Por A. Sanjurjo Toucon
Noticias de la familia Mars (Des nouvelles de la planète Mars). Francia / Bélgica 2016
Dir. y coguionista: Dominik Moll. Con: François Damiens, Vincent Macaigne, Veerle Baetens.
El germano Dominik Moll (1962) ha realizado siete largometrajes, conociéndose entre nosotros solamente dos de ellos: “Harry, el que está para ayudar” (Francia, 2000) y “Noticias de la familia Mars”. El nexo entre ambos títulos lo constituye la presencia de un personaje avasallador imponiéndose sobre los demás. En “Harry”, es el individuo que aproximándose a un matrimonio en vacaciones, dice conocer al marido (y sus recuerdos así parecen probarlo), cosa que este no recuerda, al tiempo que titubea sobre sí mismo.
En “Noticias de la familia Mars”, protagonizada por padres separados y dos hijos adolescentes (un varón de doce años y una chica algo mayor), en un principio breve hospitalidad tolerada por todos, se convierte en avasallante presencia de quien, de un modo u otro, logra erigirse en el elemento dominante de los dueños de casa y aquellos que le secundan.
Ese permanente y desafiante enfrentamiento entre dominador(es) y dominado(s), crea un angustiante clima, provisto de cierto humor (negro) campeando sobre la lograda sensación de impotencia. Llevándose el relato a extremos del absurdo, haciendo del espectador otro personaje más, igualmente pasivo, atrapado por una situación “molesta”.
Desarrollar el film en espacios preponderantemente interiores –básicamente una oficina y el hogar- intensifican un clima opresivo, enloquecidamente “kafkiano”, al tiempo que el dueño de casa –al que el relato ha convertido de una proyección del público- entra en duda respecto de la escala de valores que han regulado su existencia.
La comedia de apariencia enloquecida, es transformadora, cuestionadora, racional e implacable, de unas pautas en definitiva absurdas. Un elenco de primera línea, imparte solidez a los personajes y su desplazamiento dentro del “orden social.”
Las ocupaciones de los cónyuges separados: informativista de TV y experto en informática, introducen, de manera casi subterránea, pautas necesarias para poder contemplar analíticamente una sociedad de masas a la que se pertenece. Nucleamiento cuyo magma integramos, dificultando conocer su real fisonomía.
El realizador Moll hace de sus cuestionamientos, un contundente alegato que nos persigue más allá del tiempo que dura la proyección.
Testigo (La mécanique de l’ombre). Bélgica / Francia 2016
Dir.: Thomas Kruithof. Guión: Thomas Kruithof e Yann Gozlan. Con: François Cluzet, Denis Podalydès, Sami Bouajila, Alba Rohrwacher. Vista en internet.
La crisis laboral que se expande por Europa deja sin empleo a un solitario sesentón. Su situación parece solucionarse cuando un empresario le contrata para transcribir las grabaciones clandestinas de conversaciones telefónicas.
Trabajará solo, en un departamento sin más mobiliario que un escritorio sobre el que se encuentra una vieja máquina de escribir. El personaje conocerá de esa extraña situación tanto como conoce el espectador. Aislamiento, vigilancia constante, logran un enrarecido clima con no pocas semejanzas con el enigmático entorno que rodeaba a Gene Hackman en “La conversación” (1974), de Francis Coppola.
Las escasas palabras de quien contratara al copista, delatan la presencia de servicios de espionaje de no se sabe a quién pertenecen ni que es lo concretamente buscado. Esa empatía entre personaje de la pantalla y espectador en su butaca, genera legítimo desasosiego, acrecentado por la constante incertidumbre de cuánto vendrá.
Una vez más la interna del espionaje aparece como materia inaccesible, soslayándose cuanto explique una anécdota sin aparente explicación. El film se desliza sobre enigmas y climas enrarecidos.
Para un cinéfilo memorioso, “La conversación” se fusiona con la casi abstracción de los agentes secretos que, en la “nouvelle vague” y en clave de humor negro, nos dejara Henri-Georges Clouzot en “Los espías” (Francia, 1957); en tanto los silencios poseen fuerza narrativa, aproximándose a la experiencia emprendida en 1952 por Russell Rouse en “El ladrón” (“The thief”, que en algunos países de habla hispana se exhibió con el más acertado título de “El espía”), film absolutamente sin diálogos.
