Por A. Sanjurjo Toucon
Yo soy Tonya (I, Tonya). EE.UU.2017
Dir.: Craig Gillespie. Guión: Steven Rogers. Con: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Julianne Nicholson.
Tonya Harding (Portland, Oregon, EE.UU., 1970) fue campeona olímpica de Patinaje artístico sobre hielo, especialidad en la que asimismo destacó en otras competencias de su país. Este film es un dramático recuento de su azarosa existencia, apoyándose en una particular estructura dramática del guión, a la vez que ácido retrato de un mundo asfixiante.
A sus tres años, Tonya era una patinadora de excepción, impulsada por una posesiva madre decidida a hacer de su hija una estrella en la especialidad. Ello incluyó castigos corporales que en el fin de la adolescencia y con aquiescencia materna dispensó un marido violento. Unido por no demasiados precisos detalles a un obeso y tonto amigo, autodefinido como “guardaespaldas” de la patinadora.
El film se abre -utilizando un formato de pantalla menor- con “reportajes” (reconstruidos con actores) a la protagonista, a su madre, a su esposo, al amigo de este y algún otro personaje de la historia. Los mismos permiten que los recuerdos de los testimonios se visualicen –ahora ocupando la totalidad de la pantalla- en una sucesión acronológica de las evocaciones alternadas de los entrevistados. Despojándolas de subjetivismos, dando paso a la visión caleidoscópica, posibilitadora a su vez de una mayor concentración de las instancias más dramáticas en la vida de Tonya (marcada desde la infancia por un padre que la abandona huyendo de malos tratos de su cónyuge).
Margot Robbie, como Tonya, y Allison Janey, como su madre, ofrecen trabajos memorables. La primera como ese personaje en el que converge la sumisión de hija y esposa, con los instantes de rebelión, reveladores de discriminaciones sociales no ajenas a la representatividad del país por parte de los sectores humildes. Como en “Bellissima” (Visconti, 1951), esta es la tragedia de madres deseosas de proyectarse en hijas que “vengarán” así su indeseado destino. A Allison Janey corresponde dar la perversión de su figura materna, con absoluto dominio de gestos y expresiones faciales.
El australiano Craig Gillespie (1967) y el guionista norteamericano Steven Rogers (1965) no solamente han logrado la vivisección de una estrella deportiva, han ofrecido a la vez una contundente mirada sobre el medio que la albergara.
Una vez finalizado el film, ya sobre los créditos, pueden verse fragmentos originales de los reportajes con que se inicia “Yo soy Tonya”.
Operación Red Sparrow (Red Sparrow). EE.UU. 2018
Dir.: Francis Lawrence. Con: Jennifer Lawrence, Joel Edgerton, Matthias Schoenaertes, Charlotte Rampling, Jeremy Irons.
Una bailarina del Bolshoi se accidenta, no puede continuar en los escenarios y ello implica la pérdida de su apartamento y de la atención médica privilegiada para su madre enferma. La salvación llega de mano de su tío, jerarca de los servicios secretos rusos (la URSS ya se había disuelto), quien le ofrece mantener sus prerrogativas siempre y cuando ingrese a los servicios secretos.
El guión se basa en una novela de Jason Mathews, ex agente de la CIA que parece no haberse desprendido de las visiones del macarthysmo respecto a la KGB, y ahora las endilga a la Rusia contemporánea. Con lo cual no esté quizás demasiado errado ya que Vladimir Putin comandó la KGB.
Una vez aprobados los cursos rusos de espionaje (que incluyen hacer el amor en el aula a la vista de todos sus condiscípulos, entre otras ilustraciones del Kamasutra), la novel agente, ex bailarina, pasa a recibir ofertas de la CIA, iniciando un verdadero “pas de quatre” del espionaje, el que habrá de prolongarse hasta las dos horas largas que dura el film.
La interrogante que surge es cómo se sostendrá el relato, que no va más allá del va y viene de fidelidades y traiciones. La fórmula hallada es especialmente atractiva para quienes gusten de contemplar, cíclica y generosamente, la anatomía de la espectacular Jennifer Lawrence, convenientemente alternada con rostros y cuerpos –no el de Jennifer- debidamente destrozados por los malvados de turno.
Charlotte Rampling y Jeremy Irons, en papeluchos secundarios, brindan sus rostros intrínsecamente perversos, dejando la sensación que han equivocado de film.
Apuesta maestra (Molly’s Game) . EE.UU 2017 coprod. China / Canadá
Dir.: Aaron Sorkin. Con: Jessica Chastain, Idris Elba, Kevin Costner.
Molly Bloom: es el nombre de la esposa del protagonista del “Ulises” de James Joyce quien realiza el célebre monólogo introspectivo donde el autor a lo largo de buena cantidad de páginas escribe sin utilizar puntuación alguna.
Molly Bloom: es también el nombre, al parecer verdadero, de una bella norteamericana nacida el 21 de abril de 1978, largo pelo lacio de color variable, seductores ojos verdes (quizás auténticos), autora del libro autobiográfico, convertido en este film que narra sus andanzas como empleada (y algo más) de garitos estadounidenses a los que concurrían figuras de primera línea del cine, los medios económicos y otras mediáticas áreas.
Molly Bloom: es, en consecuencia, la protagonista del film, interpretado por Jessica Chastain, en una labor oscilante entre el dramático verismo y el diseño chapucero.
Molly está en todo momento en pantalla y, reiteradamente, una especie de monólogo interior le permite sintetizar el relato. Esa confesión donde Molly, rodeada de abogado bueno, abogados malos, tahúres, vivillos y otras yerbas, se presenta como ingenua víctima de las circunstancias, es uno de los aspectos más falsos de la historia, donde el atractivo mundo delictivo que ambienta el relato es devorado por el “thriller” melodramático. Si se hubiese tratado de un viejo melodrama argentino, seguramente alguien le cantaría a la joven aquello de “Muchachita triste / Hoy te atormenta la realidad, / y ante el fracaso de tu vida buena / Lloras perdida, entre las luces de la ciudad. (Muchachita buena -1927- tango de Pacheco Huergo y Di Liello).
Viene trayendo: partidas de póker, secuencia de Tribunales, reivindicaciones varias, “flashbacks” ampliando lo que se insinuara anteriormente, comprensivo padre psicólogo aplicando tratamiento “fast-freudiano” a Molly, y todo cuanto no debe faltar en un film equivalente al “best-seller” del momento.