Entre lo que sabemos y lo que no sabemos se mueve todo nuestro universo personal y colectivo de conocimiento. Pero como veremos, hay matices entre lo conocido y lo desconocido que sería bueno esclarecer. Parece más sencillo tomar ciertas providencias respecto de lo que ya sabemos. Pero sin duda resulta paradójico prepararnos para lo que desconocemos. Pero he aquí lo relevante en las actuales circunstancias. La pandemia nos acerca más a lo desconocido que a lo conocido. Lo primero que queremos aclarar es cómo se plantea el espectro que va de lo conocido a lo desconocido.
Por: Ing. Carlos Petrella (*)
Lo que sabemos que sabemos “known knowns”, es lo conocido. Para abordar lo conocido no hay grandes desafíos. No hay, en principio, grandes sorpresas cognitivas. No hay indeterminaciones si el conocimiento es completo. En ese sentido, esperar lo conocido con certeza genera tranquilidad. Es algo así como que: mañana saldrá el sol por el este y se ocultará por el oeste. Es lo que señalamos como la normalidad. Lo esperable. Lo cierto. Hay mucho conocimiento que sabemos, que conocemos respecto a la pandemia. Sabemos del virus que lo causa y cómo se transmite. Estamos al tanto de la forma en que se compromete la salud de los infectados.
Todo el espectro de lo conocido son los aspectos que hacía referencia Donald Rumsfeld para sustentar la legitimidad en su momento, de desarrollar la guerra de Irak. «Hay known knowns» es una frase de una respuesta que dio el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos Donald Rumsfeld, a una pregunta en una rueda de prensa del Departamento de Defensa de Estados Unidos el 12 de febrero del año 2002, sobre la falta de pruebas que vinculen al gobierno de Irak con el suministro de armas de destrucción masiva a grupos terroristas”, lo que constituiría una amenaza para Estados Unidos.
Rumsfeld declaró entonces: “Los informes que dicen que algo no ha sucedido siempre me interesan, porque como sabemos, hay known knowns; o sea hay cosas que sabemos que sabemos”. Ese es -más allá del contexto específico en que lo planteara Rumsfeld- el conocimiento acumulado hasta el presente. Lo que sabemos a través de la experiencia que es así. Nos referimos a nuestras fuentes de conocimiento, más o menos confiables. Se trata en definitiva, de aquello que sabemos y tenemos experiencias para poder abordarlo. Pero la tipología incluye otras dimensiones, precisamente sobre lo desconocido.
Donald Rumsfeld siguió agregando entonces que: “También sabemos que existen known unknowns; es decir, que hay algunas cosas que conocemos pero no sabemos si ocurrirán”. Eso pone sobre la mesa la imprevisibilidad de algunos futuros. En definitiva, nos enfrenta a lo incierto. Los futuros posibles -de naturaleza conjetural en el presente- nos enfrentarán a ciertas indeterminaciones que podrán desorientarnos.
Yendo a las circunstancias actuales que nos preocupan ante la evolución de la actual pandemia, ¿cuáles serían los “known unknowns”? Sabemos del virus, sabemos de transmisión, sabemos de efectos. Pero a veces se nos plantean desafíos sobre qué pasará en el futuro con el virus. ¿Por qué se plantean estas controversias? Porque sabemos que el virus puede mutar y entonces pueden modificarse algunas características relacionadas, por ejemplo, con la transmisión. Incluso el impacto sobre la salud, puede ser diferente. ¿Alguna mutación podrá ser más letal que las previas? Lo sabemos, pero ignoramos cuáles serán.
Específicamente en el terreno de las crisis históricas que hemos estudiado como referencia junto con Carlos Tessore, los riesgos a atender son conocidos como los “known unknown”, debido a que conocemos que ellos existen a través de diversas formas de interiorización ya sea porque los hemos experimentados en el pasado, porque sabemos de otras organizaciones que los han enfrentado o simplemente por referencias generales (más o menos confiables) de su existencia. Se conoce, además, cómo estos riesgos fueron gestionados, cuáles fueron los tratamientos, la efectividad alcanzada en esos contextos.
