Por A. Sanjurjo Toucon
El viajante (Forushande). Irán 2016. Dir. y Guión: Asghar Farhadi. Con: Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi, Mina Sadati.
Varios géneros y una sola historia caracterizan este original film. En Teherán (Irán) un edificio de apartamentos, mal construido, provoca el abandono colectivo del inmueble. Una de las parejas allí residentes se mudará a una edificación similar, quizás tan deficientemente construida como la que deben abandonar. Enfocado todo ello en el tono de comedia costumbrista dramática.
Un asalto y ataque a la mujer cuando estaba sola, abre paso a un “thriller”, en el cual el marido se abocará a ubicar al delincuente en una pesquisa infatigable.
Alguien dijo que el cine iraní, muestra abundantemente la nuca de sus actores: es cierto. A su vez los films suelen resolver escenas en (innecesario) tiempo real, con alta probabilidad de enlentecer el relato aunque este posea acción interior. Mucho de ello se halla en “El viajante”, si bien formal y anecdóticamente rezuma agilidad, infrecuente en un cine que parece hacer sus films para satisfacer jurados de Festivales.
Asghar Farhadi (Irán, 1972) se alinea con otros de sus compatriotas, parcializando el retrato de su mundo (con códigos diferentes a los del mundo occidental). El escenario en que se mueven los protagonistas, deja por el camino la realidad social, cultural y política. Sus personajes quedan suspendidos en un entorno físico y humano, alejado de una conflictividad y complejidad características de la zona.
En el tramo final, la realización enfrenta al marido con el asaltante, en un ámbito cerrado, en larga secuencia con condiciones para convertirse en un film independiente, con expresiva y rítmica utilización de primeros planos. El duelo de ambos contendientes, rebasa la anécdota, dando cabida a la tercera parte: el enfrentamiento.
Concebido como duelo verbal y físico, donde el tema de “la culpa” y “la venganza” están presentes en esta culminación filosófica.
Atravesando y alternando las tres corrientes del film, el realizador y guionista Farhadi, utiliza el teatro en una especie de juego de semejanzas, donde los límites entre la fantasía y la realidad son permeables. La pareja protagónica y otros, integran un elenco teatral que representará “La muerte de un viajante”, drama de Arthur Miller, incorporado al film a modo de complemento de lo que aquí acontece.
La pieza de Miller, considerada por algunos una alegoría acerca del derrumbe de los EE.UU., traspasa esa cualidad apocalíptica (¿sobre Iran?) al film que estamos viendo.
La marginación, el silencio a que son sometidas las mujeres pergeñadas por Farhadi, y el machismo que subrepticiamente esconde el film, acaso sean una parábola acerca de una sociedad bien conocida por el autor. El film proviene de una nación donde las autoridades civiles y religiosas castigan a la mujer adúltera apedreándola hasta morir. La igualdad entre los géneros no es concebida.
“El viajante” ganó el Premio “Oscar” (Mejor film en lengua no inglesa). Su realizador se vio impedido de asistir a la ceremonia a causa de la prohibición dispuesta por Donald Trump. En Irán, el cineasta Jadar Panafi está preso y con prohibición de hacer cine por veinte años. Su oposición al gobierno bastó para semejante arbitrariedad. El Irán real no aparece en las galardonadas obras de estos y otros realizadores de esa nacionalidad.
Una notable labor actoral, contribuye a pasar por alto algunas deficiencias del guión. Es gran cine, aunque sea machista y misógino.
Los cuerpos dóciles. Argentina 2015. Dir. y guión: Matías Scarvaci y Diego Gachassin. Fotografía: Diego Gachassin.
Este documental, aborda la defensa de dos muchachos marginales que el abogado penalista Alfredo García Kalb, efectúa en tribunales judiciales argentinos. El asunto es notoriamente pasible de convertirse en algo semejante a los ingeniosos duelos verbales entre defensores y acusadores de films de ficción. Apoyados en extensos parlamentos, suficientes para hacer del film un título más del llamado “cine de Tribunales”. Películas con secuencias muy dialogadas y de un interés variable, apoyadas en un guión que habrá de evitar la conversión del film en teatro filmado.
En los documentales de cualquier especie, el guión enfrenta dos alternativas: a) una recreación del tema, dependiendo del material que se recoja: vida, hábitos y costumbres de animales, testimoniando en la medida de lo posible una realidad ajena a director y guionista; y b) aquellos documentales en cuya temática interviene el hombre, haciendo factible la “actuación” ante cámaras que registran acciones no puramente documentales. Así, por ejemplo el legendario film de Robert Flaherty, “Nanuk, el esquimal” (1922), recrea vivencias ante las cámaras. Muchos incidentes ocurrieron, no obstante su presencia es una reproducción fidedigna del mundo real. “El camello llorón” ilustra esta modalidad, llegándose al extremo de las tropas de Pancho Villa, simulando batallas realizadas una vez fueran concluidas las acciones bélicas reales, para que camarógrafos norteamericanos ofrecieran, sin riesgo de vida, “auténticas escenas” rodadas en “medio” del fragor de las armas.
Matías Scarvaci y Diego Gachassin, realizadores y guionistas, no juzgan a sus personajes, se limitan a exponer los hechos; podría decirse que lo hacen con la objetividad de un entomólogo ante su material de trabajo. Sin que ello implique prescindencia y denuncia de un sistema judicial donde la condición social de quien comparece ante la justicia, tiene su peso.
La añeja característica de perimidos melodramas argentinos: “ricos buenos”, “pobres malos”, sobrevuela constantemente sin adueñarse del film.
Una narración simple y lineal, contribuye a la catalogación de documental, sin perder de vista su función denunciatoria y de entretenimiento.
Films como este, “La Raulito”, y “Crónica de un niño solo”, coinciden en retratar una sociedad egoísta, hipócrita y aristocratizante, que según las épocas y las coordenadas económicas del momento, conforman un fresco sobre la Argentina y los argentinos.