Durante décadas, se desconoció el porqué de la muerte masiva de larvas de abejas mielíferas de colonias ubicadas próximas a ríos y arroyos con abundante vegetación ribereña. Una reciente investigación en la que participaron investigadores de las Facultades de Química y de Ciencias de la Universidad de la República, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y el Instituto Clemente Estable, permitió comprender que, detrás de este fenómeno que genera pérdidas importantes en la industria apícola, hay una causa química, un árbol autóctono y un insecto involucrado.
Mal del Río es como se conoce a esta enfermedad que afecta a las colonias de abejas mielíferas entre el final de la primavera y el comienzo del verano. Cada vez es más frecuente la afectación de colonias que se encuentran próximas a cursos de agua de las cuencas de los ríos Uruguay, Negro y Cuareim.
La enfermedad se detecta a partir de la muerte masiva de larvas de abejas al poco tiempo de eclosionados los huevos. Si bien al comienzo las larvas logran continuar con su ciclo vital, el Mal del Río avanza rápidamente y puede generar la pérdida total de las poblaciones. De esta forma, las colonias pasan a tener excesivas reservas de miel y polen —probablemente por no ser utilizadas— y eventualmente se despueblan, porque no hay reemplazo de las abejas viejas que mueren. Así, al final del verano, las colonias experimentan pérdidas importantes que repercuten en el ambiente —por el rol que juegan las abejas como agentes conservadores de la biodiversidad— y también en la economía, en la producción de miel.
Ahora, el equipo integrado por investigadores del Laboratorio de Ecología Química de Facultad de Química, Facultad de Ciencias, el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y el INIA, halló que las abejas forrajeras (las que se encargan de llevar polen y néctar a la colonia) recogen las excreciones en forma de mielecilla de un insecto saltahojas (Epormenis cestri) que se alimenta de los árboles sarandí colorado y sarandí negro.
Al observar que las larvas de abeja de primer estadio alimentadas con esa mielecilla morían, los investigadores identificaron que los néctares de las colonias afectadas por la enfermedad tenían una toxina natural llamada xantoxilina. Esta sustancia fue encontrada en las partes aéreas de los sarandíes, así como en la melaza excretada por el insecto que se alimenta de esos árboles.
Este hallazgo entrega información fundamental para orientar la toma de medidas para controlar el Mal del Río y la afectación de las colmenas.
Información para la prevención
La coencargada del Laboratorio de Ecología Química de la Facultad de Química y profesora titular grado 5, Carmen Rossini, conversó al respecto con CRÓNICAS y señaló que la ecología química se ocupa de analizar las relaciones entre organismos en la naturaleza que se establecen mediante sustancias químicas. “En el caso de este estudio, logramos caracterizar una sustancia química que es tóxica para las abejas y que hace que las colmenas se mueran”, explicó.
A su vez, comentó que esta información es muy útil para los apicultores que, al saber exactamente por qué se produce el síndrome, pueden prevenir o mitigar sus efectos.