Por Luis Almagro (*) | @Almagro_OEA2015
La OEA es el principal foro político, de cooperación y negociación multilateral del hemisferio. Y la temática más importante es estar en contacto directo con los jóvenes, mujeres, trabajadoras, trabajadores, cada comunidad, cada minoría marginada, cada mayoría doliente de desigualdad o pobreza en nuestra región. La política nunca puede tomar un camino lejos de los problemas de la gente porque se pierde, ya sea en la ineficiencia del proyecto o en la falta de criterio o de realidad de la propuesta.
La gente ha tratado la política en la región de todas las maneras posibles, a través de todas las ideologías, del pragmatismo, populistas de un lado y del otro, proyectos mesiánicos, pero las soluciones a los problemas estructurales siguen pendientes, la desigualdad, la violencia, la corrupción, las crisis migratorias persisten. La política y la gobernanza son instrumentos para alcanzar soluciones sociales, no para proyectos autorreferenciados y autoimportantizados, incluso al punto de prescindir de la democracia.
Y ello nos lleva a la primera reflexión, esencial para la región sobre democracia y autocracia. Tenemos tres dictaduras en la región. Allí el voto no tiene significado, el gobierno “compite”, con comillas, con un resultado decidido de antemano.
Allí no hay vigencia de las libertades fundamentales de las personas ni protección de sus derechos; la prensa independiente es perseguida; la oposición inhabilitada o encarcelada.
Allí la justicia no es independiente, necesario para garantizar el debido proceso y la separación de poderes. No gobierna el Estado de derecho, esencia de una democracia constitucional.
Dichas malas prácticas, sin embargo, han sido imitadas y propagadas en diversas latitudes. Ese es el “democratic backsliding” del que se habla y se debate. El deslizamiento de la democracia, gradual y lento, a veces imperceptible, en la dirección contraria. Tres de estos “deslizamientos” que se ven reiteradamente en la región presentan síntomas comunes.
El periodismo es una profesión de riesgo en las Américas. Encabezamos las estadísticas mundiales de periodistas asesinados. Y los que se pueden considerar “afortunados” que sobreviven, son acosados, perseguidos, judicializados, exiliados y encarcelados. La censura es la orden del día.
La justicia ha sido capturada en muchos de estos casos, transformándose a veces en un instrumento del Ejecutivo; o bien ha sido politizada de una forma que neutraliza e impide sus actuaciones de acuerdo con la letra y el espíritu de la Constitución. El debido proceso se erosiona, y los derechos humanos quedan desprotegidos. Sin Estado de derecho, pierde significado la propia noción de democracia.
La autoridad electoral ha sido atacada como muy pocas veces, en algunos casos, llegando a perder su imprescindible neutralidad y politizándose, empañando su accionar a partir de decisiones administrativas arbitrarias y caprichosas. El resultado ha sido elecciones que no transcurren con la transparencia necesaria, con manipulaciones dolosas del resultado electoral para intentar seguir en el poder.
Pero también el otro extremo, de ser atacada por aquellos que han dicho fraude cuando el fraude no ha existido, simplemente para seguir en el poder también. ¡Faltaba más!
El futuro de nuestra democracia depende de corregir estas malas prácticas y aislar los malos ejemplos.
Segunda reflexión, seguridad y crimen transnacional en nuestra región. La presencia del crimen organizado es una realidad ineludible en nuestra geografía. Esa presencia es dominante a nivel subnacional en la mayoría de nuestras naciones, y es influyente a nivel nacional. Donde ello ocurre se ha transformado en un actor político, con capacidad de decidir la cobertura periodística, un resultado electoral, y en ocasiones hasta convirtiéndose en una suerte de Estado paralelo, con capacidad de controlar el territorio, monopolizar los instrumentos de la fuerza, extraer tributo de la población, y también de controlar la economía. El cartel como empleador relevante.
Necesitamos mucha más cooperación e integración regional para combatir este verdadero azote que contamina nuestras instituciones políticas, nuestra vida económica y el futuro de nuestros niños y jóvenes y el de ustedes. No hemos hecho lo suficiente. Este es un problema de todo el hemisferio, requiere soluciones hemisféricas.
Tercera reflexión, el problema migratorio y la crisis de refugiados. He hablado hasta ahora de dictaduras, violación de derechos humanos, inseguridad, pobreza y desigualdad, y de crimen organizado. Sin olvidarnos de los desastres naturales asociados al cambio climático.
Todos estos factores, juntos y por separado, explican la migración de nuestra gente y la magnitud de la misma. Ello ha derivado en una crisis de refugiados sin precedentes en nuestro hemisferio. Los caminantes del Darién y de los Andes, los balseros, los que son botín de los traficantes de personas, también parte del crimen organizado, todos ellos dan cuenta del que quizás es nuestro mayor desafío: nuestra gente, su derecho a vivir “en casa” con dignidad, de darle un futuro a sus hijos, de conservar la unidad de sus familias. Eso está en riesgo en las Américas. Las y los migrantes son quienes sufren hoy la peor crisis humanitaria regional y para quienes las soluciones son impostergables.
Abordar esta crisis multicausal y compleja obviamente requiere soluciones coordinadas e integradas. No hay una sola receta, ni una fórmula que sirva para todos los casos. Sin embargo, vuelvo al principio de mis reflexiones, pues hay un mínimo indispensable para siquiera pensar en revertir este éxodo: Estado de derecho, justicia para vivir con seguridad, instituciones sólidas que garanticen lo anterior y, por supuesto, derechos; “más derechos para más personas”.
Desde luego, este también es un problema de todo el hemisferio y debemos abordarlo colectivamente; no existen soluciones individuales. Las fronteras son porosas, estamos integrados nos guste o no, para actividades lícitas tanto como ilícitas. Nuestras economías y sociedades son globales, no depende de nuestra voluntad y nuestros deseos. Tenemos que abordar esta realidad colectivamente.
El panorama no es rosado. Nada de esto es fácil y sabemos que nuestro tiempo es cuesta arriba. Hay algo sin embargo extremadamente positivo, en las democracias, pero también donde se sufren dictaduras, la voz del pueblo sigue siendo poderosa. En paz y por la paz, como esencia de su expresión.
Su voz es poderosa, úsenla por sus derechos y sus oportunidades, no solamente para expresar hartazgos. Son ustedes los que en estos tiempos difíciles contagian optimismo.
(*) Secretario general de la OEA.