Pero también hay ciertos “unknown unknowns”. Se trata de aquello que no conocemos y que no conocemos que desconocemos. Por ejemplo, si se mira a lo largo de la historia de nuestro país y otros países libres, es la última categoría la que suele ser la más difícil de gestionar. Así sustentaba Rumsfeld sus conjeturas sobre las intenciones bélicas de Irak, que de ser correctas, justificarían las acciones bélicas preventivas que los Estados Unidos y sus aliados se proponían desarrollar. Esta categoría es por lo menos inquietante, cuando no peligrosa, porque se presta a elaborar entramados conspirativos.
Bajando a nuestras actuales tribulaciones con la pandemia del coronavirus ¿en que se traduce lo que llamamos “unknown unknowns”? En esta categoría, y para sembrar desesperanza en relación con el enfrentamiento de la pandemia, señalamos los comportamientos de los gobiernos de los países integrantes del Mercosur que no lograron articular y que posiblemente no lo harán en el futuro cercano, una estrategia común respecto de las medidas sanitarias y la vacunación en el marco de una crisis previsible. Pero en ese sentido, la aproximación inicial es fundamentalmente hacia un “known unknowns”.
Sin embargo, la articulación política y económica estratégica del Mercosur como un emergente de la crisis sanitaria del coronavirus es un verdadero dolor de cabeza del tipo “unknown unknowns”. Es allí donde se nota que estamos lejos de contar con la madurez institucional suficiente para que el Mercosur se convierta en una opción eficaz y eficiente para enfrentar la pandemia. Lo interesante de estas circunstancias no es que el Mercosur no de la talla para ayudarnos a enfrentar colectivamente la pandemia, sino que los líderes de las cuatro naciones, lo descartaron. ¿Eso significa que los gobiernos nacionales no creen que el Mercosur constituya una opción para resolver problemas estratégicos y tácitos relevantes?
Finalmente, para cerrar el desarrollo de la tipología del abanico de lo conocido y lo desconocido, señalamos que falta incluir un último tipo de desconocidos. Rumsfeld omitió entonces en su tipología de los riesgos a los “unknown known”, o sea, lo que en definitiva, y en buen romance, aquello que no nos gusta saber. Una categoría complicada. Pero esto último es harina de otro costal en esta instancia de aproximación al desconocimiento a partir de nuestros miedos. Aquello que entendemos y no queremos que sea requiere otro abordaje. Una aproximación en que nuestras dudas y temores estarán todavía más presentes.
Reconocemos a la distancia, y con cierta independencia, que realmente hubiese sido un aporte que en esa instancia Donald Rumsfeld también hubiese abordado este último tipo de desconocimiento (unknown- known), que podría tener una interpretación interesante en términos del conflicto bélico sobre el que circunstancialmente estaba argumentando. Pero esta dimensión seguramente no era funcional a su abordaje. De esta manera, lo desconocido de esta tipología quedó entonces relegado y permaneció como una “asignatura pendiente” en este entorno de confrontación que en ese momento se estaba desarrollando.
Los riesgos relacionados con los “unknown known” vinculados con lo que no nos gusta saber son desconcertantes. ¿Por qué los gobiernos nacionales optaron por blindarse, de manera de marcar sus aportes decisivos para manejar la pandemia? ¿Por qué los partidos políticos en la oposición optaron por acentuar “perfilismos” individuales, de manera de poner en evidencia contradicciones en lugar de buscar soluciones para manejar la pandemia? Como los uruguayos somos atenuadores, estos comportamientos fueron menos virulentos, pero de todas maneras mostraron ser disfuncionales.
