El surgimiento de startups en los más diversos sectores cambió completamente las dinámicas de negocio y, consecuentemente, el escenario competitivo de las organizaciones.
Empresas fuertes y consolidadas fueron sorprendidas por players que cambiaron completamente el conjunto de reglas del mercado y vienen conquistando, a pasos agigantados, una gran parte de su público, fuera de un poder de escala impulsado por la tecnología.
Este nuevo escenario, altamente competitivo y dinámico, hizo que la innovación pasara a ser cada vez más valorada y perseguida por las empresas como forma de mantenerse vivas en el mercado.
La búsqueda incesante por una ventaja competitiva convirtió ese término en uno de los más relevantes de la actualidad.
Sin embardo, gran parte de las empresas ya existentes tienen dificultad cuando intenta implementar innovación dentro de la organización.
Esto se debe al hecho de que pocas empresas tienen una cultura que propicia este tipo de iniciativa interna y ese cambio para empresas que ya tienen una larga historia no es una tarea simple.
¿Qué es cultura de innovación?
Cultura de innovación son los valores, normas y actitudes que estimulan el pensamiento no ortodoxo y, consecuentemente, el desarrollo de innovaciones dentro de la empresa.
Como los procesos de innovación ocurren transversalmente dentro de la empresa, la cultura se refiere a patrones y valores compartidos entre todos los participantes del proceso.
Una cultura de innovación positiva crea incentivos para los colaboradores y lleva a un aumento en la fuerza innovadora de la empresa.
Un cambio cultural exige más que el comprometimiento de la alta gestión y, normalmente, los cambios ocurren primero a nivel de sistema, para que eso se vuelva una competencia de la empresa y evolucione hacia actitudes de los colaboradores hasta que se convierta en una creencia y valor de la compañía.
Las empresas que quieren volverse más innovadoras encuentran diversos obstáculos alrededor de la cuestión cultural que, de modo general, ya está enraizada en sus colaboradores.
A continuación, serán abordados siete de estos principales desafíos:
Conocer el consumidor y ponerlo en el centro de las decisiones
Empresas orientadas a clientes logran ofrecer productos y servicios que atienden sus necesidades de forma más asertiva, generando un vínculo más fuerte.
Investigaciones frecuentes con clientes ayudan a la empresa a entender sus desafíos y necesidades, desarrollar empatía y tener al cliente en el centro de sus decisiones.
Este entendimiento es esencial, pues permite que la empresa acompañe y comprenda realmente los cambios en la demanda, mientras busca identificar tendencias para proyectar el futuro.
Empresas que, históricamente, estaban enfocadas en ventas o producto tienen el gran desafío de estimular el equipo interno a hacer este cambio de mindset.
Tratar la innovación como un desafío de todos
Muchas organizaciones, con la intención de ser más innovadoras, crean un área de innovación o aumentan las inversiones para el desarrollo de nuevos productos.
Sin embargo, las empresas más innovadoras son las que tienen la innovación en su ADN.
Y que consideran, por lo tanto, que la innovación puede venir de cualquier persona de la organización y no de apenas un grupo predeterminado.
Tener un proceso de innovación estructurado
Crear una estructura de innovación, orientada por una estrategia bien definida y objetivos claros, permite que todos tengan conocimiento del estado del proceso y los criterios necesarios para que un proyecto siga adelante.
Cuando la gestión no tiene claro el camino que pretende seguir o no pone en evidencia a los involucrados, las personas no entienden las reglas del juego, no ven propósito y el compromiso acaba siendo menor.
Entender los temas de innovación que la empresa está considerando es fundamental para que las propuestas de los colaboradores estén en la misma dirección.