La globalización que achicó el mundo con el avance de la comunicación, también generó rechazos y alimentó discursos nacionalistas que llevaron a tener a la Unión Europea en jaque, así como a sentar en la Casa Blanca a Donald Trump. “Se puede ver en la OMC, y también se ve en la ONU: la comunidad internacional siente cierta desconfianza por no estar resolviendo las grandes crisis que se viven”, dijo a CRÓNICAS, el analista internacional Nicolás Albertoni.
Por Adolfo Umpiérrez | @AdolfoUmpierrez
El avance de la tecnología y con ella las facilidades para la comunicación y el transporte vienen generando, en los últimos 60 años, un proceso de globalización en el que, hasta no hace tanto, no se encontraban grandes oponentes, y redundaba en beneficios para muchos.
El hecho de poder comunicarse con una persona que se encuentra del otro lado del globo, poder verle la cara, y que por una videollamada te muestre el centro de Pekín, hoy es totalmente posible, al igual que, con ese mismo celular, la persona pueda cortar y llamar a alguien en Wall Street para pedirle que haga determinado movimiento con ciertas acciones, o escribir un mail a Sidney para conocer en qué estado está la importación que llegará en algunas semanas al puerto de Montevideo.
Este fenómeno ha llevado a crear las renombradas cadenas de valor, en las que un producto bien no podría tener un país de origen en concreto, porque varios de sus componentes llegan de rincones muy dispares en el mundo. Esta globalización ya no satisface a todos y hay ciertos colectivos que comienzan a añorar los tiempos en que su país estaba antes que el mundo. Así, Donald Trump y su discurso “America first”, llegó al gobierno de la primera potencia política y económica, así también Londres comenzó un proceso de alejamiento de Bruselas, y de este mismo modo Marine Le Pen está hoy en la segunda vuelta de las elecciones francesas con intenciones de iniciar el Frexit, el hermano mellizo del Brexit británico.
El rechazo a la globalización es resultado de lo perjudicial que ha sido para algunos sectores en particular. “Trump, por ejemplo trancó las visas para profesionales que se quieran radicar en Estados Unidos. Él busca proteger el mercado local, porque quienes vienen de afuera trabajan más barato que los norteamericanos formados en la misma especialidad, al igual que los inmigrantes ilegales, trabajan por menos que lo que lo hacen los americanos insertos en el mercado”, resaltó el sociólogo Rafael Baycé, consultado por CRÓNICAS. Y agregó: “En la Unión Europea pasa lo mismo: si haces una comunidad donde conviven Rumania y Bulgaria, con Gran Bretaña y Alemania, eso termina rebajando los niveles salariales de los países más desarrollados, entonces llega un momento en que algunos se quejan”, y se quieren ir.
Quienes están en franco descontento con la Unión Europea vienen rechazando a esta organización supranacional desde que en 2009 se saliera al rescate de Irlanda, Portugal y Grecia, lo que insumió cientos de miles de millones de euros a las arcas del viejo continente. A esto se le sumó el estallido de la guerra en Siria que llevó un interminable flujo de refugiados y los sucesivos atentados en Europa perpetrados por el ISIS.
Glocalización: un poco de los dos
El proceso mediante el cual se intenta tener actitudes localistas, sin apartarse totalmente de la globalización, hace unos treinta años fue acuñado por la sociología: glocalización. Este es fenómeno en el que se apoyan los gobiernos nacionalistas, que terminan generando discursos antiinmigración y racistas.
“Otro problema de la globalización es el hecho de que las empresas americanas se instalen en países que tienen más exenciones impositivas, precios más bajos de la tierra y de la mano de obra, más facilidades para exportar. Si encuentran que eso está en Singapur, van para allá y la mano de obra formada en Estados Unidos para esas industrias se queda sin trabajo”, sostuvo el sociólogo, “por eso los países tienen proyectos de apoyo a las universidades del tercer mundo, porque forman mano de obra barata para que se instale en sus países”, concluyó.
La última crisis hizo lo suyo
“Sin dudas que momentos de crisis económica pueden originar cierto descontento político y contra el sistema. Hay estudios que muestran esa correlación, pero también es importante contextualizar históricamente en qué momento se dan estas crisis”, dijo a CRÓNICAS el analista internacional Nicolás Albertoni.
Incluso, los movimientos nacionalistas y antiintegración “se dan en un momento en el que el sistema multilateral, sea político o económico está bastante debilitado. En una especie de suspenso. Se puede ver en la OMC, y también se ve en la ONU: la comunidad internacional siente cierta desconfianza por no estar resolviendo las grandes crisis que se viven. Ese es el punto que origina hechos como el Brexit o eventuales cambios de sistemas”.
Además, este cambio multilateral se da por una crisis en Estados Unidos “que de alguna forma sigue siendo el protagonista del concepto de libertad económica en el mundo, eso generó cierto descontento, y después es importante ver qué tipo de descontento sobre la crisis es que se da”, agregó. Con esto, Albertoni hace referencia a que la quiebra de Lehman Brothers fuera resultado de una crisis sustentada en un gran caso de corrupción. “Si uno ve las investigaciones que se dieron después, hubo gente presa por lo que fue la gran estafa de la burbuja inmobiliaria. Esto con una baja transparencia, genera que la aparición de candidatos con una retórica al llamado del cambio de sistema, germine de manera muy clara, pero lo que a veces no nos terminamos dando cuenta es que es un círculo vicioso, porque quienes están hoy generan descontentos y otros llaman a sacarlo para tener un nuevo recambio”, sostiene.
Las alternativas han surgido por todos los frentes, tanto en Estados Unidos como en Europa. Empezando por el propio Donald Trump, quien prometió “terminar con todo el lobby y la corrupción radicada en Washington” con Berni Sanders intentando conseguir la interna demócrata con un discurso igual de antisistema aunque radicalmente opuesto al del ahora presidente norteamericano. En Europa los casos son interminables, en España se vio el surgimiento de Podemos y Ciudadanos, alternativas por la izquierda y por la derecha. Francia es el ejemplo de turno, donde el próximo presidente, bien podrá ser del ultraderechista Frente Nacional, como del partido En Marcha cuyo nombre oficial es “Asociación para la Renovación de la Vida Política”, y fue presentado ante las autoridades electorales francesas hace un año.
“En cada sistema político a veces los bipartidismos generan esos riesgos. Como fue el caso de EE.UU. si salta una tercera visión aunque sea dentro de un mismo partido, aunque sea un cambio de sistema puede generar más que en los países multipartidistas donde ese tipo de retóricas se diluye en el resto de los votantes”, explicó Albertoni.
De todos modos, Albertoni sostiene que “los discursos antisistema son una gran falacia de la retórica política. Quienes lo usan deberían hablar de cómo resolver los problemas de la gente en vez de solo decirnos lo que no quieren hacer”.