El desarrollo de las economías y su capacidad para generar condiciones de prosperidad para sus habitantes en el largo plazo está estrechamente ligado a conceptos como la productividad y la competitividad. Desde los estudios pioneros de Solow (1956), la productividad de los factores ha ocupado un rol central en el análisis de los determinantes del crecimiento. Además de este enfoque macroeconómico, más recientemente otros autores académicos han abordado el vínculo entre la competitividad de las empresas y las estrategias de negocios. Por tanto, resulta clave entender cuáles son los determinantes que contribuyen a apuntalar la productividad y la competitividad de una economía, porque en última instancia determinan la capacidad de crecimiento y desarrollo de las naciones.
Los hechos estilizados de las últimas décadas sugieren que el desempeño de Uruguay estuvo determinado por dos elementos: su tendencia de crecimiento de largo plazo y las características de los ciclos económicos. La inversión, la calidad del capital humano y la productividad son los determinantes del crecimiento a largo plazo. A su vez, otros elementos como la calidad de la política fiscal, la eficiencia de los mercados y la calidad del sistema financiero son determinantes de la frecuencia y profundidad de los ciclos económicos.
La historia reciente de Uruguay muestra que la elevada volatilidad y el magro crecimiento son dos rasgos distintivos de nuestro desempeño en el largo plazo. Asimismo, al ser una economía pequeña y abierta, los shocks externos han marcado en muchos casos el inicio de puntos de giro del ciclo económico. Factores como la situación de la región, precios de los commodities, valor del dólar, tasas de interés y flujos de capitales tienen efectos relevantes sobre las decisiones de inversión y sobre la demanda externa, derivando en fluctuaciones cíclicas de la actividad. Factores locales como la respuesta de la política económica y las rigidices del sistema de precios son relevantes para definir la manifestación interna de esos shocks internacionales. En particular, en el Uruguay de los últimos 35 años, tres fenómenos han operado como amplificadores de la profundidad de los ciclos en las dos últimas crisis: política fiscal procíclica y sujeta a ciclos electorales, sistemas de tipo de cambio fijo que operaron rigidizando el sistema de precios y fragilidades financieras estructurales que operaron ampliando los ciclos.
En definitiva, la relación entre el crecimiento de largo plazo y los ciclos económicos es sumamente estrecha y evidencia la importancia que tiene la calidad de la política económica y la institucionalidad de una nación. Esto es aún más relevante en el caso de economías pequeñas como la uruguaya, donde el grado de vulnerabilidad ante los shocks externos es mayor. Contar con las herramientas adecuadas de política para suavizar las fluctuaciones inherentes al proceso de crecimiento económico es clave para evitar dañar los determinantes que hacen al crecimiento en el largo plazo.
Fuente DESAFÍOS EN MATERIA DE COMPETIVIDAD: Confederación de Cámaras Empresariales