Por A. Sanjurjo Toucon
La Once. Chile 2014. Dir. y guión: Maite Alberdi. Con: Ximena Calderón, Angélica Charpentier, Nina Chiccarelli, Gema Droguett, Inés Kirsch, María Teresa Muñoz, Alicia Pérez.
La chilena Maite Alberdi (Santiago 1983), licenciada en Comunicación Social, directora audiovisual de la Universidad Católica de Chile y crítica cinematográfica, con pequeños trabajos fílmicos previos, alcanza una dimensión mayor con esta realización definida, a falta de una denominación más precisa, como documental.
“La once” se llama en Chile a lo que en otros sitios es la hora del té de la tarde. La abuela de la realizadora, durante décadas se reunió con sus ex compañeras de colegio para “la once”. Reuniones debidamente filmadas, proporcionando el material que cuidadosamente seleccionado y compaginado, ha de convertirse en testimonio de amistad, a la vez que un implacable fresco de una burguesía chilena, cuyas divergencias (religiosas, políticas, morales) son superadas por la pertenencia de todas ellas a un mismo estrato socioeconómico.
Primerísimos primeros planos de rostros y de manos elaborando tentadores postres, tortas y demás exquisiteces visualmente muy atractivas, luego desplegadas sobre blanco mantel, establecen la pertenencia social de estas ancianas damas (todas parecen rebasar los 80), a la vez que el estilo dramático y visual del film.
Asiduamente la cámara recoge la expresión de una de las contertulias, escuchándose la voz de otra. No se trata de recoger un testimonio personal, sino de capturar la reacción que este provoca.
Discursos a los que el tiempo ha limado asperezas, desinhibido de viejos prejuicios, en un vértigo audiovisual sin espacios físicos ni mentales; escapatoria imposible de caminos con inexorable destino.
Alberdi desnuda progresivamente a estos personajes, conmovedoramente patéticos aguardando la muerte, recibida con pacífica resignación.
El testimonio de cada anciana de frente a la cámara, hubiese sido eso, tan solo un testimonio. Lo ofrecido es una espontáneo enfrentamiento con una vida que se sabe se extingue sin mayores opciones de cambios y modificaciones.
Alberdi ha logrado su propósito de homenajear a sus mayores, a la vez que bucea en la intimidad de estas mujeres y su entorno, sin concesiones.
Imposible precisar si estas ancianas damas (parecen tener más de 80), lograron construir personajes de admirable autenticidad, o el mérito fue de dirección, montaje y fotografía milimétricamente calculados.
Seguramente se trata de una bienvenida convergencia.
Luz de Luna (Moonlight) EE.UU. 2016. Dir.: Barry Jenkins. Con: Mahershala Ali, Shariff Earp, Duan Sanderson.
Barry Jenkins nació en 1979, fue el menor de cuatro hermanos de una familia negra de Miami (EE.UU.). A los doce años perdió a su padre, quien estaba separado de su madre aduciendo que Barry no era hijo suyo.
Posteriores estudios de cine a nivel universitario y diversos trabajos (entre otras cosas co-fundó una agencia publicitaria) permitieron a Jenkins acercarse al cine independiente; inicialmente con cortometrajes, debutando en el largo en 2008 con “Medicine for Melancholy”, a la que siguió “Luz de luna”. Ambos títulos cosecharon infinidad de premios.
“Luz de luna” recoge tres etapas (infancia, adolescencia y mayoría de edad) de quien originalmente fuera un niño negro, nacido en un barrio negro y pobre de Miami. Desatendido por su madre (drogadicta, con inclinaciones incestuosas), el chico buscará asideros familiares en quienes no lo son. Ergo, el film toma auténticas vivencias del realizador rezumando autenticidad.
La historia, no por cierta, logra eludir inclinaciones melodramáticas, reiterando esquemas harto conocidos en el cine de negros estadounidenses. Lo ingenioso es la forma utilizada por Jenkins, en cuanto a la división por etapas del desarrollo físico e intelectual del protagonista. Permitiendo una mayor concentración en instancias decisivas.
Una cámara intimista provee a la realización cierto clima de cine reportaje, dotando a la realización de un sentido confesional, suficiente para pasar por alto actuaciones desparejas (de lo muy creíble a aquellas otras notoriamente representadas).
Uno de los puntos altos lo constituyen los diálogos que el personaje eje desarrolla acerca del descubrimiento de su sexualidad y la aceptación de nuevos códigos propios de tiempos de transición.
A riesgo de espantar potenciales espectadores, debe señalarse que el film no puede calificarse de entretenido (se reitera en las diferentes tres épocas). Cumpliendo con uno de sus cometidos: señalar la carga y el estigma que ciertas sociedades (más de las deseables) imponen a sectores minoritarios (y cuantiosos).
Esta sórdida reconstrucción moral y material de un Miami en las antípodas del sereno lugar donde los jubilados blancos van a desgranar lo que queda de su existencia, posee la contundencia de una legítima denuncia a la vez que es retrato rebosante de autenticidad.
Ganó el “Oscar” a mejor film, el pasado 26 de febrero.
Fragmentado (Split). Dir. y guión: M. Night Shyamalan. Con: James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Hale Lu Richardson.
“Te jodiste. Triunfaste con tu primer film. Desde ahora todo lo que hagas será comparado con el exitoso debut”.
Así decía un productor cinematográfico argentino, al triunfante realizador amigo.
A M. Night Shyamalan (India, 1970) le ocurrió algo semejante con “Sexto sentido” (en realidad su tercer título) de 1999. Una historia de logrado terror y suspenso con la cual se complacía a un público (masoquista) que saltaba en la butaca al enfrentar las sorpresas que llegarían minuto a minuto hasta que aparece el letrero “The End”.
Cabello largo, prometedoras curvas, ondulantes movimientos y sugerentes languideces, son las características de las tres jovencitas (de “Fragmentado”) apenas post adolescentes, secuestradas por un individuo con alteraciones psíquicas. Las prendas de ropa interior de las protagonistas, de asidua y provocativa aparición, ofrecen incitaciones suficientes para que el espectador halle otros intereses fuera de los gastados y ferruginosos resortes de infinitos films sobre secuestros y secuestrados.
Los elementos eróticos que introduce “Fragmentado”, son prendas interiores (o intermedias) que lucen las juveniles protagonistas en escenas brevísimas. Hollywood siempre incluyó en su cine, un innegable erotismo tan sugerente como pasteurizado. El mismo solía reducirse a la presencia de actrices proclamando, bajo ropas sumamente ajustadas (y a veces breves), sus uniformizadas anatomías (60-90-60) establecidas oportunamente.
En “Fragmentado”; los interiores, debidamente mugrientos y oscurecidos, abren paso a agitadas persecuciones a pie sustituyendo oscuras calles y automóviles correteando por ellas.
A no ser por su extensión, “Fragmentado” posee todas las características de un “thriller” televisivo de hace más de medio siglo. Escenarios interiores y oscuros, pocos actores, y un argumento parecido a otros miles de historias. No será bueno pero es barato.
La cinematografía estadounidense se apoya cada día más en el cine chatarra.