Por Álvaro SanjurjoToucon
The Party. Reino Unido 2017
Dir. Y guión: Sally Potter. Con: Kristin Scott Thomas, Patricia Clarkson, Bruno Ganz, Timothy Spall, Cherry Jones, Emily Mortimer, Cillian Murphy.
Tres parejas y un hombre, quien señala que su esposa llegará más tarde, todos viejos amigos, se reúnen en casa de una de las mujeres a efectos de celebrar la designación de esta como Ministra de Salud (de Gran Bretaña).
Una estupenda fotografía en blanco y negro (del ruso Aleksei Rodionov), registrada por movediza cámara, sigue a los distintos personajes que se entrecruzan en la vivienda, recogiendo, en instantes breves, cuanto permita definir a estos seres. Habilidoso juego tragicómico en que se combinan cuanto cada uno cree ser, o busca aparentar, y la imagen que tienen los demás. Cuidadosos encuadres, ocasionalmente en ángulos no tradicionales, enfatizan el dinamismo de la anécdota, acentuando su natural ritmo vodevilesco.
El diseño de personajes, y el planteo de las vivencias personales, riguroso e implacablemente duro y realista, emergen con rasgos propios de los renovadores del teatro y cine británicos de los años sesenta. Karel Reisz, Tony Richardson, John Osborne, Lindsay Anderson, y otros de sus contemporáneos del “free cinema” y los “angrymen” de las tablas. Por cierto que “aggiornados”, abordando con mayor desenfado los asuntos que hoy sacuden el tablero: identidad sexual, derechos y roles de hombres y mujeres, además de las eternas infidelidades.
El agolpamiento de conflictos en un grupo humano reducido, alcanza tal desborde que los excesos de los melodramas latinoamericanos de los años 40, pero también de los culebrones televisivos latinoamericanos actuales, se fusionan con el realismo de los referentes citados. La realizadora y guionista Sally Potter (Orlando, Ginger& Rosa, La lección de tango, El hombre que lloró), elabora una subrepticia comedia desaforada, en torno a cuestiones muy vigentes y reales.
Ese barroquismo dramático, esa galería inconmensurable de conflictos individuales, brotando incesantemente, dividiéndose y superponiéndose, se materializan a través de notable juego actoral, donde las lides conyugales de “¿Quién le teme a Virginia Wolf?” empalidecen.
Potter necesita a su vez sustentar ese entramado, y lo hace creando un halo de suspenso en que se conjugan la anunciada llegada de un personaje clave, como en “La soga” (1948, Alfred Hitchcock), con la múltiple culpabilidad de la célebre “Ha llegado un inspector”, de J.B. Priestley, tantas veces llevada a las tablas, el cine, la TV y la radio.
En la banda sonora se escuchan constantemente viejas grabaciones de infinidad de LP. propiedad del anfitrión; música diegética surgida de las preferencias de un personaje, en tanto la clave del film queda desfasada a una intervención musical extradiegética, surgida cuando sobre la pantalla comienzan a desfilar los créditos sobre fondo negro. En ese instante se escucha una pieza musical instrumental, perteneciente a un ritmo cuyas letras se emparentan con la propuesta de Potter.
Para no quebrar el golpe de efecto, no revelaremos de qué composición, género y orquesta se trata. Tenga paciencia, y aguarde hasta que en la pantalla aparezca el detalle de los temas musicales utilizados.
Los diálogos, impecablemente expresados, parecen inspirados por Oscar Wilde junto a Woody Allen. Son de Potter.
La autora ofrece un gran film, utilizando la pátina del humor mordaz y corrosivo, como vehículo de observaciones mayores. Lo consigue en setenta y un disfrutables minutos de trepidante interés.
Construyendo puentes (Construindo pontes). Brasil 2017
Dir. y guión: Heloísa Passos. Con: Alvaro Passos y Heloísa Passos.
Heloísa Passos construye su film-testimonio utilizando viejas películas familiares, documentales de época, registros actuales realizados en su hogar donde su padre, ingeniero vinculado en el pasado a importantes obras públicas (la represa de Itaipú, entre otras) se refiere a su trayectoria ante el silencio y el expresivo rostro de familiares.
El ingeniero Alvaro Passos protagonizó la construcción de puentes, y ahora vuelve a hacerlo. Si bien este nuevo puente es emocional y sentimental y quien lo construye es su hija con este cautivante registro confesión.
El padre valoriza su trayectoria para lo cual reivindica las obras públicas de una dictadura a la que reclama volver. Por sobre la necesidad de restaurar un fuerte vínculo filial, su hija le expondrá cual fue el costo humano de su “ordem e progresso”, y las razones por las que no lo apoya como ciudadana aunque le dispense su amor de hija.
Una semana antes que el pueblo brasileño elija democráticamente como Presidente a quien se apoya en ideas fascistas, este inteligente -y formalmente creativo film-, puede explicar (aunque no justificar) esa agorera preferencia. No es poco.