La transición hacia el uso de la inteligencia artificial requerirá de una política fiscal que genere mejores redes de protección social, una mayor inversión en educación y sistemas tributarios que apoyen a los trabajadores y atenúen las desigualdades, según un estudio del FMI. Si bien se entiende que un impuesto a la IA no es aconsejable, se insta a reconsiderar los sistemas tributarios del impuesto de sociedades que, de modo ineficiente, favorecen el rápido desplazamiento de los puestos de trabajo que genera la IA.
Las nuevas tecnologías con inteligencia artificial (IA) generativa poseen un increíble potencial para aumentar la productividad y mejorar la prestación de servicios públicos, pero también generan preocupación por su impacto en la pérdida de puestos de trabajo y el incremento de las desigualdades. En este marco, un artículo de Era Dabla-Norris y Ruud de Mooij, subdirector y subdirectora en el Departamento de Finanzas Públicas del FMI, respectivamente, insta a los gobiernos a adoptar un enfoque ágil que los prepare para escenarios altamente disruptivos.
De acuerdo al análisis del FMI, la política fiscal desempeña un papel fundamental para lograr una distribución más igualitaria de los beneficios y las oportunidades de la IA generativa. Para ello, es necesario mejorar considerablemente los sistemas tributarios y de protección social de todo el mundo.
Según se argumenta, si bien en el futuro la IA podría dar lugar a un aumento del empleo y los sueldos en términos generales, también podría dejar sin trabajo a amplios sectores de la fuerza laboral durante más tiempo y causar así una transición dolorosa.
Las lecciones aprendidas en olas anteriores de automatización y los modelos del FMI sugieren que seguros de desempleo más generosos podrían amortiguar el impacto negativo de la IA en los trabajadores, pues permitirían a los que se vean desplazados tomarse el tiempo de encontrar nuevas ocupaciones que se ajusten mejor a sus habilidades. De acuerdo al organismo, la mayoría de los países cuentan con un margen considerable para ampliar la cobertura y la generosidad del seguro de desempleo, mejorar la portabilidad de las prestaciones y considerar distintas formas de seguros salariales.
Al mismo tiempo, la capacitación centrada en sectores concretos, así como los programas de aprendizaje, perfeccionamiento profesional y reconversión laboral, podrían desempeñar un papel más importante en la preparación de los trabajadores para los puestos laborales de la era de la IA. De acuerdo a los autores, para ello se requieren programas integrales de asistencia social para los trabajadores que se enfrenten al desempleo a largo plazo, así como para encarar situaciones de baja demanda laboral local debido a la automatización o el cierre de plantas industriales.
El estudio reconoce que indefectiblemente habrá “diferencias notables” en la forma en que la IA incidirá en los distintos mercados emergentes y economías en desarrollo, y por tanto en cómo deberían responder las autoridades. Si bien los trabajadores de esos países están menos expuestos directamente a la IA, también se encuentran menos amparados por programas formales de protección social como el seguro de desempleo, porque el sector informal es mucho más importante en términos relativos. Los enfoques innovadores que aprovechen las tecnologías digitales pueden facilitar una cobertura ampliada de los programas de asistencia social en estos países.
¿Debería gravarse la IA?
El informe del FMI pone sobre la mesa el debate respecto a la tributación de la IA. Ante tales preocupaciones, hay quienes recomiendan que se cree un impuesto a los robots precisamente para desincentivar que las empresas sustituyan a los trabajadores por robots.
Sin embargo, el organismo entiende que un impuesto a la IA no es aconsejable. “Su chatbot o copiloto con IA no es capaz de pagar impuestos. Solo las personas pueden. En cambio, un impuesto específico sobre la IA podría reducir la velocidad de la inversión y la innovación, frenando los avances en productividad. Además, resultaría complicado ponerlo en práctica y, mal aplicado, sería más perjudicial que beneficioso”, explican los autores.
En ese sentido, para buscar equilibrar la política tributaria en la era de la IA, se menciona que, en décadas recientes, algunas economías avanzadas, en un intento por impulsar la innovación, han incrementado las exenciones fiscales del impuesto de sociedades para el gasto en software y hardware informático. No obstante, estos incentivos también tienden a animar a las empresas a automatizar procesos en sustitución de los trabajadores. En tal sentido, deberían reconsiderarse los sistemas tributarios del impuesto de sociedades que, de modo ineficiente, favorecen el rápido desplazamiento de los puestos de trabajo, dado el riesgo de que magnifiquen los desplazamientos provocados por la IA.
Reforzar el impuesto de sociedades podría resultar útil para revertir esta tendencia. El impuesto mínimo mundial acordado por más de 140 países, que establece la tasa mínima efectiva del impuesto en 15% para las multinacionales, es un paso en la dirección correcta. Otras medidas útiles podrían ser un impuesto suplementario que gravase el exceso de beneficios, impuestos más altos sobre la renta del capital y reforzar la vigilancia del cumplimiento.