El Proyecto Ferrocarril Central puede transformarse en el impulso que el sistema ferroviario necesita para salir de la crisis en la que se encuentra hace ya varias décadas. Más allá de la línea rehabilitada y el transporte de celulosa asociado, es la oportunidad de rehabilitar nuevas líneas y atraer más cargas.
Por Ec. Alexis Gerschuni (*)
El modo ferroviario en Uruguay está viviendo actualmente un shock de inversión histórica a causa de la construcción del Proyecto Ferrocarril Central, que une el puerto de Montevideo con el centro del país, en Paso de los Toros. Además de la cuantía de las obras, la línea resulta sumamente estratégica por ser la columna vertebral del sistema, uniendo el corazón del país con el puerto de Montevideo. Además, el proyecto incluye cambios tecnológicos en la gestión y uso de las vías, la incorporación de material rodante moderno y la participación de nuevos actores logísticos que traerán su experiencia al país.
Si bien es cierto que la rehabilitación de esta línea está fuertemente vinculada a la construcción de la segunda planta de celulosa de UPM, pensar que los beneficios de esta obra se reducen al transporte de esta única carga es en exceso pesimista. Sin embargo, asumir que este proyecto por sí solo generará impactos positivos sobre el sector del transporte ferroviario puede ser algo optimista. Lo cierto es que la coyuntura actual posiciona al país frente a la oportunidad de dar el impulso que el sector ferroviario estaba necesitando para salir de la crisis en la que se encuentra desde hace ya varias décadas.
La historia del ferrocarril en Uruguay tiene sus inicios a mediados del siglo XIX, con una época de auge a principios del siglo XX. Por esos tiempos, el ferrocarril en Uruguay alcanzó a tener una red operativa que superó los 3.000 kilómetros. A mediados del siglo XX comenzó la retracción del modo ferroviario, y ya para finales del siglo XX estaba en franca decadencia, con un estado de la infraestructura y del material rodante en muy malas condiciones y un peso relativo de la carga transportada que disminuía año a año.
Analizar las causas de este deterioro sobrepasa ampliamente el alcance de la presente columna. Sin embargo, la mención histórica resulta necesaria para contextualizar la nueva realidad.
El deterioro de la infraestructura y material rodante reduce la confianza. Esto impacta en una reducción de la carga transportada que reduce los ingresos y beneficios esperados de nuevas inversiones, generando un círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo: menos inversión – menos carga – menos inversión.
Corresponde señalar que, a pesar de su declive y falta de participación como medio de transporte relevante, han existido en Uruguay diversos esfuerzos para aumentar la participación del ferrocarril como medio de transporte (aumento de las inversiones, cambios institucionales entre los más relevantes) pero hasta el momento no han dado los frutos esperados ni han logrado sacar al sistema del círculo vicioso antes mencionado.
Estos esfuerzos distan mucho de ser irracionales o meramente románticos y se sustentan en un conjunto relevante de ventajas y beneficios del ferrocarril como medio de transporte alternativo al modo carretero.
En primer lugar, cuando los volúmenes de carga son suficientes y las distancias son relativamente largas, el transporte por ferrocarril resulta menos costoso que por carretera.
En segundo lugar, el transporte por ferrocarril requiere menor consumo de energía, lo cual se traduce en una menor emisión de gases de efecto invernadero. Asimismo, el transporte alternativo al modo carretero reduce el tránsito en rutas, con lo cual aumenta la vida útil de la infraestructura vial, reduciendo las necesidades de mantenimiento. Además, al reducir el tránsito carretero, aumenta el nivel de confort del resto de los usuarios y también se reduce el nivel de accidentalidad.
Aunque los beneficios para la sociedad en su conjunto resulten evidentes, se mencionó anteriormente que los beneficios de reducción de costos no lo son tantos ya que el ferrocarril requiere de cargas y distancias mínimas para resultar eficiente. Esto, para un país pequeño como Uruguay (pequeño en tamaño y en cantidad de carga), si bien no representa un argumento invalidante, implica un desafío mayor al que podría tener cualquier otro país de mayor tamaño.
El desafío es relevante e implica atraer carga que actualmente se mueve por camión. Para ello se requiere atacar múltiples desafíos entre los que destacan: nuevas inversiones en la red, en el material rodante y también infraestructura asociada a los puntos de carga, potenciando un sistema multimodal. Asimismo, deben atenderse aspectos institucionales, de coordinación, de planificación, de capacitación y un rol activo de las instituciones públicas.
La entrada en operación del tramo más relevante de la red, que une el puerto de Montevideo con el corazón del país, con la incorporación de nuevas tecnologías y nuevos actores, determina una gran oportunidad para incentivar el modo ferroviario y aprovechar sus beneficios para toda la sociedad.
(*) Economista de AIC Economía & Finanzas.