Con motivo de la crisis sanitaria, los activos más relevantes de las empresas pueden presentar cambios en su valor o indicios de deterioro.
Por: Cra. Analía Saret (*)
Los acontecimientos provocados por la pandemia han ocasionado la suspensión de varias actividades por un período indefinido. Actualmente, algunas empresas fueron retomando su actividad bajo una nueva “normalidad” y otras aún siguen suspendidas.
Esto provocó en varias entidades dificultades financieras y/o patrimoniales, enfrentándose a la necesidad de solicitar fondos, minimizar la estructura y los costos, y en algunos casos, llegando inclusive a poner en duda la continuidad de la empresa.
Las normas contables prevén y brindan herramientas que permiten a las organizaciones elaborar información financiera fiable, aplicando criterios uniformes para valuar y medir el valor de los bienes y también su deterioro, cuando es necesario. En esta sentido, es relevante considerar la situación actual de crisis sanitaria y económica, el impacto que esto provoca en las distintas actividades, y por tanto, en los bienes aplicados a la producción y prestación de servicios. Sin perjuicio de ello, también se debe tener en cuenta las características extraordinarias de esta situación, así como las dificultades para medir o proyectar su continuidad en el tiempo.
En esta línea, el valor de los activos más relevantes puede tener variaciones, ya sea por la ausencia de un mercado de venta o que éste haya perdido relevancia debido a la situación actual. La incertidumbre de esta situación juega un papel también relevante considerando las dificultades que se plantean para poder estimar la duración de la pandemia y, por tanto, el impacto que ésta pudiera tener.
Hablamos de activos como inmuebles, equipamiento, planta industrial y maquinaria o cualquier otro activo tangible usado para la producción o suministro de bienes y servicios, que se utilizarán durante más de un período y del cual la empresa espera obtener beneficios económicos futuros derivados del mismo.
Métodos para el reconocimiento o valuación de los activos
Las normas contables proponen dos métodos u opciones para el reconocimiento y valuación de los activos. Uno de ellos es el costo, que considera como tal su precio de adquisición, incluidos los gastos de importación y los impuestos indirectos no recuperables que recaigan sobre la adquisición, después de deducir cualquier descuento o rebaja del precio. También se incluyen todos los costos directamente atribuibles a la ubicación y su acondicionamiento para operar de la forma prevista. Se consideran, también, los costos de desmantelamiento y si corresponde, el costo de retiro del bien, y la rehabilitación del lugar en el que se sitúe.
El otro método es la revaluación, con posterioridad al reconocimiento inicial del activo. Si el valor razonable o valor de venta puede medirse con fiabilidad, el bien puede ser reconocido por su valor revaluado, es decir, reconocerlo contablemente a su valor de mercado, entendiendo como tal aquel valor que los compradores estarían dispuestos a pagar y los vendedores dispuestos a vender. Las revaluaciones se harán con suficiente regularidad para asegurar que el valor contable no difiera significativamente del que podría determinarse utilizando el valor razonable al final del periodo sobre el que se informa. La frecuencia de las revaluaciones dependerá de los cambios significativos y volátiles que experimenten los valores de los bienes. En muchos casos será suficiente la revisión de su valor cada tres a cinco años y otros necesitarán una mayor periodicidad de las revaluaciones.
Indicios de deterioro
Para evaluar si existe algún indicio de deterioro de un activo es necesario considerar la información proveniente de fuentes externas e internas.
Como fuente externa se considera el valor de mercado del activo y se observa si el mismo ha disminuido significativamente más de lo esperado como consecuencia del paso del tiempo o de su uso normal. También debe tenerse en cuenta si durante el periodo han tenido lugar, o van a tener lugar en un futuro inmediato, cambios significativos con una incidencia adversa sobre la organización, referentes al entorno legal, económico, tecnológico o de mercado en los que ésta opera, o bien, en el mercado al que está destinado el activo.
Como fuentes internas de información se considera si se dispone de evidencia sobre la obsolescencia o deterioro físico de un activo o si durante el periodo han tenido lugar, o se espera que tengan lugar en un futuro inmediato, cambios significativos en el alcance o en la manera en que se usa o se espera usar el bien, que afectarán desfavorablemente a la empresa. Son ejemplos de estos cambios el hecho de que el activo esté ocioso, planes de discontinuación o restructuración de la operación a la que pertenece el activo, planes para disponer del activo antes de la fecha prevista, y la reconsideración como finita de la vida útil de un activo, en lugar de indefinida. También se debe tomar en cuenta si se dispone de evidencia procedente de informes internos que indiquen que el rendimiento económico del activo es, o va a ser, peor que el esperado.
(*) Contadora Pública, Integrante del Departamento de Auditoría de Carle & Andrioli, firma miembro independiente de Geneva Group International.