Por A. Sanjurjo Toucon
Cinema Novo. Brasil 2016. Dir.: Eryk Rocha. Con: Nelson Pereira dos Santos, Carlos Diegues, Glauber Rocha.
A fines de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, surge en Francia la llamada “Nouvelle Vague”, movimiento de cineístas independientes que constituirán una rica página de la historia viviente del cine. A nivel artístico, esta corriente impulsa temas que el cine no había tocado, su rodaje se hará preferentemente en exteriores, los aspectos tradicionales de compaginación y rodaje son obviados, las escenografías realistas, y la totalidad del film y sus realizadores e intérpretes, ofrecen un particular desenfado. Este cine es la contracara de los cineastas que habían brillado en un pasado reciente, y en ese momento las nuevas promociones lo consideraban obsoleto. La “Nouvelle Vague” adoptó una política de producción más abierta, dando paso a nuevas figuras en todos los órdenes, debiendo destacarse, la elección de sus temas, que con resabios del neorrealismo podían ser un drama sentimental, los niños absorbidos por la vida callejera, y asuntos populares entre otros ítems ajenos a ese cuestionado clasicismo.
Esa ruptura con el pasado cinematográfico, se desarrolla como actitud casi emblemática de films y realizadores que proponen una nueva visión, cuya influencia ha de sentirse en todo el mundo.
El modelo de la NV, en forma directa o indirecta, influyó en todo el cine latinoamericano. En el caso de Brasil, puede hallarse correspondencia entre la corriente francesa y el llamado “Cinema Novo”.
El “Cinema Novo” de Brasil, fue una corriente de amplia influencia en las cinematografías del continente, siendo atractivo tema de análisis que en el documental así llamado, desmenuzan los propios directores de esa rica corriente. Uno de los entrevistados en “Cinema Novo”, evoca aquellos años sesenta, como la utopía donde confluían el cine, el amor y la revolución. A la luz de la historia vemos el fracaso de muchos de aquellos seductores postulados. El cine brasileño sintió el impacto de aquellas modificaciones externas, sin perder su identidad, ni retornar a estilos perimidos.
En Brasil, el “Cinema Novo”, emerge como una de las más creativas corrientes y este documental lo analiza con una notable y representativa cantidad de fragmentos, que ocupan el mayor metraje, con la palabra de sus autores.
Un documental didáctico, sumamente entretenido, una página (o varias) acerca de la significación del “Cinema Novo”.
Dunkerque (Dunkirk). Reino Unido / Holanda / Francia / EE.UU 2017. Dir. y guión Cristopher Nolan. Con: Fion Whitehead, Damien Bonnard, Aneurin Barnard.
En la Segunda Guerra Mundial, cuando Francia ha caído, el avance de las huestes nazis provoca la retirada de tropas británicas y aliadas, desde Dunkerque, en territorio galo. Fueron evacuados más de doscientos mil soldados británicos y más de cien mil belgas y franceses en un operativo desarrollado entre el 26 de mayo y 4 de junio de 1940. De eso, trata este film.
El 4 de junio de 1942, en Nueva York se estrena “Rosa de abolengo”, film estadounidense dirigido por William Wyler, idealización de una familia británica durante la conflagración, incluyendo secuencia sobre la heroica participación de civiles en el rescate de los soldados aliados de Dunkerque. En junio de 1941, la URSS declarará la guerra a Alemania, y EE.UU. lo hace en diciembre del mismo año. Esa deificación de la familia británica, politicamente necesaria durante la Segunda Guerra Mundial, tendrá su contrapartida en la más creíble “Esperanza y Gloria” (1987, producción anglo-estadounidense dirigida por John Boorman.
El llamado “cine bélico” o “cine de guerra” puede poseer varias subdivisiones cuyos límites son difusos. Hollywood será proveedor de numerosísimos films cuyas historias bélicas pueden a su vez subdividirse en: aquellas con preocupaciones dramáticas y el film de “combate” en el que se prioriza la acción. Durante la guerra y después de esta, el cine de los países comunistas, ofrecerá títulos de excelente contenido dramático y formalmente audaces, más allá de su propaganda marxista inherente al sistema.
En 1962, el productor Darryl Zanuck presenta la gigantesca “El día más largo del siglo”, impactante reconstrucción del desembarco aliado en Normandía, con varios realizadores y numeroso elenco de figuras famosas con participación más o menos breve. Un modelo similar al de “La vuelta al mundo en ochenta días” (1956), producida por Michael Todd.
El realismo de la reconstrucción bélica de “Dunkerque” es sorprendente, como lo son aquellas infinitas instancias en que la cámara registra a los combatientes de modo más o menos intimista, insistiendo en convertir esos breves momentos en el fragor de la batalla, en un friso de la guerra, igualadora de los hombres ante la muerte. Los alemanes, apenas si aparecen en este film. Es un compendio de escenas unidas sin respetar tiempo y espacio. Son soldados anónimos, nada sabemos. El film aparenta ser reiterativo en cuanto a la presencia de heridos. Y lo es. Sin historia ni personajes es transformado en un “documental” sin compaginar, creando un caos de escenas brutales, con cuerpos desgarrados que se suceden a modo de un ballet macabro. Solamente la búsqueda de un lugar en los barcos que parten. Ninguna referencia verbal sobre esos barcos de todo tamaño, que llegan desde impreciso lugar.
No sabemos ni importa la vida previa del combatiente. Es uno más en un terrorífico inventario de muertos, enfermos y heridos, de insistente presencia. Acaso siguiendo lineamientos de los teóricos soviéticos de la primera hora: Dziga Vertov y otros, impulsores de un cine sin personajes, en que la realidad era recreada a través del “cine puro”, sin compaginar, tal como se hallaba en la cámara. Esa es la sensación que deja el montaje de “Dunkerque”, cuando desea llevar al máximo su condición “documental”. El enemigo carece de rostro, es una invisible presencia.
“Dunkerque” es un film pacifista, antibélico sin manifestaciones concretas. Su condena a la guerra está en los muertos enterrados en la arena, y en aquellos que sobreviven, quien sabe por cuanto tiempo, pugnando por un lugar en algún navío que les conducirá a otras batallas.
El realizador Chris Nolan (Londres, 1970) es a su vez el guionista, que tomando distancia de su cine anterior (la saga de Batman, entre otros), construye “Dunkerque” desafiando tradicionales formas narrativas del cine.
Su uso “incorrecto” del montaje, le permite desarticular el espacio, quebrar la continuidad, prescindir del “eje”, ignorar la “direccionalidad” de las miradas, y sus respectivas combinaciones; todo ello para vigorizar el sentido y dramatismo de la magnífica “Dunkerque”. Cine de guerra, como equivocadamente dijo alguien por ahí.