La incierta recuperación de la economía regional

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La crisis que desencadenó la pandemia de la enfermedad por el nuevo coronavirus irrumpió en la economía mundial en un contexto de acumulación de deuda generalizada, tanto en el ámbito regional como de los distintos sectores institucionales. Antes de la pandemia, la deuda global había alcanzado un máximo histórico, llegando a situarse en el 320% del PIB mundial, que se superó en el primer trimestre de 2020, cuando alcanzó un 331%. Los efectos de la crisis del Covid-19 en los ingresos y la liquidez global, sumados a los paquetes de medidas fiscales implementados por los gobiernos, incrementarán la acumulación de deuda de la economía mundial. Dicha acumulación de deuda se da en un contexto de vulnerabilidad de las corporaciones no financieras y del sector financiero.

En lo que respecta a las corporaciones no financieras, se observa un aumento de la participación de la deuda a corto plazo, un deterioro de la cartera crediticia y un aumento tendencial del descalce de monedas en el caso de las economías emergentes. 

El aumento de la deuda a corto plazo hace más vulnerable a este sector a los cambios en las condiciones de financiamiento y a las disminuciones de la demanda agregada. Los efectos de esta mayor dependencia del corto plazo se agravan debido al menor nivel de liquidez del que dispone.

Por su parte, el deterioro de la cartera crediticia hace a estas corporaciones más vulnerables a los cambios en la calificación de crédito y a situaciones de eventual quiebra.

El deterioro de la cartera se combina con una emisión de deuda con mayores períodos de madurez. Esto implica que las empresas se vuelven más sensibles a los cambios en la política monetaria. 

El descalce de monedas en las economías emergentes tiene el mismo efecto, a la vez que otorga al tipo de cambio un papel central en el mecanismo de transmisión de los choques monetarios y financieros de las economías desarrolladas a las economías emergentes y en desarrollo.

El sistema financiero también presenta síntomas de vulnerabilidad, pese a las modificaciones que ha experimentado, como consecuencia de las medidas y regulaciones aplicadas tras la crisis financiera mundial, que han aumentado su fortaleza. En concreto, el sistema financiero se enfrenta a caídas importantes de rentabilidad que, en conjunción con la disminución de ingresos, pueden dar lugar a restricciones de crédito y de liquidez.

El sistema no bancario, que ha adquirido mayor relevancia desde la crisis financiera mundial, también se enfrenta a la reducción de sus ingresos, lo que lo ha impulsado a buscar perfiles crediticios con mayor riesgo. A la vez, han aumentado los niveles de concentración de una parte del sector financiero no bancario, la industria de administración de activos, lo que ha vuelto a poner sobre el tapete los problemas que pueden plantear para el riesgo sistémico las instituciones consideradas “demasiado grandes para quebrar”.

Este contexto de acumulación de deuda, acompañado de una mayor vulnerabilidad financiera, es uno de los factores que condicionará la recuperación potencial de la economía mundial tras la crisis del Covid-19. Los datos disponibles muestran que el inicio de la recuperación será dispar, ya que no todos los países se encuentran todavía en la fase de aplanamiento de la curva de contagios. 

Con el tiempo, el levantamiento de las medidas sociales de contención de la pandemia y distanciamiento físico dará un impulso al crecimiento económico mundial. No obstante, el análisis de los motores de la demanda agregada y su papel en una posible reactivación muestran que, en el contexto actual, el impulso a la demanda agregada será insuficiente para volver a los niveles de PIB per cápita existentes antes de la crisis del Covid-19.

 

Cepal – Estudio Económico de América Latina y el Caribe • 2020