El comercio de cercanía de nuestro país, que desde siempre ha sido un indiscutible protagonista de primera línea en la estructura de todas sus comunidades, hoy sigue sufriendo cambios negativos, que en el acumulado del tiempo vienen haciendo cada vez más insostenible e inviable su existencia.
Hacemos referencia a aquellas micro, pequeñas y medianas empresas que han escrito la historia del arte de comerciar en nuestro país, y en particular en el Interior del Uruguay, que es el área donde nos enfocamos como CEDU.
Hace ya casi un par de décadas el primer cambio fue recibir a las grandes superficies que, nacidas en la capital –Montevideo-, luego salieron a la conquista de todo el Interior. Para regular su efecto en el comercio local se creó una norma que protegía los intereses de estos mediante la instalación de comisiones que debían evaluar el impacto, para que luego, la máxima autoridad departamental pudiera decidir la aprobación o no del proyecto.
Si acaso haya existido algún fallo negativo a algún proyecto, lo que terminó ocurriendo es que el grupo inversor interesado usaba la estrategia de comprar un establecimiento ya existente. Es así que, de esta manera, hoy tenemos una dispersión de alguna cadena que es total, o sea, cubriendo las diecinueve capitales y varias segundas ciudades departamentales del Interior.
Ahora asistimos a un nuevo golpe en pos de la concentración, que consiste en el desdoblamiento de algunos de estos operadores, que pasan a cubrir varios segmentos del comercio retail (alimentos-vestimenta-farmacia-canales digitales) y, a su vez, recientemente el canal mayorista de alguno de ellos, logrando con esto mimetizarse y obtener el absoluto dominio del mercado.
En lo primero, son rehenes los consumidores, pues una vez que se hayan extinguido los canales alternativos, y estos monstruos puedan gestionar “a piacere” el mercado, por no tener contendientes, seguramente verán la peor versión para sus intereses tanto en calidad, variedad y precio.Es así que progresivamente y sin pausa se incrementa el sentimiento de alarma que desde hace bastante tiempo tenemos. En esta línea, observaremos cada vez más una concentración de poder, ya sea visto desde la oferta como desde la demanda.
En lo segundo, se puede observar como ya no son solo una amenaza para el canal retail existente previamente, sino también para productores, industriales e importadores, que, en la necesidad de participar en las góndolas de estas cadenas, deben aceptar condiciones comerciales extremas y muchas veces ruinosas.
En definitiva, nos alarma que este camino pueda no tener retorno, donde una parte de la economía de nuestro país, la cual representamos y que significa más de 2/3 de la misma, ya sea por empleo generado como por unidades económicas que tributan impuestos, se ve amenazada y con cada vez menos capacidad para enfrentar las condiciones que esta irregular situación le impone.
Llamamos a tener esto muy en cuenta y revisar seriamente si los instrumentos de protección existentes están siendo bien usados. A su vez, revisar qué otros instrumentos sería viable aplicar y, en particular, estimular en general a toda la sociedad a recapacitar y tomar acciones en su diario vivir, que ayuden a dar el valor que tiene la existencia de este entramado ‘‘social comercial’’, al cual todos, de una forma u otra, estamos vinculados. Porque si no trabajamos allí, seguramente tenemos un familiar o amigo que sí lo hace. Porque si no somos comerciantes, somos productores, somos fleteros o algo hacemos vinculados a la enorme cadena de valor que es el comercio uruguayo.
Reclamemos defensa, construyamos defensa, hagamos defensa. Consumamos local para generar una economía circular.