Por Álvaro Sanjurjo Toucon
Roma. México 2018. Dir. y guión: Alfonso Cuarón. Fotografía: Alfonso Cuarón y Galo Olivares. Con: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Diego Cortina Autrey, Daniela Demesa, Nancy García García, Verónica García.
“Roma” es actualmente un barrio residencial de clase media-alta de la ciudad de México, en el que abundan las mansiones art-nouveau y art-decó, hogar de las familias más pudientes en la primera mitad del siglo XX.
Allí viven, un matrimonio, sus tres hijos (dos varones, una niña), la abuela materna y dos sumisas empleadas domésticas provenientes de lejanos pueblos.
Una impactante fotografía en blanco y negro, evocadora de la expresividad dramática del legendario Gabriel Figueroa (ahora con un cielo uniformizado por la polución), recrea lo que parece convertirse en un documental sociológico, acerca de las inter e intro relaciones de dos nítidos estamentos. El de los patrones, imponiéndose sin cuestionamientos, y el de ambas domésticas, compartiendo estrecha habitación, en un permanente acatamiento que no conoce de horarios.
Siempre apoyándose en imágenes sorprendentes (articulándose entre elocuentes claroscuros y barroquismos provenientes de Max Ophüls), Alfonso Cuarón, indiscutido autor del film (al margen de los elementos autobiográficos que se afirma están incluidos), redondea ese fresco con un doble estallido sentimental: uno, el de la pareja marital, y el otro, entre una de las domésticas y su novio.
El tono distante que hasta el momento envolvía al relato, se sumerge en las líneas melodramáticas características del cine mexicano, especialmente el de las primeras décadas del período sonoro, desplazándose luego a los teleteatros de esa procedencia.
Cuarón amenaza sumergirse en aquellos desmelenados excesos, a la vez que confiere una cierta solemnidad propia de la ópera italiana –otra forma del melodrama-, dotando a su relato de un curioso equilibrio.
La adecuada banda sonora, primordialmente diegética, determina la ubicación cronológica (años 1970/71), determinada asimismo por hechos históricos (la matanza de inocentes por parte del grupo parapolicial conocido como “Halcones”) y referencias más concretas existentes en el diálogo cotidiano. Lo externo sirve de marco a este “a puertas adentro”, desde el que se concretan los rasgos y conductas individuales.
Son un par de personajes autosuprimidos, los que acaban posibilitando el mundo femenino protagonista del film. Allí continúan, firmes, solidarias con su género, al punto de ofrecer cierta acotada eliminación de las fronteras de clase: la abuela, la madre de los niños (vástagos cuya corta edad les hace ángeles casi asexuados) y las dos “sirvientas” (peyorativa denominación que hasta no hace mucho tiempo en la sociedad uruguaya se utilizaba para las trabajadoras domésticas “con” y “sin cama”).
“Roma” nos muestra a un extraordinario Alfonso Cuarón que quizás no sea dueño de un estilo propio, pero ha sabido imprimir el estilo adecuado a una dispar filmografía que transitó las comedias críticas (“Solo con tu pareja”, “Y tu mamá también”), las comerciales remakes (“Grandes esperanzas”), el plúmbeo cine industrial (“Harry Potter y el prisionero de Azkaban”) o un trepidante thriller sideral (“Gravedad”).
Cuarón también es políticamente correcto. El cine mexicano ha reflejado una sociedad machista, dándole al término todo su potencial censurable –también presente en la canción mexicana, al igual que en el tango y buena parte del cine argentino- y “Roma” se asegura de no hacerlo.
Este magnífico film se acopla a posicionamientos sociales en plena efervescencia (ver recuadro “Para no leer antes de ver”), y juega, con intensidad pocas veces alcanzada, con el “physique du rôle” de sus actores.