Ignacio Munyo, director ejecutivo de CERES
Lo caro que es el país no es algo que a Ignacio Munyo le parezca que se pueda solucionar en los próximos cinco años, como así lo plantean las distintas propuestas de los candidatos a la Presidencia. Su preocupación radica, principalmente, en atacar el exceso de regulaciones que existen, que es donde se pueden hacer cambios “sin depender de factores externos”. Así lo explicó en una entrevista con CRÓNICAS, en la que además destacó que la regulación laboral está “jugando en contra” de que vengan inversiones al país.
Por Mateo Castells | @teocastells
Menú: El entrevistado eligió de la extensa carta de La Corte merluza grillé con puré de papas y calabaza, que acompañó con Coca Cola zero. De postre eligió flan de dulce de leche, con un café doble.
-Uruguay es un país caro, con un exceso de regulaciones en varios escalafones de la cadena y con problemas de competitividad y de inserción internacional. A su entender, ¿dónde residen los principales desafíos de cara a los próximos años para abordar la microeconomía de las personas?
-Este tema es muy complejo de resolver. Uruguay está hoy en una situación de encarecimiento relativo que es incuestionable y que es muy difícil de salir. Hay que ser realistas al respecto, no se pueden generar falsas expectativas de que, con un cambio de gobierno, sea del partido que sea, va a existir una receta mágica para abaratar o volver competitivo a Uruguay. Eso es falso. Siendo realistas y pensando en lo que se podría esperar del próximo gobierno, creo que el foco debería estar en la parte regulatoria, que es donde se pueden hacer cambios sin depender de factores externos, como la inserción internacional. Mejorar el acceso de productos uruguayos a distintos mercados es una tarea compleja y condicionada por el Mercosur, donde Uruguay no tiene margen de acción. Siempre intentamos flexibilizar el Mercosur y no hemos tenido éxito. Y el Mercosur sigue igual. Sería más efectivo a esta altura adaptarse y desde el Mercosur buscar otros caminos, en lugar de cambiar el Mercosur.
-¿Es una utopía pensar en un Uruguay más barato en los próximos cinco años?
-Sí. No van a estar dadas las condiciones para que en los próximos cinco años seamos más baratos. Uruguay, a lo largo de su historia, cuando se ha abaratado significativamente ha venido de la mano de una crisis. En el año 82 hubo una fuerte devaluación y Uruguay se abarató, pero también se empobreció. Abaratarse abruptamente significa empobrecerse, porque los salarios caen, el poder de compra en dólares se desploma y el país se vuelve más pobre. Este no es el camino que se elige, nadie va a elegir empobrecerse. A veces, cuando no se toman medidas y se acumulan problemas, esta termina siendo la válvula de escape y termina explotando la crisis. Creo que no estamos a las puertas de una situación como la que tuvimos en el 82 o en el 2002, desde el punto de vista cambiario. En aquel momento, el tipo de cambio era diferente, con un régimen fijo, y hoy tenemos un tipo de cambio flexible donde el valor lo pone el mercado. El gobierno no interviene, pese a que se le reclame mayor intervención desde los sectores exportadores. Si el gobierno estuviera interviniendo para bajar el tipo de cambio, tendríamos una situación con un dólar artificialmente bajo, pero no es el caso. Sacarlo de donde está implica una gran intervención para el otro lado, que no se hizo, porque tiene consecuencias directas en los precios. Si el Banco Central del Uruguay (BCU) hubiera intervenido más en el mercado de cambio, la consecuencia habría sido un nivel de inflación más alto.
-Hace unos meses dijo que en caso de que el dólar subiera a $ 45 a fin de año, tendríamos una inflación del 9%. ¿Cómo viene monitoreando ese cálculo?
-No hemos monitoreado ese cálculo, porque es algo que se basa en la trayectoria histórica que han tenido las variables de tipo de cambio en Uruguay y con todas las dinámicas que las vincula a través de razones económicas en el país. Es una relación histórica que detrás tiene razones conceptuales, que hace que cuando sube una variable también sube otra, y sube más que en otros países, donde puede aumentar el tipo de cambio sin afectar tan directamente el valor de los precios internos. Pero yendo a lo concreto, creo que el gobierno tomó una decisión política de hacer bajar la inflación asumiendo las consecuencias en materia de competitividad que se están sintiendo y eso significa una transferencia del sector transable hacia el no transable, que se ve en la creación de puestos de trabajo que hemos tenido, que gran parte fue en el sector no transable. Se habla mucho de la recuperación del empleo, pero cuando se analiza el tipo de puestos de trabajo que implicó esa recuperación, se ve que se dio más que nada en el sector no transable y casi nada en el sector transable, que es el que se ve perjudicado con este valor del tipo de cambio. Acá hay un consenso, y es que el gran desafío que tiene Uruguay por delante es retomar el crecimiento económico, dado que el país crece poco. Para poder crecer más, una de las patas centrales es ser competitivos.
-Justamente, Uruguay viene de 10 años consecutivos creciendo en el margen del 1%. ¿Cómo se revierte esto? Más allá del renombrado viento de cola y el contexto favorable que pueda brindar o no la región.
