Por Felipe Carballo (*) | @fcarballo711
Nos hemos acostumbrado a escuchar la palabra feminicidio, pero ¿realmente comprendemos lo que significa que esta palabra forme parte de nuestro lenguaje cotidiano? Habrá quienes argumenten que es solamente reflejar en una palabra una realidad que siempre existió y que ahora simplemente podemos identificar con mayor claridad por la mediatización de los hechos, las redes sociales y la conciencia responsable que más mujeres van adquiriendo al respecto, lo que las hace levantarse y decir basta cada vez más fuerte, y por supuesto que coincidimos con esa idea. Pero también es cierto que la cantidad de feminicidios ha aumentado, y no podemos mirar para otro lado.
Definitivamente el Estado debe hacerse cargo de su responsabilidad al respecto, buscando herramientas que den señales claras de que existe un abordaje serio del tema desde el propio Estado. Sabemos que el aumento de las penas no reduce las cifras de los delitos, y que el delito de homicidio “muy especialmente agravado” ya existe a los efectos de aumentar la punidad de aquellos que asesinan a sus parejas o exparejas, pero no podemos permanecer estáticos ante este aumento de asesinatos de jóvenes mujeres por el simple hecho de su condición de ser mujer.
Esto nos impulsa a enviar un fuerte mensaje político, como es la creación de la Figura Penal de Feminicidio. Contar con leyes que vayan en este sentido es fundamental. Necesitamos agilizar el proceso de estudio de la Ley Integral de Violencia de Género, no solamente por la herramienta de la ley en sí, sino por el conocimiento del tema que el estudio de la misma va a generar en el ámbito legislativo, lo que enriquecerá además el debate político en todos sus niveles. Pero otras acciones desde el legislativo también son importantes.
Dejando de lado las fallas que el propio sistema comete en muchos casos y que debe ser monitoreado muy de cerca, ¿qué puede hacer el Ministerio del Interior para prevenir o combatir estos casos “intramuros”? Me atrevería a decir que en algunos casos puntuales muy poco, y en la gran mayoría nada.
El Feminicidio, al igual que otros tantos y graves delitos, como los abusos en todas sus manifestaciones, ocurren generalmente puertas adentro. Esto hace muy difícil la recolección de pruebas para que la policía pueda presentar a la Justicia. En los casos de amenazas, violencia psicológica e incluso física que no deja rastros visibles y que los médicos forenses no pueden constatar o relacionar con los hechos denunciados, las pruebas aparecen recién cuando el delito de lesiones ya se cometió, o cuando el feminicidio ya se llevó la vida de otra mujer, matando en vida también a hijos, padres, hermanos, etc.
Es poco serio simplemente relacionar los feminicidios con el resto de los delitos como las rapiñas, copamientos, e incluso con otros homicidios perpetrados con otra motivación, que hoy generan inseguridad pública. Pero si hacemos foco en todos los casos de violencia que hoy azotan nuestra sociedad, dentro y fuera del hogar, podemos llegar a identificar un denominador común de significación. Entre la gran mayoría de estos eventos: feminicidios, homicidios, rapiñas, copamientos, e incluso en muchos de los casos de autoeliminación, la utilización de armas de fuego es un denominador común.
En Uruguay los casos de suicidios consumados superaron en el año 2015 el doble de la cifra de homicidios. Es una realidad silenciosa, impactante y preocupante. Según datos del Ministerio de Salud Pública, en el año 2015 se autoeliminaron 653 personas en Uruguay, y otras 601 en el 2014, lo que nos ubica con la tasa más alta del continente. Es de destacar que en nuestro país el suicidio es la primera causa de muerte violenta y por cada caso consumado se dice que existen ocho tentativas. Entonces, ¿qué hacemos con las armas de fuego?
