La variabilidad de lluvias ha aumentado en los últimos años (a la vista está la sequía actual) y aumentará aún más en el futuro, lo que genera desafíos importantes a considerar en términos de la gestión de recursos hídricos. En este contexto, con el objetivo de disminuir potenciales daños ante lluvias de alta intensidad, se debe comprender la relevancia y las consideraciones principales del drenaje pluvial, y planificar de forma adecuada las intervenciones a realizar.
Por Ec. Gastón de Lorenzi, economista en AIC Economía & Finanzas, y Ec. Marcelo Pérez, socio director y economista especializado en infraestructura en AIC Economía & Finanzas.
En la actualidad, analizando la realidad de la gestión de recursos hídricos, todas las miradas están puestas en el ojo de la tormenta: la sequía predominante que está afectando el abastecimiento de agua potable a lo largo y ancho del país. Sin embargo, a mediados de la semana pasada, se registraron precipitaciones muy importantes en algunos puntos, que incluso llevaron a inundaciones. Un ejemplo de estas localidades afectadas fue la localidad de Castillos (1), aunque bien es sabido que no ha sido ni será la única en ser afectada por la problemática. Estos eventos invitan a reflexionar acerca de las necesidades que tienen muchas localidades y ciudades del país para evitar los daños producidos por estas lluvias, tal vez irónicamente incluso en tiempos de sequías severas.
Para iniciar es fundamental entender una cosa: los episodios de lluvias en exceso o falta de estas, serán eventos cada vez más recurrentes, aumentando tanto su frecuencia como su intensidad.
Esto supone grandes desafíos, y requiere pensar la problemática de drenaje pluvial de manera integral. Para minimizar el impacto de las lluvias sobre todos los individuos de la sociedad, se necesitan intervenciones, que no se realizan de un día para el otro, sino que requieren de planificación. De hecho, Uruguay está llevando adelante un Plan Estratégico de Drenaje Pluvial Urbano a nivel nacional, que permita entender qué zonas se deben intervenir, cómo y cuándo.
Una particularidad de este tipo de infraestructura, usualmente llevada a cabo de forma integral con otro tipo de obras, es que su relevancia solo sale a la luz en el momento en que ocurren eventos climáticos que dejan en evidencia la necesidad de nuevas intervenciones o de tener un mantenimiento adecuado de las existentes. A diferencia de una obra vial o una infraestructura pública, como una plaza o un desarrollo urbano, las obras de drenajes suelen permanecer ocultas a los ojos de los contribuyentes, a pesar de estar ocasionalmente incluidas en muchas de estas (calles, avenidas, plazas o espacios públicos) en función del tipo y calibre de obra, y toman relevancia cuando se producen grandes acumulaciones de agua en las calles o espacios públicos, que hasta incluso pueden llegar a causar daños en viviendas particulares.
Esto plantea un desafío en términos de incentivos. Solemos reclamarles a nuestros gobernantes soluciones solo cuando los problemas ocurren, y nuestros gobernantes pueden verse tentados a priorizar otro tipo de obras que se pueden ver y usufructuar todos los días.
Por otro lado, más allá de que la limpieza de drenajes suele ser una condición necesaria para que estas intervenciones brinden un servicio adecuado a la población, existe la necesidad de proyectos con mayor nivel de resiliencia, que requieren de grandes inversiones. Por ende, la planificación cumple un rol clave, para identificar el momento adecuado para implementar estas soluciones. Es necesario dimensionar de forma adecuada estas obras y pensar cómo y por quién deben ser implementadas. La planificación estratégica es clave para atender estas soluciones de forma ordenada y priorizando las mismas con criterios económicos y de sostenibilidad. Más aún, cuando, como siempre sucede, existen recursos escasos para atender múltiples fines y necesidades. Una estimación inicial podría implicar que Uruguay invierta a lo largo de las próximas décadas cerca del 3% de su PIB si quisiera atender todas las necesidades de infraestructuras para sistemas de drenajes. Por este motivo, la dimensión de la priorización de intervenciones en esta planificación ocupa un lugar fundamental.
Pues bien, como ya sabemos, las intervenciones son necesarias y lo serán cada vez más ante un mundo donde los eventos de precipitaciones importantes se darán con mayor asiduidad. Pero, ¿cómo se financian estas intervenciones?
Si bien muchas de las obras realizadas en la actualidad son bajo la responsabilidad de las intendencias, las que acuden a programas gestionados por OPP o que destinan parte de sus propios recursos de forma directa, se requiere de aumentar el monto invertido para reducir el riesgo de daños ante estas eventualidades. Esto se da, a su vez, en un contexto donde no hay incentivos tan claros para realizarlo. Por lo tanto, se presenta un nuevo desafío sobre encontrar cuáles son los mecanismos de financiamiento más adecuados para este tipo de obras.
Sumado a lo anterior, hay un problema de equidad intergeneracional. Cualquiera de estas intervenciones será utilizada por lo menos durante los próximos 20 o 30 años. Por lo que surge la siguiente pregunta: ¿Es razonable entonces que la generación actual pague por un servicio que será utilizado por generaciones durante las próximas tres décadas?
Además de esto, se podría explorar la posibilidad de involucrar otras medidas complementarias asociadas a generar incentivos a la participación de hogares en la problemática. Estos, en la actualidad, en las obras realizadas dentro de sus propios predios, deben de cumplir con cierta normativa. Sin embargo, sería interesante evaluar el impacto de instrumentos que contribuyan a retribuir a aquellos que realicen obras cuyos estándares superen los mínimos referidos en la normativa, contribuyendo en la generación de un menor nivel de escorrentías. De la misma forma, los individuos y las empresas han ido adoptando medidas vinculadas a la eficiencia energética, en la medida en que existen los incentivos para ello. Podrían explorarse caminos similares, por ejemplo, promoviendo incentivos para que se incorporen mayores áreas verdes en las obras privadas y así aumentar la capacidad de absorción de las superficies.
Sin embargo, sean cuales sean las medidas y mecanismos considerados, se deben evaluar de forma profunda y detallada, analizando la eficiencia de cada medida, tanto en términos de costos-beneficios, como con consideraciones de equidad intergeneracional, social, ambiental y su mecanismo de financiamiento.
Referencias: