Por A. Sanjurjo Toucon
La larga noche de Francisco Sanctis (La larga noche de Francisco Sanctis) Argentina 2016. Dir.: Francisco Márquez y Andrea Testa. Con: Diego Velázquez, Laura Paredes, Valeria Lois.
Dos breves secuencias iniciales (el hogar, la oficina), son suficientes a los realizadores / guionistas Francisco Márquez y Andrea Testa para establecer las coordenadas a recorrer por “La larga noche de Francisco Sanctis”, adaptación de la novela homónima de Humberto Costantini, publicada en 1974, tres años antes de su muerte.
Márquez y Testa, nacidos en Buenos Aires, en 1981 y 1987 respectivamente, lograron que un texto netamente literario, se convirtiera en elocuente guión de un film esencialmente visual. La palabra está reducida a lo imprescindible, presente en aquellos instantes que no pueden hallar una expresión icónica.
Desde el inicio, el estilo del film queda firmemente establecido. Una cámara ágil, recorre y crea un mundo kafkiano y a quienes lo habitan. Las escenas nocturnas, que abundan, muestran parcialmente su marco escénico, albergando a seres aterrorizados en un clima de temor y miedo, palpable en parte de esos guerrilleros y ex guerrilleros, sobre los que se vuelca la realización. De este modo, y de un plumazo, sin necesidad de explicaciones verbales, las escenas registradas con escaso ángulo visual, definen el ánimo de quienes, a medida que avanza la noche, se introducen en este laberinto kafkiano.
Ubicada en años de la dictadura militar argentina, pasado y presente de los personajes se materializan en esas frases escuetas, cargadas de sobreentendidos, sin innecesarias explicaciones. La ubicación física y cronológica no admite desconocimientos. Es más, el guión prescinde de héroes de la resistencia, y militares torturadores, que los hubo, rescatando y recreando estados anímicos, especialmente de las víctimas de los uniformados. Los realizadores / guionistas sacrifican la reconstrucción tradicional de la “guerra sucia”, resaltando los elementos intangibles; esos miedos y desesperación convertidos en acción y violencia, existentes en este país que puede ser otro.
El pasado y los vínculos de estos guerrilleros y ex guerrilleros, así como su impronosticable futuro, constituyen el sedimento sobre el que se alza este “no relato” de nítido contenido y creativa formulación.
Muy lograda la transición entre la indolente existencia de ese individuo y su mundo gris, de realismo y atmósfera “benedittianos”, a la compleja maraña (mostrada con sencillez) de una noche “kafkiana”, emparentada con la también kafkiana “Después de hora” (1985) de Martin Scorsese, sobre guión de Joseph Minion.
“La larga noche de Francisco Sanctis” es cine puro, con un sorprendente elenco.
Un debut tan logrado obliga a seguir la trayectoria de los realizadores, y a ellos mantener su excelencia. El cine argentino está en uno de sus mejores momentos, s i no el mejor.
El Francesito (El francesito. Un documental (im)posible sobre Enrique Pichon-Riviere). Dir.: y guión: David Kohan.
Enrique Pichón-Riviere, nacido en Suiza en 1907, fallecido en Buenos Aires en 1977, fue el único hijo de un segundo matrimonio de su padre. Por razones nunca debidamente aclaradas, en 1910, la familia se traslada a la Argentina, llevando consigo su adhesión a ideales izquierdistas. En su etapa adulta, fue médico, psicólogo, y psiquiatra; y entre otras actividades, fue uno de los introductores del psicoanálisis en el país vecino, impulsando la creación de sociedades de psicoanalistas.
“El francesito” es un documental argentino acerca de vida y obra de Enrique Pichon-Riviere, en el que se prescinde de datos básicos tanto de la obra como de la vida del retratado.
Aquellos que conocen la trayectoria de Pichon-Reviere, no hallarán elementos novedosos, y quienes no la conocen, poco descubrirán de la misma.
El realizador Kohan deja la sensación de haber sido poco riguroso con el material registrado, donde abundan las reiteraciones, con especial insistencia en la vida privada y muy escasa presencia del análisis e información acerca de los trabajos e investigaciones.
Las inserciones superfluas abundan: multicolores puestas de sol e imágenes sin otro cometido que aumentar el metraje se apoderan del film.
“El francesito” se aparta radicalmente de las estereotipadas biógrafías de HBO y similares, sin alcanzar el didactismo de estas, ni la mirada renovadora de un cine acaso experimental, para el que “El francesito” ofrece amplias posibilidades.
“El francesito” ha sido la abreviación de su nombre oficial: “El francesito. Un documental (im)posible sobre Enrique Pichon-Riviere”. Tienen razón.