La política en materia de Comercio Exterior como “Política de Estado”: un objetivo deseable

Por: Dr. Pablo Labandera (*) | plabandera@dlc.com.uy

A modo de reencuentro

Con el artículo de hoy retomamos el análisis de los aspectos vinculados al comercio internacional, pero no desde una óptica parcial y coyuntural, sino desde una visión holística y estructural. De ahora en más, de manera periódica, intentaremos examinar la realidad nacional e internacional, poniendo el foco en la problemática del comercio internacional, y realizando un abordaje multifactorial del mismo.

A modo de introducción

Cuando un país –esto es, los gestores políticos encargados de llevar a cabo la tarea de gobierno– piensa en cómo proceder en materia de comercio exterior, es decir, cuándo se plantea los lineamientos sustanciales que deben guiar su accionar en dicho ámbito, necesariamente debe formularse la siguiente interrogante: ¿cómo nos vamos a insertar en el mundo?, y a renglón seguido, la segunda pregunta que debe hacerse es: ¿tenemos una estrategia que fije las pautas y lineamientos para desarrollarla?

La respuesta a estas dos cuestiones, constituye la clave de bóveda de su accionar en materia de inserción internacional, tanto a nivel geopolítico como de comercio internacional, dos caras de una misma moneda. 

¿En qué consiste una estrategia nacional en materia de comercio exterior?

Los países que la tienen, así como la hemos tenido en nuestro país –con los lógicos matices políticos e ideológicos– en los últimos cuarenta años, siempre han edificado su quehacer al respecto, sobre tres grandes componentes de accionar político, a saber:

  1. Un cuidado desarrollo de sus relaciones internacionales, esto es, de sus relaciones políticas a nivel multilateral y regional, con una estrategia global y de largo plazo, erigida sobre los principios más caros del Derecho Internacional;
  1. Una activa inserción comercial internacional, en base a una política comercial global y agresiva en el ámbito comercial, y;
  1. Una política de fronteras y aduanas, que tenga como finalidad principal, la búsqueda de mayor competitividad para nuestras empresas y productos, a través de su inserción en el mundo, de modo tal que – sin descuidar los debidos controles – apunte a lograr una necesaria facilitación.

¿Cómo se logra esta triple finalidad (desarrollo de las relaciones políticas a nivel internacional, mayor inserción y creciente competitividad)?

La fórmula o instrumento para alcanzar este fin es muy claro: debe lograrse a nivel nacional, un verdadero “Acuerdo Multipartidario”, una efectiva “Política de Estado”, capaz de construir y consolidar la ineludible “Estrategia Nacional de Política Exterior”.

¿Qué acciones deberían emprenderse entonces?

Para lograr cimentar dicha “Estrategia”, entendemos –muy humildemente– que deberían gestionarse e impulsarse una serie de acciones, entre ellas:

  1. Seguir sosteniendo una reputación, que mucho esfuerzo y tiempo ha costado conseguir, y la capacidad técnica en el manejo político de las relaciones políticas internacionales; 
  1. Desechar desde el vamos, una política de “afinidades ideológicas”, cuyo ejemplo paradigmático está constituido por nuestra postura en relación a la problemática actual que enfrenta Venezuela, y;
  1. De la mano de lo anterior, debemos afirmar en todos los ámbitos políticos y diplomáticos que nuestra única finalidad, está dada por el respeto irrestricto a los Principios del Derecho Internacional, al Estado de Derecho y a la defensa de los Derechos Humanos;
  1. Promover la presencia activa, inteligente y propositiva de nuestros diplomáticos en todos los foros internacionales (ONU, OEA, OMC, OMA, etc.).
  1. Generar un verdadero “programa de formación de negociadores”, para alcanzar una verdadera “diplomacia comercial”, tan deseada y nunca concretada ni institucionalizada de manera sistémica.
  1. Crear y consolidar un “Centro de Análisis Estratégico”, en el cual intervengan todos los organismos públicos que de manera directa o vicaria, tienen incidencia en la inserción internacional de nuestro país.
  1. Seguir fomentando y consolidando la interacción y la búsqueda de sinergias con los actores privados, tanto en sus representaciones empresariales, de trabajadores, como de la Academia.
  1. Por último, apuntar a una reestructuración institucional del comercio exterior uruguayo (hoy existen numerosos y dispares organismos estatales y paraestatales, vinculados al comercio exterior – Uruguay XXI, Asesoría de Política Comercial del MEF, Inalog; etc.), intentando lograr las necesarias sinergias y complementariedades entre todas ellas.

¿Y en materia de Política de Aduanas que se podría hacer?

En éste ámbito, el mayor desafío está dado por la búsqueda y el fortalecimiento de una mayor seguridad jurídica, en un ámbito donde la relación –por definición– entre la Administración (aduanera, en este caso) y el administrado, es asimétrica.

Aquí la posible “receta” parece tener tres componentes: 

  1. Por un lado, revisar aquellas disposiciones legales y reglamentarias que de algún modo han generado hasta ahora, más problemas que soluciones (la responsabilidad objetiva que todavía pervive para algunas infracciones aduaneras, coordinar las normas aduaneras con las reglas existentes en materia portuaria y aeroportuaria, etc.). 
  1. Por otro lado, introducir cambios en el proceso de selección y asenso de los funcionarios aduaneros, haciendo primar la meritocracia y la capacidad técnica.
  1. Finalmente, coordinar y lograr una sinergia adecuada entre todas las franquicias e instrumentos de política comercial destinados a atraer inversiones y promover la actividad logística (Puertos y Aeropuertos Libres, Depósitos Aduaneros Particulares, Zonas Francas, Parques Industriales, régimen de admisión temporaria de insumos, etc.). 

El tiempo dirá, si está aspiración resulta posible.

(*) Especialista en Comercio Internacional y Derecho Aduanero