Concretamente a los efectos de nuestros intereses respecto del estudio de las crisis que estamos reflotando ahora, la declaración de Rumsfeld es un hito relevante en términos mediáticos relacionados con la divulgación de estos conceptos, pues atrajo mucha fama y atención pública a los conceptos de known knowns, known unknown, unknown known y unknown unknowns. Esto planteaba muchos desafíos de abordaje del conocimiento. Los profesionales de la inteligencia y seguridad nacional han utilizado durante mucho tiempo una técnica de análisis conocida como la ventana de Johari.
La ventana de Johari (acrónimo del nombre de sus dos creadores) es una herramienta de psicología cognitiva que articula los conocimientos mediante el concepto de espacio de conocimientos interpersonal (del individuo y grupo de referencia) estableciendo un vínculo entre lo que los demás conocen o desconocen y lo que yo conozco o desconozco. Lo que todos conocemos es el “área libre” y lo que todos desconocemos es el “área desconocida”. Y completando lo que los demás conocen y yo desconozco es el “área oculta”, y en el otro extremo es el “área ciega”.
Retomando a Rumsfeld, señalamos que realmente no innovó en el soporte conceptual de estos aportes. La idea de las incógnitas desconocidas fue creada en el año 1955 por dos psicólogos estadounidenses -Joseph Luft (1916–2014) y Harrington Ingham (1916–1995)- en su desarrollo de la ventana de Johari. Lo usaron como una técnica para ayudar a las personas a comprender mejor su relación con ellos mismos y con los demás, en términos de conocimiento que maneja cada uno de los agentes; algo que consideramos que es aplicable a las conductas de ciertos colectivos.
Como aporte acotamos que, si bien las declaraciones de Donald Rumsfeld inicialmente llevaron a algunas burlas hacia la Administración Bush en general y para Rumsfeld en particular, el consenso al respecto del aporte de esta tipología ha cambiado a lo largo de los años y ahora goza de cierto nivel de respeto, por lo menos en el mundo académico. Específicamente, Carlos Tessore y yo hemos adoptado este enfoque como referencia para orientarnos respecto de la forma de comprender mejor lo desconocido, en términos de lo que nos depara el futuro y de actuar consecuentemente ante ello.
Retomando nuestro foco, hay cosas que nos preocupan. Hasta nos perturban. ¿Cuáles son las cosas que quitan el sueño? Al respecto, Clapper señala que cuando no sabemos sobre algo que nos importa, en términos de que no tenemos la menor idea de qué cosas pueden estar ocurriendo, allí es donde están los problemas, porque no podemos hacer nada más que estar a la espera. Clapper aclaró que existen situaciones con potencial de crisis que se conocen, que se cuentan con los medios y métodos para gestionarlas, ya se ha hecho, esas no le preocupan. En cambio las que quitan el sueño son las cosas que desconocemos.
Resumiendo lo que nos ocupa y preocupa. Entre lo que desconocemos anotamos dos dimensiones. Nos referimos específicamente a ciertos “unknown unknowns” que es lo que no conocemos y que no conocemos que desconocemos y los “unknown known”, que constituyen lo que no nos gusta saber, o sea lo que pretendemos desconocer. Lo que queremos reivindicar en esta instancia es que lo desconocido no debería llevarnos a posiciones de fatalismo o de indiferencia. Son más una “ventana de oportunidad” para mostrar de qué estamos realmente hechos, para enfrentar nuestra humana condición de seres imperfectos y desconcertados ante la complejidad.
Los uruguayos debemos prepararnos para lo que desconocemos y especialmente, para lo que desconocemos que desconocemos. Pero, lamentablemente, eso no tiene que ver exclusivamente con procedimientos o técnicas nuevas, sino por conductas que hay que replantear. Para enfrentar la crisis, más que medidas gubernamentales o aportes de la opción, importa adecuar los comportamientos humanos. Nos referimos especialmente a la necesidad de identificar ciertas creencias que son contraproducentes y ciertos hábitos que limitan nuestra capacidad de enfrentar a la pandemia.
(*) PhD Docente e investigador de la FCEA de la Udelar con especial reconocimiento a los aportes de Ing. Carlos Tessore PhD