Por A. Sanjurjo Toucon
Frantz, el hombre que amé (Frantz). Francia / Alemania 2016. Dir. y guión: François Ozon.. Con: Pierre Niney, Paula Beer, Ernst Stotzner, Marie Gruber.
Finalizada la I Guerra Mundial (1914-1918), la tumba de un soldado alemán, en un cementerio germano, es repetidamente visitada por la que fuera su novia. La muchacha, vive con los padres del muerto, descubriendo la existencia de un desconocido visitante del sepulcro.
El misterio en torno al extraño y enigmático hombre, es lenta y progresivamente revelado, especialmente a través de la novia del difunto en sus diálogos con ese individuo del que poco o nada se sabe, a excepción de su nacionalidad francesa y que fuera soldado del ejército galo. La presencia del desconocido ex soldado francés, provocará diferentes reacciones entre la gente del lugar.
Sin prescindir de esa aura de misterio que se apodera del guión -en el que es fàcil hallar reminiscencias de “Rebeca” (1940, Alfred Hitchcock), la deteriorada relación franco-germana es revivida en las hirientes frases y violencia física de uno y otros.
La reciente guerra, herida aún abierta, es revestida por un grupo de hombres ya mayores, con un “patriotismo” cuyas bases no existen. La contienda respecto a los valores representados por cada bando, es detalladamente precisa cuando refiere a los germanos y difusa respecto a unos franceses ausentes, simbolizados por el enigmático visitante. Al film no le interesa una tajante división de responsabilidades entre las naciones aquí representadas, y eludiendo factores económicos e ideològicos, se lanza de lleno a hacer de la guerra y su participación en ella una cuestión moral.
En lograda amalgama, es este un film decididamente pacifista -con instantes que podrían pertenecer a “La gran ilusión”, Renoir 1937)-, decorosamente melodramático, con impecables trabajos actorales, y una espectacular, tràgica y hermosa fotografía (de Pascal Martí), mayoritariamente en expresivo blanco y negro, ocasionalmente con tenues colores.
François Ozon ratifica sus méritos como realizador, reitera la inviabilidad de la pareja, al igual que en film anteriores (Bajo la arena, El refugio, etc.), envolviendo a la obra con una pátina de trágica poesía.
En 1932, unos diez años después de afincarse en Hollywod, el sofisticado y mordaz realizador alemán Ernst Lubitsch, dirige a Lionel Barrymore y Nancy Carroll en “Remordimiento” (“Broken Lullaby”), adaptación de “L’Homme que j’ai tué” de Maurice Rostand escrita en los años ’20 del siglo XX,. El guión de “Frantz”, adapta la citada obra de Rostand, a partir del guión del film de Lubitsch.
Mientras que Lubitsch apoya mitad de su film en el personaje de la novia, y la otra mitad en el padre, Ozon da mayor protagonismo a la joven y al extraño visitante. Dos válidas aproximaciones al tema.
Vistas hoy ambas versiones, Lubitsch quedaría en aparente desventaja por haber casi aniquilado “el toque Lubitsch”, que comprende la ironía y mordacidad que le son característicos, cediendo espacio a los “happy end” y las ñoñerías del Hollywood de la época. Ozon elige formas de una poesía trágica, acentuada por la lóbrega belleza de sus imágenes; mientras Lubitsch mueve admirablemente la cámara y abre camino a la expresividad de imágenes moldeadas según prácticas del cine mudo aún vigentes.
Entre nosotras (Io e lei). Dir.: Maria Sole Tognazzi. Con: Margherita Buy, Sabrina Ferilli, Fausto Maria Sciarappa.
La pareja convive armoniosamente desde hace cinco años. El ejercicio de la arquitectura y la propiedad de sofisticado restaurante, permiten sortear posibles obstáculos económicos y vivir como adinerados burgueses, que lo son. Vínculos anteriores –incluyendo un hijo- no constituyen obstáculo y la solidez de la pareja se yergue por sobre los impedimentos legales para legitimar su unión.
Un encuentro fortuito modificará las relaciones de pareja, generando una revisión de su pasado sentimental y profesional.
La ya clásica crisis existencial de la pareja, se sobrepone a un aluvión de situaciones melodramáticas, merced a una refinada labor de directora, intérpretes, un inteligente manejo del guión dinamizador del relato y, plásticamente, en una fotografía despojada (como los ambientes) de elementos accesorios.
Los ribetes melodramáticos, son los que caracterizan a una historia que pudiera caer en los excesos de esa modalidad, aquí soslayados por su desprejuiciada inscripción en un cine “lésbico”, cuya condición revulsiva y “escandalosa” es neutralizada al optar por mecanismos similares a los de un film “normal”.
La realizadora y co-guionista María Sole Tognazzi (hija del célebre Ugo) ha expuesto con minucia, los avatares femeninos ante las modificaciones que se permite una sociedad inmersa en innegable revolución sexual.
En “Viajo sola”, la realizadora Tognazzi y la actriz Margherita Buy, desarrollaban también una historia cuyo sub tema bien pudo ser: derechos y situación femenina en la sociedad contemporánea. Testimonio de modificaciones por dentro y por fuera del cine.
Aceptado el lesbianismo como válida expresión sentimental/sexual, la realización de Tognazzi puede inscribirse en una lista de cine romántico convencional, con los atractivos (y defectos) señalados.
El cine LGBT no necesita ya de elementos escandalosos, es cine.
1616
El cine policial es una modalidad a la que frecuentemente no se le exige verosimilitud. Esto no significa que ese género pueda marchar en cualquier dirección. La coherencia interna es imprescindible para aceptar un relato donde irrealidad y situaciones conexas pueden imperar. El espectador pasa a ser “cómplice” del relato y su formulación. Siendo esta última, en un rubro u otro (fotografía, montaje, guión, etc.) la que puede validar una realización.
Así, por ejemplo, no devaluaremos “El ocaso de una vida” por ser un muerto el que narra lo sucedido, como tampoco ignoramos los policiales norteamericanos de la Warner con sus excesos argumentales, “bendecidos” por imágenes originadas en el expresionismo alemán que realizadores de ese origen trasladaron a los EE.UU.
“Contratiempo” thriller policial hispano, absorbió un argumento similar al de infinitos films y series televisivas norteamericanas. Una muerte en accidente de tránsito, una pareja de amantes enredada por vinculaciones con el fallecido, la irrupción de una misteriosa mujer que defiende y/o acusa a los responsables, en un film que a medida que avanza se torna más y más confuso.
Lo ocurrido en esta enmarañada historia, llega como sucesivos “flashbakcs”, ilustradores visuales de lo narrado por alguno de los numerosos personajes. Amores, venganzas, desenmascaramiento de seres que no son cuanto aparentan, llegan en oleadas. Gastado el recurso de narrar hechos de un pasado más o menos inmediato, la realización se desentiende de “contar” por imágenes y pasa a hacerlo mediante el relato verbal. Lo mostrado, las imágenes, apenas si acompañan la narración verbal.
La palabra agregada a la historia, en boca de personajes en cantidad creciente, enreda un guión que procuró constantemente engañar al espectador. Nada es cuanto aparenta, los personajes se multiplican, y cada uno tiene una explicación para lo acontecido (si alguien la entendió totalmente, por favor, avísenos).
Semejante estructura anti-cinematográfica, se asemeja a una pieza teatral, novela, teleteatro o cuanto quiera que no sea cine.