Por Álvaro Sanjurjo Toucon
Campo Grande. Brasil 2015. Dir.: Sandra Kogut. Guión: Sandra Kogut, Felipe Sholl. Con: Carla Ribas, Ygor Manoel, Rayane do Amaral, Julia Bernat.
El feroz contraste entre ricos y pobres en la sociedad brasileña, surge en el cine de este origen con tan solo no distorsionar una realidad visible a simple vista. Si bien buena parte de los cineastas brasileños se han volcado especialmente a retratar esa fisura, la misma aparece naturalmente en toda historia acontecida en un tiempo coincidente con el de las diversas realizaciones. Con variable intensidad, a causa de dictaduras y/o gobiernos represivos, el auténtico Brasil está en su cine curiosamente apuntalado económicamente por los mismos gobiernos y bancos e instituciones representantes de un sistema social y económico que no logra resolver males endémicos.
Algo similar acontece con el cine cubano, reflejando a extremos increíbles fracturas sociales que los regímenes marxistas endilgan como mal exclusivo del capitalismo, y tiene su más descarnado exponente en “Habanastion”, de Ian Padrón, producción del ICAIC de 2011.
“Campo Grande”, de Sandra Kogut (1965), establece una ligazón entre la acomodada clase media alta carioca y los habitantes de paupérrimas zonas de Campo Grande, situado en la región oeste de Río de Janeiro. Esto ocurre cuando en el departamento de una mujer de Ipanema irrumpe una pequeña niña e inmediatamente un hermanito poco mayor, pidiendo albergue.
La atribulada búsqueda de esta mujer por hallar solución al problema de los niños abandonados, se superpone a su áspera relación con su hija al fin de la adolescencia, manipulando los afectos de sus progenitores separados o divorciados.
Una burocracia impenetrable, donde no hay quién proporcione auxilio a los “meninos da rua”; la asistencia que cuando aparece asume ribetes monstruosos; los niños relacionándose entre sí y refiriendo a su madre y su abuela, y a su vez vinculándose con la dueña del departamento y su hija; y la tensa relación de estas últimas, son el entramado de un guión que sabe entrecruzar esas líneas anecdóticas, pautando y dinamizando el ritmo de un film que no decae un instante.
El relato es clásico a la vez que realista, contando con el fundamental aporte de un elenco cuyo desempeño es un atractivo aparte. Los pequeños Rayane do Amaral –no confundir con la surfista y actriz Rayane Amaral- e Ygor Manoel alcanzan instantes conmovedores, Carla Ribas es consumada actriz dramática, y Julia Bernat cumple con las exigencias de un rol menor.
El final que no revelamos, es concesivo, acaso una manera de brindar cierta tranquilidad a la conciencia de algunos espectadores.