Thomas Kruithof apuesta al desafío de un relato anticonvencional, hasta que al promediar el metraje, apoyándose en la inserción de un personaje femenino de desempeño harto previsible, gira hacia un logrado y tradicional “thriller”, reservándose un (casi) sorpresivo golpe de efecto en la escena final.
Sin acudir a la altisonancia, “Testigo” es también un film acerca del mundo contemporáneo y la vulnerabilidad del ciudadano común. Desorientado ante los demagógicos llamados nacionalistas y una intangible realidad, donde los estados ven borradas sus anacrónicas fronteras y las grandes corporaciones determinan una división diferente para los conglomerados urbanos y no-urbanos. Una neo feudalización con sus “señores” y “vasallos” que, como aquellos que Marc Bloch presentara en “La sociedad feudal” (supo haber en Montevideo una muy didáctica adaptación y síntesis realizada por Germán Rama; ed. La Casa del Estudiante, circa 1958), nos regiría hoy.
El perfil arquitectónico de “La Defense” de París, proporciona un marco intemporal, aunque futurista, con ajustada sugerencia a una ambientación adecuada para una actualización de “1984”, de George Orwell, y su “Gran Hermano”, que impregnan a este film y todos y cada uno de los aquí citados.
Paterson. EE.UU. / Francia / Alemania 2016
Dir. y guión: Jim Jarmusch. Con: Adam Driver, Golshifteh Farahani, Nellie, Rizwan Manji.
De los veintiocho films que según el documentado “IMDb” registra como realizados por el norteamericano Jim Jarmusch (Ohio, 1953), apenas una docena fueron estrenados en Montevideo. Si bien el conocimiento local de su obra puede ampliarse considerablemente a través de “YouTube” (en su casi totalidad subtitulada).
Allí, bajo el título genérico de “Coffee and Cigarettes” (versión subtitulada) pueden apreciarse los cortos realizados entre 1984 y 2003, y entre otros films “Una noche en la tierra” (1991), varios episodios enlazados por la profesión de sus protagonistas.
Una primera conclusión es que Jarmusch brilla con cortos de escasa y escasísima duración, apoyados sobre diálogos de personajes no ajenos a cierta mezcla de marginación y soledad. Criaturas herederas de aquellas que en otra época plasmaran las pinturas de Edward Hopper. En cierto modo prefigurando cinematográficamente a los fumadores de “Cigarros” (1995, de Wayne Wang y Paul Auster, sobre guión de este último).
En “Paterson”, un joven llamado Paterson, empleado de la empresa Paterson, es conductor de un ómnibus cuyo destino es un sitio llamado Paterson.
Su vida laboral, extremadamente rutinaria, es compensada por la composición, rutinaria también, de poemas rutinariamente simples, admirados, rutinariamente, desde luego, por su rutinaria esposa.
El juego de situaciones a diario reiteradas, fue esencial en dos títulos previos del cine norteamericano. “Hechizo del tiempo” (1993, de Harold Ramis) , una divertida comedia menor, y “The Truman Show” (1998, de Peter Weir), aguda y apocalíptica visión de la cultura televisiva.
En manos de Jarmusch, la propuesta es extenuante. Su cine, construido sobre creación de personajes, dejando casi totalmente a un lado el desarrollo de una historia, funciona mejor en la modalidad de cortometraje, como lo demostrara ampliamente.
El descubrimiento del montaje cinematográfico permitió, entre muchas otras cosas, eliminar los tiempos muertos. Ello no es impedimento para que determinados cineastas hayan hecho de esos tiempos muertos parte del relato. Jarmusch, en “Paterson”, recurre a ellos y los reitera cuadro a cuadro. Crea así un agobio que en vez de limitarse al protagonista del relato, se apodera también del espectador.
Años atrás a varias realizaciones de Jarmusch se las vinculó con el cine francés de la “nouvelle vague”. Aquí, dinamizando su moroso relato, toma un recurso que si bien no es original de esa corriente del cine galo, esta lo utilizó en varias ocasiones: los textos manuscritos superpuestos a las imágenes. En “Paterson”, son los poemas del conductor de ómnibus Paterson, que llegan en voz, y texto manuscrito, coexistiendo con la imagen cinematográfica del personaje. Lo mejor del film.
En todo el mundo abundaron los juicios laudatorios acerca de “Paterson”; nos ubicamos en lugar absolutamente opuesto.