Debemos destacar que en materia de regulación de armas de fuego hemos avanzado bastante (aunque creemos que no lo suficiente) con la implementación de la Ley 19.247 del 27 de agosto del 2014, en la cual se controla la tenencia, el porte, la comercialización y el tráfico de armas. Esta Ley posee una gran y extraña particularidad: fue votada solo por el FA con 15 votos de 21 senadores presentes en sala, o sea que seis senadores de la oposición no la votaron, y los otros nueve, que no estaban presentes, no enviaron a sus suplentes a la sesión.
Sin embargo, la reglamentación de esta Ley, si bien es un avance importante en el control, no propone ningún tipo de operativo de incautación de armas de fuego en situación irregular como medida de prevención, antes de que éstas puedan ser usadas en actos delictivos o de autoeliminación.
Estamos convencidos de que debemos sacar las armas de fuego de circulación una y mil veces, tantas como sea necesario. Es uno de los aportes que debemos considerar en la lucha frontal e integral contra estos grandes problemas. Estamos completamente seguros que ejerciendo el control de las armas, mediante el desarme civil, contribuiremos y mucho en esta lucha. Desde el ámbito legislativo debemos instalar el debate sobre el tema de las armas y definir qué postura tenemos como sociedad al respecto, porque esto también forma parte del enfoque que tenemos sobre la convivencia y la sociedad que queremos.
A esta altura, todos, más allá de las posturas ideológicas, sabemos que la violencia en general, que lleva a la comisión de actos terribles como el feminicidio y todos los homicidios en general, tienen su génesis en causas sociales, con muchas aristas, de origen multicausal, que deberá ser abordada por muchos frentes. La ruptura del tejido social, la pérdida y/o cambios en los valores, frustraciones, individualismos, etc., propician la creación de un campo fértil para que se origine y propague la violencia en todas sus expresiones.
Si tanto la inseguridad en general como la violencia de género responden a la violencia instalada en la sociedad y ésta a su vez tiene sus orígenes en un tema o fenómeno social y multicausal, nos deberíamos preguntar cómo abordaremos y combatiremos este flagelo, enfocarnos en sus causas y debatir cuáles son los valores que debemos impulsar y cómo.
Creemos que el rol del sistema educativo en este sentido es fundamental y en lo relacionado a la violencia de género es primordial. Un abordaje sistemático, transversal e inmediato se hace indispensable en todos los centros de enseñanza del país. Conocemos los trabajos que se han hecho en los liceos sobre la violencia en el noviazgo y creemos que ese es el camino.
Debemos profundizar y extender en contenido y ámbitos el abordaje de esta terrible problemática rápidamente. Sabemos que los primeros años de vida son fundamentales para la formación de la personalidad, por lo que esas primeras etapas también deben ser consideradas en el plan de acción. Los actores culturales, artísticos y deportivos también pueden hacer un gran aporte en este sentido.
El feminicidio es el terrible desenlace de una línea de violencia perpetuada en el tiempo, en la historia, no solamente del feminicida y su víctima, sino de la sociedad toda. No es un asunto de mujeres, ni de hombres violentos, es un tema de todos y debemos hacernos cargo. Mientras no nos demos cuenta de esto, difícilmente podamos avanzar, por más voluntad que le pongamos desde el Gobierno o del Estado, y esto no es quitarle responsabilidad.
Podremos tener las mejores leyes, las penas más duras, los mejores programas de educación, pero si en la cotidianeidad no identificamos las actitudes violentas y desiguales, propias de la sociedad capitalista y patriarcal en la que nos hemos formado, tengo la convicción de que poco podremos avanzar.
Para citar solamente algunos ejemplos, cuando se híper sexualiza a las niñas, cuando permitimos que el cuerpo de la mujer sea utilizado como carnada para vender un producto, cuando aún dudamos de que solamente la mujer puede decidir sobre su cuerpo, estamos alimentando esa cadena de violencia. Habrá quienes me digan que no se identifican con ninguna de esas conductas, pero es más fino y subliminal aún el mensaje que estamos trasmitiendo todos los días cuando no reconocemos que es responsabilidad de todos y que debemos hacer una autocrítica honesta y responsable.
(*) Diputado de Compromiso Frenteamplista (711) – Frente Amplio