inmediatas de la sociedad en términos económicos, sociales y medioambientales, sino que también se preocupe por mitigar los efectos perjudiciales que puede tener en dichas áreas.
Se basa en tres pilares: ambiental, que se centra en reducir el impacto negativo del transporte en el medioambiente y busca disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación del aire y la degradación del entorno natural; económico, que se relaciona con la eficiencia en el uso de recursos y la viabilidad de las intervenciones y el sistema de transporte público; y social, que busca garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles y eficientes.
La movilidad sostenible adopta un enfoque integral, lo que implica la promoción de formas de transporte más limpias y eficientes, como el uso de vehículos eléctricos, el fomento del transporte público eficaz, la implementación de infraestructuras para bicicletas y peatones, y la planificación urbana que reduzca la necesidad de viajar largas distancias.
Sin embargo, no es un plan de acción únicamente centrado en reducir las emisiones contaminantes de un vehículo, sino que va un paso más allá. Representa un cambio paradigmático en la planificación del transporte urbano. La prioridad es el peatón, seguido por el ciclista y el transporte público, con la meta de fomentar la intermodalidad e integrar estos modos de transporte de manera óptima. Implica otorgar preferencia a los modos de transporte que utilizan el espacio de manera eficiente y generan un menor impacto ambiental, al tiempo que se centra en priorizar a las personas que son más vulnerables como usuarios.
Las intervenciones asociadas a la movilidad sostenible buscan reducir el impacto ambiental, disminuir los efectos negativos de la contaminación en la salud, hacer que el número de fallecidos por accidentes de tránsito sea menor, establecer medios de transporte económicos y de fácil acceso, involucrar a la comunidad en la definición de políticas y proyectos relacionados con la movilidad y mejorar la equidad e igualdad de oportunidades territoriales.
¿Cómo medimos la movilidad sostenible?
La evaluación de la movilidad sostenible conlleva el análisis de indicadores y métricas que permiten analizar el impacto en las distintas áreas vinculadas a la movilidad. Son instrumentos útiles para medir la eficacia de las políticas y prácticas relacionadas con el transporte y la sostenibilidad.
A continuación, se mencionan algunos ejemplos que miden las distintas áreas vinculadas a la movilidad sostenible (ambiental, económica y social): participación modal; uso de transporte público; uso de modo de transporte activo (desplazamientos a pie y en bicicleta); uso compartido de vehículo; porcentaje de autobuses eléctricos sobre flota total; siniestralidad; accesibilidad y equidad; cobertura de transporte; kilómetros de ciclovías; kilómetros de vías peatonales; emisiones de CO2 de transporte público y privado; accesibilidad; congestión; y recuperabilidad del servicio público.
¿Qué hay de la planificación?
La movilidad sostenible se ha convertido en un tema central en la política de transporte a nivel global, abarcando todas las escalas territoriales y regiones geográficas. Desde instituciones transnacionales hasta niveles nacionales y locales, compromete a los responsables políticos a incorporar la promoción de la movilidad sostenible como un elemento fundamental en sus agendas y programas.
La movilidad urbana no es la misma en todos los lugares, depende del tamaño de la ciudad, densidad de población, incluso la edad de los habitantes. En los últimos años se ha manifestado la creciente preocupación por desarrollar una planificación que proporcione soluciones de movilidad acordes a las realidades de las ciudades pero que incorpore además una visión sustentable a futuro.
Sin embargo, implementar intervenciones o políticas conlleva una dificultad. Por ejemplo, en América Latina hay tres desafíos a superar para lograr impulsar la movilidad sostenible: escasez de recursos destinados a financiar proyectos transformadores de transporte, restricciones en los marcos normativos y de financiamiento actuales y, en tercer lugar, carencia de consenso y coordinación entre conocimientos e intereses del sector público y los diferentes grupos de interés.
Por otra parte, y desde la mirada de la planificación urbana, se observan nuevos retos a medida que la población crece, las ciudades se vuelven más densas, más grandes y la tasa de motorización sigue aumentando. Esta situación exige una revisión del papel y la función de la movilidad en el contexto urbano. Es imprescindible reconocer la estrecha relación entre los usos del suelo, su ubicación, diversidad e intensidad. Además, de tener claridad sobre los costos e impactos de implementar las intervenciones en los ciudadanos.
Actualmente en Uruguay un caso de éxito es el Proyecto MOVÉS, donde se ha impulsado la movilidad sostenible con foco en la electromovilidad. Sin embargo, el avance en esta y otras áreas es muy incipiente, identificando espacios de mejora significativos en materia de transporte activo y otras medidas concretas, sobre todo en Montevideo, donde por ejemplo la priorización del peatón/ciclista o la red de ciclovía es reducida.
Los proyectos de peatonalización de Ciudad Vieja y de calles barriales o el cambio normativo reciente al fideicomiso de gasoil para la electrificación de la flota de transporte público urbano en Montevideo van en el camino correcto, pero son medidas puntuales y claramente insuficientes.
Las herramientas recientemente empleadas a nivel global para una adecuada planificación son los planes (integrales) de movilidad urbana sostenible, que son planes donde se establecen los lineamientos para alcanzar las metas en materia de desarrollo sostenible y son diseñados para satisfacer las necesidades de movilidad de las personas. Se basan en las prácticas de planificación y tienen en cuenta los principios de integración, participación y evaluación. Estos planes comienzan con una fase de diagnóstico y evaluación hasta el seguimiento, evaluación posterior y medidas correctoras en caso de ser necesario.
En resumen, la movilidad sostenible representa un enfoque integral y es el camino hacia el cual se orientarán las políticas públicas en el futuro en el ámbito de la planificación de la movilidad. Sin embargo, los responsables de tomar decisiones se encuentran ante una serie de desafíos urbanos considerables, con metas ambiciosas, pero también con restricciones de recursos y posibles obstáculos para su aplicación.
(*) Economista de AIC Economía & Finanzas