-Lo primero que debe pasar para que Uruguay crezca más es tener suerte, porque así lo muestra la evidencia. A lo largo de toda la historia, cuando crecimos fue cuando nos soplaba el viento a favor. Crecer implica transformar el país y los factores estructurales que siempre estuvieron, tanto cuando crecimos mucho como cuando crecimos poco. Hay que hablar de cómo prender los motores de la economía, que son los mismos en todas partes del mundo. El primero es la inversión, tiene que haber inversión privada. Uruguay invierte poco en relación a países que crecen más y tiene, por lo menos, cinco puntos del Producto Interno Bruto (PIB) de rezago de inversión con los países que crecen. Pero para que se de esa inversión debe haber rentabilidad y para ello hay que ser competitivo y generar regímenes especiales. Todas las inversiones importantes que tuvo el país en los últimos años se explican por regímenes especiales. No se puede hablar de una agenda pro crecimiento sin pensar en qué es lo que necesita el país para que haya más inversiones.
-Todos conocen las reglas de juego claras y la fuerte institucionalidad que tiene el país, que son los factores que influyen positivamente en la atracción de inversiones, pero ¿cuáles son los factores y condiciones que tiene el país que influyen negativamente en esto?
-Depende de qué inversión estemos hablando, porque los positivos son los mismos para todos. Pero si tengo que ponerme a ver factores comunes a todas las inversiones, la regulación laboral está jugando en contra de que vengan inversiones al país, y lo sabemos hace años. La baja calidad de los recursos humanos del país es un problema reconocido por quienes piensan invertir acá, y más en áreas que precisan capital humano específico, que escasea. A nivel de regulación, en vez de querer que vengan inversiones, parece que quisiéramos que no vengan.
-El déficit fiscal en marzo de 2025 rondará en el 4% del PIB y el próximo gobierno deberá asumir un compromiso con los altos números de pobreza infantil, que aparece como tema principal además de la salud, la seguridad y la ciencia. A su vez, usted ha dicho que no hay margen para aumentar impuestos porque se entorpecería el crecimiento económico. ¿Cómo se atiende este tema teniendo en cuenta lo que le menciono?
-No hay márgenes para nuevos impuestos y tampoco hay margen para más deuda, porque Uruguay se viene endeudando y detrás del encarecimiento del país y de la baja del dólar, está pesando el hecho de que Uruguay se endeuda mucho todos los años. Y estamos llegando a niveles que no es recomendable seguir endeudándonos, porque tiene efectos no deseados. La única forma de encarar este problema que es tan grande, es reasignando recursos. Y digo que es tan grande, porque no se puede simplificar y hablar meramente de pobreza infantil porque no es solo eso. Hay pobreza en los hogares, los niños no viven solos. Hay que arreglar la pobreza en los contextos más desfavorables y atender la pobreza estructural. Y este es un gran problema, porque se necesitan recursos, pero también se necesitan otras políticas asociadas a este tema, como la educación y la salud. No nos podemos dar el lujo como país de que no se hagan bien las tareas asociadas con la pobreza infantil, en todas las organizaciones que el país tiene. La pobreza infantil se mejora si las instituciones que están a cargo del tema hacen mejor su trabajo. Si hicieran mejor su trabajo, tendríamos resultados mejores con los mismos recursos que hoy se están destinando.
-Unicef estimó, por ejemplo, que para que los 150.000 niños que viven por debajo de la línea de pobreza en el país salgan de esa situación, se necesitarán unos US$ 355.000 millones (0,5% del PIB).
-Los recursos para atacar la pobreza infantil ya se están destinando, solo hay que destinarlos mejor. No es un tema de nuevos recursos. Antes de destinar nuevos recursos, hay muchísimo para hacer con los recursos que ya se destinan, mejorando la provisión del servicio dentro del Estado. Esa es la discusión que tiene que haber acá, más allá de nuevos programas o nuevos recursos.
“Hay que preguntarse si el próximo gobierno va a estar dispuesto a dar esas batallas que el país necesita en materia de regulación”
-¿Imagina mucha diferencia entre un Ministerio de Economía liderado por Labat a uno liderado por Oddone?
-Los desafíos que Uruguay tiene son los mismos sea cual sea el partido que gane. Más que mirar las diferencias entre ambos, creo que hay que preguntarse si va a existir el apoyo político que ambos van a necesitar para hacer los cambios que el país necesita. Esto quedó demostrado con este gobierno, porque tenía un apoyo en los votos para hacer reformas más liberales de la economía y mejorar la regulación de varios mercados, pero decidió no dar la batalla. Hay que preguntarse si el próximo gobierno, sea quien sea, va a estar dispuesto a dar esas batallas que el país necesita en materia de regulación, para volver a generar las condiciones necesarias para crecer, que es lo que más nos importa.
“Hay cientos de áreas donde la regulación tiene un rol de sobrecostos importantes en el país”
-¿Es de valorar que el BCU haya priorizado el control de la inflación sobre el valor del dólar?
-El BCU cumplió con sus objetivos. Bajó la inflación, sin importar los impactos que eso tiene en el sector productivo. Creo que lo que está rezagado, más que la agenda del BCU, es la agenda de reformas que el país necesita para competir con este valor del dólar, que es donde está el gran déficit. Históricamente, el tipo de cambio ha funcionado como una especie de subsidio. Que el dólar suba, subsidia ineficiencias que existen en el país para que el sector exportador pueda competir. El gobierno de cierta forma retiró ese subsidio y además trató de favorecer al resto de la economía con una inflación más baja, que es la contracara, y a los que tienen que salir a competir no les dio nada a cambio. Ahí está el problema, y lo que les puede dar a cambio es mejorar la regulación para que no sea un costo importante. Hay que empezar por la regulación laboral, siguiendo por los aspectos sanitarios. Hay cientos de áreas donde la regulación tiene un rol de sobrecostos importantes en el país.