Por A. Sanjurjo Toucon
Historias napolitanas (Bagnoli Jungle). Italia 2015. Dir. y guión: Antonio Capuano. Con: Antonio Castelgrande, Luigi Attrice, Marco Grieco, Angela Pagano.
Las historias a que hace mención el título del film, son tres y se suceden sin interrupción alguna. Están ligadas por algún personaje que aparece al final de una historia y crece hasta ser protagonista y luego se repite el mecanismo.
La huella caricatural, en un relato deliberadamente deformado, pasible de ser rigurosamente posible, ha caracterizado a buena parte de la producción italiana de hace medio siglo y poco más. Un panorama donde destacan Risi, Scola, Comencini, Gassmann, Sordi, etc. Nucleamiento en el que puede inscribirse a Antonio Capuano (Nápoles, 1940) perteneciente a una generación posterior, aunque no lo parezca de acuerdo a lo visto en “Historias napolitanas”.
En una Nápoles contemporánea, un hombre mayor, poeta vocacional, ratero ocasional, solitario habitante de su mundo, protagoniza la primera historia, en la que se respira clima felliniano de bienvenidos desbordes. En el relato siguiente, la irrupción del padre del poeta, un anciano, ex obrero metalúrgico, nostálgico de su tiempo de obrero, pretexta incursionar en torno a varias crisis socioeconómicas. Una, la de Italia, representada por la acería abandonada, cuya estructura, a modo de esqueleto de un tiempo que se fue, genera nostalgia en el antiguo proletario. Quien que no vacila en explotar y acosar a la víctima de otros desajustes económicos: su empleada doméstica, una ingeniera ucraniana a la búsqueda de subsistencia. Por último el relato sigue a un muchacho, repartidor de un almacén, deslumbrado por los héroes del futbol, a la vez que personaje indiscreto cuyo ingreso a apartamentos de los clientes, abre otro abanico de posibilidades de indagar en ese universo (felliniano) tan pintoresco como entrañable.
El mensaje ideológico del film, es bastante difuso. En sus escenas finales, los jóvenes, al amparo de hoces y martillos pintados en pancartas, marchan por las calles proclamando su internacionalismo.
Los seres queridos (Les étres chers). Canadá 2015. Dir. y guión: Anne Émond. Con: Maxim Gaudette, Karelle Tremblay, Mickael Gouin.
El retrato familiar comienza a delinearse tras la muerte del padre. La viuda, sus hijos adultos y sus respectivas parejas, los nietos, encaran el hecho como parte indisoluble de la vida. Uno de los hijos del difunto, tendrá en la familia la institución sobre la que se asienta la armonía. En su taller artesanal, instalado en su vivienda del medio rural, procurará retener a todos proporcionándoles trabajo.
La relación idílica, acrecentada por la desaparición paterna, deja filtrarse paulatinamente rispideces propias de la convivencia cotidiana, subrayadas por diferencias sobre el modelo de vida. La realizadora y guionista Anne Émond va pautando esas diversas personalidades, recogiendo (adjudicando) a cada cual diversas actitudes frente a la existencia, sin subrayados particulares. Basta una frase o una mirada (la anciana madre dejando entrever su contrariedad por la negativa al matrimonio de una pareja, o el no bautizar a un niño) para redondear el diseño del colectivo familiar.
Por momentos, la realización presenta faltas de continuidad eventualmente generando confusión en el relato. Las explicaciones –difíciles de establecer- provienen precisamente de la condición de no-relato del film. Más allá de la circularidad y ausencia de explicaciones, Émond arma este friso familiar desmembrando cuanto pudo ser parte de una historia de estructura tradicional (que la hay), optando por la selección de momentos esenciales. Fragmentación y rupturas temporales, para condensarse en instancias puntuales. Podría pensarse en una nueva bifurcación de la narrativa cinematográfica experimentada por Welles en “El ciudadano” (1941), retomada, con y sin variantes por otros realizadores. Si bien la fragmentación “wellesiana” esta motivada por la construcción de una (varias) historia(s), a Émond le preocupa más la vivisección individual de sus criaturas.
El relato se desarrolla casi totalmente en la casa, con eventuales salidas a los alrededores: lejos de cualquier deslizamiento hacia lo teatral. La cámara, inquieta, como si fuese otro más de los personajes, recoge imágenes en ámbitos sombríos (en los exteriores el bosque ofrece esa opción), registrando a su vez con minucia el desempeño de un elenco espléndidamente homogéneo.
“Los seres queridos” fue también el título en castellano de “The Loved One”, vitriólica comedia de humor negro que Tony Richardson dirigiera en 1965.
Prueba de coraje (Prova de Coragem). Brasil / Uruguay 2015. Dir.: Roberto Gervitz. Con: Armando Babaloff, Marisa Ximenes, Aurea Maranhao, Cèsar Troncoso.
Joven médico brasileño enfrentado al dilema de permanecer junto a su esposa (artista plástica con riesgoso embarazo, luchando por obtener un sitial), o abandonarla para así satisfacer su afición: escalar peligrosas montañas. La meta inminente está en el sur argentino.
Abruptos “flashbacks” informan sobre traumáticas vivencias infantiles del protagonista, generando explicaciones de psicología de bolsillo. Mientras tanto, este se somete a riesgoso entrenamiento junto a un amigo y elude posible reverdecimiento de un pasado amor.
Crisis matrimonial (todo un tema), peligroso alpinismo (con entrenamientos generadores de situaciones inquietantes), una amplia y conflictiva trayectoria personal, conforman el entramado de esta realización. Todo parece ser una recopilación de elementos harto vistos.
Una dirección correcta, un guión correcto (por sobre algún instante de confusión y unos personajes diseñados con trazos algo elementales), una interpretación correcta, hacen de este, un film, obviamente correcto.
Ni disgusta, ni entusiasma.