Es asombroso constatar la gran discreción que, por lo regular, manifiestan los creadores del proyecto en relación con su idea. Si bien la prudencia en este ámbito parece comprensible, ¿cuántas veces hemos escuchado hablar de una misma idea, expresada por diferentes personas, como si fuera propia, original y de nadie más? Esto nos lleva a preguntarnos si nuestras ideas en verdad son nuestras.
La información se intercambia cada vez más rápidamente. Internet, la proliferación de los medios de comunicación y la internacionalización de los intercambios de todo tipo son factores que favorecen la aparición prácticamente simultánea de ideas casi idénticas, en distintos lugares del mundo y en diferentes mentes. Aquello que es verdad en el plano internacional, no lo es menos en el nivel nacional o incluso regional, en virtud de los factores de acercamiento entre los individuos que pertenecen a una misma cultura o a causa de la proximidad geográfica.
En vez de creer en la generación espontánea de ideas geniales, las cuales aparecen instantáneamente en la mente de sus inventores, más vale tener claro que una idea que conduce a la creación de una empresa debe conceptualizarse, es decir, desarrollarse: surge como una vaga noción que debe intelectualizarse para convertirse en un objeto más preciso, sin que deje de ser suficientemente sencilla para poder comunicarse con rapidez y para que los participantes empresariales o grupos de interés la comprendan con facilidad. Desde la redacción del plan de negocios, hay que describir esta idea en un párrafo integrado por una, dos o tres oraciones, no más. Esta formulación debería evocar imágenes en la mente del interlocutor, quien, de alguna forma, podrá “ver la idea”.
Una vez que se ha terminado este primer trabajo, habrá que pensar en cómo proteger la idea, aun cuando esta operación sea menos sencilla de lo que parece. Proteger una idea, en efecto, suele ser una labor complicada y onerosa. Una idea puede ser más o menos susceptible de protección. En todo caso, la protección de las ideas de negocios exige un tratamiento particular; el inventor de la idea podrá dirigirse a los organismos especializados, que lo ayudarán en esta tarea. Cuando sea imposible proteger una idea, habrá que desplegar las estrategias adecuadas para proteger el mercado correspondiente, tanto como sea posible.
Sin embargo, no es recomendable adoptar el comportamiento paranoico de aquellos que temen a cada instante que alguien robe su idea, sobre todo cuando, para afinarla, se requiera someterla a discusión. En el caso de los estudiantes que ideen un proyecto de naturaleza innovadora, es conveniente que se pongan en contacto con la comisión de evaluación de la investigación o con los departamentos empresariales de sus instituciones educativas, donde se les ayudará a reflexionar sobre la pertinencia de solicitar la protección de su idea mediante una patente.
Métodos “de creatividad”
Afinar una idea debe conducir al generador de un proyecto de creación de una empresa a convertirse en el especialista. Para alcanzar este objetivo, es recomendable recurrir a ciertas técnicas que permitan afinar la idea, entre las que se destacan los llamados métodos “de creatividad”, como:
-El análisis “de defectos”, que consiste en inventariar las funciones de un producto para hacer, a partir de ello, una crítica sistemática.
-El MMI (por las siglas de más o menos interesante), un método mediante el cual se toma conciencia de las ventajas y desventajas de un asunto o de una propuesta, colocando entre paréntesis las primeras impresiones, para luego estudiar los aspectos que necesitan una exploración complementaria (sería interesante saber…).
-El grupo nominal, particularmente efectivo en el seno de un equipo interesado en un determinado problema, donde se invita a los participantes a enunciar y después a jerarquizar los conceptos relacionados con el asunto o tema.
Estos tres métodos permiten afinar las nuevas ideas. Los métodos de creatividad son herramientas valiosas, incluso para una empresa que haya obtenido cierta madurez. Asimismo, sirven para reformular una idea, la cual, luego de someterse a la prueba del mercado, no resultó fructífera, o cuando los recursos necesarios para la elaboración del modelo de negocios no pueden desplazarse.
Cabe recordar que, con una idea insuficientemente trabajada, se corre el riesgo de obtener un estudio de mercado incompleto e incluso inadecuado.
Fuentes de ideas
Como es evidente, antes de afinar una idea de negocios y de protegerla, hay que concebirla. Las fuentes de ideas de negocios son múltiples:
-La experiencia profesional: es una importante fuente de ideas, ya que nos pone en contacto con los mercados, los clientes (sobre todo en el medio industrial), los proveedores, los competidores, etcétera. Ofrece múltiples oportunidades de “ver” y comprender.
-Una pasión: esta forma parte de las motivaciones de numerosos creadores. Por ejemplo, el apasionado por la informática abrirá una tienda de ensamble de computadoras, el apasionado del buceo abrirá un centro de exploración submarina, etcétera. Sin embargo, conviene dar muestra de prudencia en este caso, porque quienes emprenden este tipo de negocios corren el riesgo de confundirse entre el placer que experimentan en relación con una actividad y la justificación del negocio en términos de ganancias.
-La idea inesperada: la vida cotidiana nos coloca en el seno de situaciones donde parece que las cosas podrían hacerse mejor.
-La idea que surge en el momento de la resolución de un problema: el aficionado a veces da prueba de ingenio al resolver los problemas.
-La idea generada en un viaje al extranjero: las personas que viajan al extranjero se asombran
a veces ante un producto o un servicio que no encuentran en su país.
-La búsqueda deliberada de una idea: quienes desean crear una empresa y no tienen una idea precisa de cómo hacerlo pueden recurrir a diferentes medios, como la adquisición de empresas, las franquicias, la explotación de una patente, la consulta de revistas o de sitios especializados.
Louis Jacques Filion