WASHINGTON RIBEIRO, PRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL DEL URUGUAY (BCU)
Para el Banco Central, el 2024 ha estado marcado por avances en control inflacionario, modernización de sistemas de pagos y supervisión financiera. Además, hacia el 2025 se prevé que será primordial la definición de políticas económicas en el Presupuesto, resaltando la importancia de la estabilidad y la productividad para el crecimiento.
¿Qué balance hace de este año en lo que respecta a la performance del BCU?
Muy positivo. Vamos a cumplir un año calendario con la inflación dentro de la meta, acumulando 18 meses y proyectando los próximos 24 en la misma condición. Las distintas medidas de expectativas han convergido al rango y todas ellas han tocado mínimos históricos. Lo anterior, dada la institucionalidad de la política monetaria, una adecuada comunicación, la mejora de los modelos que fundan el proceso de toma de decisión y la convicción en el objetivo.
Por el lado de Sistema de Pagos, los avances han sido notables: transferencias instantáneas 24/7, gratuitas debajo de ciertos umbrales, enmascaramiento de cuentas para reducir errores, alias para facilitar su uso, y el lanzamiento del sistema de pagos rápidos con transferencia, más conocido como TOKE, todos promovidos por el BCU y desarrollados por la industria.
En estos meses estamos llevando adelante un análisis normativo con el objetivo de armonizar la recopilación de Normas del Sistema Financiero y de Pagos. Esta revisión puede llegar incluso a plantear cambios de carácter legal.
Un sistema financiero y de pagos cada vez más tecnológico, moderno y diverso nos obliga a ser más efectivos. Necesariamente, la regulación y supervisión del sistema tiene que adaptarse al cambio tecnológico, incorporándolo. El banco ha avanzado en esta línea, adecuando su estructura, corrigiendo procesos, simplificando y modernizándose. Nuestras capacidades humanas son altísimas y el uso de la tecnología en nuestra gestión debe mejorar. Tenemos que mejorar nuestra productividad, y no porque sea baja, sino porque el crecimiento de la industria exige más.
Los riesgos a supervisar evolucionan y el banco tiene que ir hacia un esquema de trabajo adaptable, más flexible para absorber tal evolución. Nos cuestionamos permanentemente acerca de cómo hacemos las cosas y procuramos cambiarlas, pero desde la matriz que tenemos, por ahí deberíamos repensar esa matriz de funcionamiento para que el cambio de procesos sea más integral y efectivo. Es un camino a profundizar.
Desde el lado de estadísticas estamos en trabajos preparatorios para programar un nuevo cambio de año base, con todo lo que ello implica. Son procesos largos, pero en esta ocasión la generación de datos seguramente sea muy diferente al pasado. Claramente, aplicar innovaciones tecnológicas a la generación de estadísticas de base y su procesamiento es todo un desafío en cuanto a seguir capacitando a nuestros funcionarios, generando nuevos perfiles, entre otros. La finalidad sigue siendo la misma, medir adecuadamente la realidad económica del país, pero la meta está en lograrlo en menor tiempo con relación al tiempo en que los hechos ocurren.
¿Cuáles son las expectativas que tiene para la economía nacional en 2025, teniendo en cuenta el cambio de signo político en el gobierno, pero también la situación actual de la economía mundial?
Desde mi rol como presidente del BCU no me corresponde opinar sobre el cambio de signo político, pero sí puedo opinar sobre el inicio de un nuevo gobierno. Lo primero a resaltar es la forma en que se procesan los cambios en Uruguay, con madurez democrática y responsabilidad institucional. Bajo esa filosofía, el BCU va a procesar los cambios que se lleven adelante: gestionando el banco día a día, pero con visión de mediano y largo plazo.
La Ley de Presupuesto develará la línea de política económica. Los supuestos allí incorporados serán la clave para entender y valorar los objetivos. Una trayectoria consistente entre la política fiscal, monetaria y de ingresos, entre sí y con el objetivo que el nuevo gobierno se proponga, darán la pauta.
La coyuntura internacional plantea, como siempre, oportunidades y amenazas. Con esto no digo nada, pero hay que tener presente que Uruguay poco puede hacer por influir en ello y, por lo tanto, mucho o todo tiene que hacer por seguir fortaleciendo los fundamentos de nuestra economía, de tal manera de poder así aprovechar o minimizar la coyuntura.
En lo que refiere a la política monetaria, el esquema de metas de inflación se sigue robusteciendo. El instrumento de política, la tasa de interés, demostró ser eficaz para llevar la inflación y sus expectativas al rango establecido. Vuelvo a los supuestos del Presupuesto: allí veremos la ratificación o rectificación de la meta. Desde mi punto de vista estamos ante una buena oportunidad para ser más ambiciosos.
Ya se asumieron los costos asociados a la estabilización de la inflación (y expectativas) un escalón por debajo del promedio de los últimos 20 años. Los costos económicos y políticos se compensaron con un aumento en el stock de credibilidad en la política monetaria. Ahora es tiempo de capitalizar. Por el contrario, si nos volvemos laxos con relación a la meta de inflación en el futuro, esos costos deberán asumirse de nuevo. Uruguay no puede desarrollarse con una inflación desalineada. Los distintos bancos centrales de la región vienen discutiendo por estos tiempos rebajas en sus metas.
Una inflación y expectativas dos o tres puntos desalineada de la meta, en forma permanente, es como un resfrío crónico: nos permite llevar nuestras vidas con relativa normalidad. Incomoda, pero no inhabilita. Sin embargo, no nos permite vivir a plenitud, no podemos desarrollar nuestras capacidades en forma plena. Ese es el problema. Esa es la diferencia entre una inflación levemente desalineada y otra de 3 o 4%. Uruguay necesita usar sus capacidades a plenitud.
¿Qué desafíos cree que deberán sortearse hacia 2025? ¿Cuáles son las mayores preocupaciones en ese sentido?
El 2025 es mucho más que un quinto del período de gobierno. El primer año de cualquier gobierno, conceptualmente, vale mucho más que uno. El talante de una gestión está pautado por las decisiones. En el caso de un gobierno, por sus políticas.
Uruguay necesita crecer a tasas altas y aumentar su producto potencial, por lo que incrementar nuestra productividad es clave. Inversión, tecnología, apertura comercial, competencia, educación, infraestructura, desarrollo del mercado de capitales, acceso al crédito, entre otras, son determinantes. El marco está dado por la sostenibilidad fiscal, la estabilidad financiera, la estabilidad de precios. Las definiciones en estas últimas dan el grado de “fertilidad” para el clima de negocios y desarrollo de los demás.
Por eso 2025 es clave; por eso el Presupuesto y, sobre todo, los supuestos que lo fundan, son relevantes. Allí estarán puestas las miradas, y las expectativas empresariales para los próximos años derivarán de estas definiciones. De ahí surge uno de los principales desafíos para 2025.
Durante el debate electoral se planteó la existencia de dos modelos. El resultado de las elecciones delineó una configuración parlamentaria que exige la búsqueda de mayorías. Esa es una oportunidad, deberíamos verlo como tal. O bien esa búsqueda de mayorías se usa para viabilizar uno de los modelos, el que predominó en las elecciones, o bien, y acá está la oportunidad, la búsqueda de mayorías se aprovecha para la construcción de un modelo mucho más amplio, rico y seguramente sostenible.