Desde la fundación de las primeras ciudades en nuestro territorio hasta ahora hay más de tres siglos de historia. A lo largo del tiempo, distintos arquitectos e ingenieros nos han dejado innumerables reliquias constructivas, que hoy forman parte del patrimonio arquitectónico uruguayo. El historiador Alejandro Giménez Rodríguez, quien recientemente publicó su libro “Breve Historia de Montevideo”, hace un recorrido histórico de los grandes emblemas de la construcción nacional.
Época Colonial
Los inicios de las ciudades de lo que un día llegaría a ser el Uruguay, señaló Giménez, tenían la marcada característica de tener “una intención mayormente defensiva”, y por lo tanto un énfasis en la arquitectura “fundamentalmente militar”. Con un territorio como el nuestro, en una posición estratégica debido al puerto y colocado en la frontera de dos grandes imperios, no es de extrañar que se priorizara la defensa de las ciudades. Ejemplo de esto es el inicio de la construcción desde 1724 de las primeras fortificaciones de Montevideo, diseñadas por Domingo Petrarca.
Si bien la arquitectura militar tenía gran importancia en este período, también se destacan construcciones religiosas de la época de la colonia, como la Catedral de Montevideo, de un estilo neoclásico, inaugurada en 1804, o la Iglesia de San Carlos, del mismo año, que es la iglesia con el plano original más antiguo del país. A su vez, es en esta época que comienza la edificación del Cabildo de Montevideo, diseñado por Tomás Toribio. El historiador destacó además la aparición de algunas “viviendas particulares muy suntuosas” que hoy son museos históricos, como la casa de Fructuoso Rivera, ubicada en Rincón y Misiones, o la de Juan Antonio Lavalleja, en Zabala y 25 de Mayo.
Comienzos del Uruguay independiente
Según Giménez, es entrado el siglo XIX que “comienzan a aparecer arquitectos e ingenieros profesionales” provenientes de Europa, que traen consigo el estilo ecléctico característico de la época. Como ejemplo de este fenómeno, el experto mencionó al francés Víctor Rabú, cuyas obras, como la Capilla Jackson en el barrio de Aires Puros, tenían una fuerte influencia del gótico. También recordó al ingeniero piamontés Luis Andreoni, autor del Hospital Italiano, el Club Uruguay y la Estación Central de trenes. Otro europeo que dejó su huella en el patrimonio montevideano fue Carlo Zucchi, que junto a Rabú diseñó el emblemático Teatro Solís.
Primera mitad del siglo XX
Los comienzos del siglo XX, comentó el entrevistado, “mostraban esa cara del Uruguay desarrollado que estaba consolidando su identidad”, y “nos dieron quizás los edificios más icónicos de la historia del país”. Además, la consolidación de la Facultad de Matemática en la década de 1880 permitió que el cambio de siglo viera una proliferación de arquitectos e ingenieros uruguayos formados en el país.
El historiador destacó el impulso de la obra pública que se dio durante el período batllista y los primeros 30 años del siglo. En ese sentido, mencionó como “quizás el más importante” al Palacio Legislativo, que se terminó de erigir en 1925, y que ostenta un estilo ecléctico grecorromano. También apuntó a una de las construcciones más singulares de la capital, el Palacio Salvo, inaugurado en 1928, que configura “el primer gran edificio privado”, y supo ser el más alto de Latinoamérica. La obra que termina de conformar esta tríada emblemática, para el autor, es el Estadio Centenario, construido para el primer Mundial de Fútbol en 1930.
A nivel de la construcción de vivienda, resaltó la aparición de estilos como el art nouveau, caracterizado por su inspiración en formas naturales, o el posterior art déco, una corriente que prioriza la sofisticación y las líneas geométricas. Ejemplos de este último son el Palacio Rinaldi, el Palacio Lapido y el Palacio Díaz, ubicados a escasos pasos entre sí a lo largo de la avenida principal montevideana.
Un fenómeno que definió urbanísticamente la capital fue el remate de parcelas por parte de empresarios como Francisco Piria, ejemplificado en barrios como Flor de Maroñas, Jacinto Vera y Belvedere. Otra obra que cambió radicalmente la conformación de Montevideo fue la creación de la Rambla Sur. El proyecto, finalizado en la década de los 30, generó 180.000 metros cuadrados de terreno ganado al mar, a la altura de donde hoy se encuentra la Embajada de Estados Unidos.
A su vez, Giménez señaló las “grandes infraestructuras turísticas” que aparecieron en esta época, como el Hotel de los Pocitos, antiguamente ubicado en la rambla del mismo nombre, y el Hotel Carrasco.
Segunda mitad del siglo XX
Durante el transcurso del siglo, “Uruguay comienza a ingresar en una crisis económica que se prolonga hasta la década de 1980”, apuntó el autor. Esta crisis se vio reflejada en la “disminución del volumen de obras públicas”, aunque el especialista mencionó algunos edificios que corresponden a este período. Uno de ellos fue el Cilindro Municipal, un local para espectáculos construido en los años 50. Este período también vio el desarrollo de varias obras a nivel infraestructural, como en la red vial, la construcción de los primeros puentes binacionales, y la represa de Salto Grande durante la dictadura.
En lo que respecta a vivienda, hay dos focos en el país en los que se da un boom constructivo en altura, como en la rambla de Pocitos entre los 40 y los 60, y más tarde en Punta del Este. El estilo de mitades de siglo se caracteriza por sus líneas rectas, ausencia de adornos y ventanales de gran superficie. Durante esta época aparecen también muchas cooperativas de vivienda.
Tras la apertura democrática
Sobre finales de siglo, el historiador destacó la construcción de la Torre Joaquín Torres García, mejor conocida como la Torre de Antel, diseñada por el arquitecto Carlos Ott en 2002. Ott también fue el autor del edificio del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), cerca de Punta del Este, inaugurado 20 años después.
A nivel urbanístico, Giménez destacó algunas plazas creadas en la capital en los últimos años, como la Líber Seregni, el Parque Idea Vilariño o el Parque Débora Céspedes en el Cerro. Para el entrevistado, la tarea del urbanista en la actualidad es “hacer a la ciudad cada vez más amigable”, y consideró que estas iniciativas iban en esa dirección.