El ingeniero agrónomo Sebastián Martinez, del Programa Nacional de Investigación y Producción de Arroz de INIA, explicó sobre el manejo de enfermedades atendiendo las características peculiares de la zafra 2018-2019.
El profesional comentó que el Brusone o Quemado del arroz, es causado por el hongo Pyricularia oryzae. El manejo integrado para su control incluye la elección del cultivar, el curado de la semilla, la fertilización ajustada a las necesidades y el riego a tiempo y uniforme.
Para Martínez, las variedades tienen diferentes niveles de susceptibilidades resistencia al Brusone y la misma puede variar entre hoja y cuello dentro de un mismo cultivar. En las chacras o regiones donde la presión esperada de la enfermedad es alta, se recomienda utilizar variedades resistentes.
Sobre el manejo preventivo de la enfermedad señaló que «se deben sembrar variedades resistentes o tolerantes; realizar un correcto manejo del riego evitando déficit hídricos; sembrar en la fecha adecuada para la variedad; evitar la fertilización excesiva de nitrógeno; en variedades susceptibles monitorear los cultivos para definir la necesidad del uso de fungicidas».
Recalcó que se debe recorrer y monitorear la chacra para detectar la aparición de manchas de la enfermedad en hojas o lígulas durante todas las etapas del cultivo. «Para la identificación de síntomas de estas enfermedades se puede consultar el «Manual de Identificación de Enfermedades y Plagas en el Cultivo de Arroz», sostuvo.
Agregó que se debe examinar plantas en varias partes de la chacra e intensificar el monitoreo durante el embuchado. «Es importante inspeccionar lugares donde los síntomas son más probables de aparecer como, bordes de chacra con repasos; taipas; sitios con excesivo agregado de fertilizantes o semillas (caídas o entradas de chacra) o con mucha materia orgánica; lugares donde descansaba ganado; zonas sombreadas en partes del día o con problemas de riego. En caso de detectar síntomas se debe realizar una aplicación de un fungicida», dijo.
El técnico de INIA señaló que la aplicación de un fungicida específico para Brusone es necesario cuando se detectan síntomas en el cultivo.
Acotó que también es recomendable una aplicación preventiva en prefloración en caso de que se constaten algunas de las siguientes características: se cultivó una variedad susceptible; se ha reportado Brusone en zonas cercanas al cultivo; es una chacra con historia de Brusone o hubo Brusone la zafra anterior; el cultivo posee un crecimiento exuberante, alta densidad y fertilización; predomina un clima fresco y húmedo y lluvioso, días nublados y/o con rocío en las mañanas.
Méndez explicó que en variedades susceptibles en cuello y panoja se recomienda una segunda aplicación si permanecen las condiciones climáticas predisponentes o se observan panojas afectadas durante el llenado, o se presentan floraciones desparejas con muchos macollos secundarios. «No se recomiendan aplicaciones para los cultivares como INIA CL212, Parao e INIA Merín», destacó.
El profesional indicó que, en los casos mencionados anteriormente en que se recomienda un control químico, el momento óptimo es de fin de embarrigado e inicio de la floración. El límite efectivo de momento de aplicación es cuando al menos el 50% de las panojas han emergido entre el 30% a 50% de su longitud. Luego, la eficacia del fungicida se reduce drásticamente.
Explicó que se aconseja realizar un nuevo monitoreo en búsqueda de síntomas en panoja, no más de 7 a 8 días posteriores a la primera aplicación. La segunda aplicación debe realizarse no más de 10 a 12 días posteriores a la primera, debido a que es el límite de residualidad del fungicida inicial.
Las aplicaciones en estado vegetativo no se justifican, ya que, si bien pueden reducir el inóculo inicial, no garantizan la protección posterior del cultivo.
Finalizó diciendo que no existe respuesta a la aplicación de un fungicida para Brusone luego de doblada la panoja, por lo cual tampoco se recomiendan.