“Lo que no puede faltar en el bolsillo del caballero, ni en la cartera de la dama…” No solo pasó a ser una frase célebre sino que forma parte del colectivo de nuestra sociedad –ya es parte de nuestra memoria y, por ende, de la identidad-. La misma nos retrotrae a otro tiempo, otro momento de la vida, del contexto para quienes solíamos viajar en ómnibus.
Por Alejandro Weinstein (*)
En estos tiempos de pandemia dicha frase se podría referir a “lo que no puede faltar… es el tapabocas o barbijo”, una prenda que ya es parte del vestir en esta época y que, inclusive, incursiona en la moda.
Nuestra columna, en esta oportunidad, hace referencia a la tarjeta de crédito que, de alguna manera, su uso, está totalmente extendido en nuestra y otras sociedades.
La palabra “crédito”, proviene del latín creditius, que significa “cosa confiada”.
Por lo tanto, crédito, en su origen significa, entre otras cosas, confiar o tener confianza.
Se considerará crédito el derecho que tiene una persona acreedora a recibir de otra persona deudora una cantidad en numerario para otros.
Normalmente se suele hablar de la primera tarjeta de crédito, como la que sacó Dinners Club.
Cuenta la leyenda urbana que su fundador, Frank X. McNamara, fue a cenar a un restaurante donde curiosamente estaban hablando de un cliente que tenía problemas para hacer frente a sus pagos, ya que había olvidado de llevar suficiente dinero para pagar la cuenta.
Así, por esa casualidad o causalidad, cuentan que surgió Dinners Club (el club de los cenadores).
Aunque la historia de McNamara es conocida, el origen de la tarjeta de crédito es anterior; se estima que se remonta en los Estados Unidos en las primeras décadas del Siglo XX.
En ese momento se emitieron las primeras tarjetas de crédito para compañías gasolineras, pero tuvieron poco éxito dado que sólo se podían utilizar en áreas geográficas y establecimientos concretos.
Nosotros, como consumidores, estamos constantemente, en forma “incidental”, aprendiendo e integrando nuevos comportamientos, a la vez de darle diferentes sentidos a nuestras decisiones.
En muchos casos observamos que para preservar nuestros hábitos variamos nuestros comportamientos.
En este contexto, las tarjetas de crédito constantemente nos invitan a cambiar nuestro comportamiento a cambio de beneficios.
Depende de la edad, cambiamos el día de compra de determinados productos, si sumamos puntos -por mencionar una denominación-, nos beneficiamos con tal o cual cosa, y así podemos poner muchos ejemplos, independiente de la categoría.
Incluso, en este contexto, en muchos casos escogemos el banco en función de los beneficios de la tarjeta que emite.
Está claro que la elección de un banco se define teniendo en cuenta la imagen y cercanía, pero lo señalado anteriormente también influye en la decisión del consumidor.
Recientemente realizamos una investigación de hábito y comportamiento del público bancarizado a nivel nacional, sobre medios de pago y beneficios de los mismos.
La investigación se llevó a cabo en poblaciones de más de 20.000 habitantes, y la muestra fue de 1.200 casos (hombres y mujeres) entre 20 y 59 años.
La información recogida arroja datos que confirman los cambios en los comportamientos de consumo.
El 80% de las mujeres y el 85% de los hombres encuestados poseen algún producto bancario que utiliza tanto tarjeta de crédito como de débito.
El 60% de los poseedores de tarjeta de crédito, son clientes del BROU que utilizan este instrumento de pago principalmente para compras en supermercados, vestimenta, calzado y gastronomía.
El 22% utiliza la tarjeta de crédito, para lo que definen “gastos de emergencia”, y el 14% si bien la posee, manifiesta no utilizarla.
Más del 85% de los clientes bancarizados poseen tarjetas de débito, y más del 75% manifiestan utilizarla de manera cotidiana.
Los beneficios que brindan las tarjetas de crédito, son un importante vector que justifica el tenerla a pesar del costo de la misma.
En este sentido, más del 60% de los encuestados señala en forma espontánea que el tener beneficios es el motivo principal para adquirir la tarjeta de crédito que el banco emisor ofrece.
Más del 45% del público investigado reconoce sin analizar en profundidad que los descuentos y los beneficios a los que acceden, incluidos en los shoppings, es un beneficio valorado y jerarquizado que justifica la tenencia de la tarjeta de crédito.
La televisión, la radio y la vía pública son los medios a través de los cuales más del 60% de los poseedores manifiesta haberse enterado de los beneficios y descuentos de las distintas tarjetas.
Sin dudas, estos hábitos, ya integrados en la sociedad, nos hacen reflexionar sobre el consumo de los consumidores en función de un plástico, que es algo más que lo que palpamos.
(*) Director de CIM & Asociados